Eres mi salvación

37. Gracias por intentarlo

Los días siguientes a nuestra confesión mutua, fueron espléndidos. Owen seguía portándose como todo un caballero, me llenaba de besos luego de despertar, nos quedábamos hasta muy tarde mientras conversábamos y nos abrazábamos, pero sobretodo, continuaba siendo ese hombre que adoraba, el cual me apoyaba en todas mis decisiones y siempre me decía que haría muy bien todo lo que me propusiera.

Era tan gratificante y excitante sentirme así de valorada, que no podía simplemente dejarlo ir. Por lo mismo resultaba un poco decepcionante cada vez que salía de la mansión, pero no había nada que pudiera hacer al respecto, ya que él tenía que volver con Fred y verificar que se encontrara bien, más ahora que su amada esposa y compañera de vida ya no estaba con él, y quedarse a solas en ese sitio lleno de recuerdos ahora dolorosos, no debían de hacerle ningún bien a su mente.

Así que guardándome mi tristeza, procuraba animarme y bridarle una cálida bienvenida a Owen cada vez que podía, ya que deseaba transmitirle mis sentimientos de esa manera y que él no se sintiera culpable.  Estar sin él comenzaba ser un poco insoportable, pero luego de que Ophelia y Lucinda fueran apresadas, hubo bastante tranquilidad en mi vida, por lo que me dije a mi misma que con eso era más que suficiente por el momento.

Además, ni Austin ni sus padres volvieron a poner un pie en nuestra casa, ni tampoco salió otro miembro de la familia a intentar quitarme mi derecho como sucesora, pues ya eran conscientes finalmente de qué tipo de mujer era, y que nunca les sería sencillo meterse conmigo. Por el contrario, me aseguraría de destrozarlos hasta que no quedara ni la sombra de lo que solían ser.

Fue por eso mismo, que pude comenzar con las preparaciones para la sucesión sin más interrupciones y las portadas de revistas y los periódicos de nuevo se llenaban con mi imagen, anunciándome con la jefa del emporio Noix. Me sentía demasiado dichosa porque después de tanto sufrimiento y de ser opacada por un esposo inútil en el pasado, pues ya era oficial que Amelia Catria Noix Moretti era una persona capaz de liderar todos los negocios detrás del apellido de su padre y de mantener en línea y en orden a las otras ramas de los Noix las cuales representaban el negocio como gerentes o jefes de ciertas áreas.

Así que manteniéndome orgullosa, volví a dirigir una última reunión en la mansión, para dejar en claro que después de que mi padre se retirara, yo sería a quien tendrían que rendirle cuentas y no hubo ninguna objeción.

Sonreír al recordar las caras largas y preocupadas de la gente que se puso del lado de mi tío, puesto que aun si no tenía planeado vengarme por darme la espalda, usaría su miedo para mantenerlos con una correa y poder utilizarlos a mi conveniencia cuando los necesitara.

Jamás me había sentido así de triunfal, por lo que cuando todo comenzaba a ponerse en el sitio que correspondía, mandé a llamar a Nora y Dorothea para hacerles un anuncio.

—Señora Amelia, ¿nos ha hablado?

Asentí, mientras me colocaba derecha y les mostraba una cara cordial. En un principio, mi plan fue usar a Dorothea hasta que pudiera desecharla y hacerla pagar por su deslealtad, en el pasado, pero luego de que demostrara una y otra vez que en esta vida estaba mucho más dispuesta a servirme, me dije a mi misma que merecía una segunda oportunidad y gradualmente comencé a aceptarla como una de mis asistentes en la mansión.

—Sí, por favor tomen cada una la caja con su nombre.

Señalé la mesa de té frente a mí y ambas se miraron con confusión antes de avanzar y seguir mis instrucciones. Voltearon a verme luego, mientras parecían preguntarme qué hacer a continuación.

—Por favor, ábranlo. Es un presente que preparé para cada una.

—¡¿En verdad?! —el rostro de Dorothea se iluminó y se apresuró a ver lo que tenía destinado para ella.

—¡Dorothea! —La reprimió Nora, y luego volteó a verme con pena—. No se hubiera molestado, señora.

Sabía lo modesta que era esta última, por eso sonreí aún más y la incité a que siguiera desenvolviendo su regalo. Luego de que quedaran encantadas con la joyería que les di, les agradecí una vez más por su servicio y las mandé fuera.

No esperaba que se sintieran en deuda conmigo porque les daba cosas caras, sino porque quería que entendieran que mientras siguieran de mi lado, siempre sería justa y las recompensaría por hacer bien su trabajo.

Después de que ellas se fueran y me dejaran sola, volví a pensar en Owen y en los planes que acordamos luego de pasar aquellos días juntos. Luego de que sus amigos de su antiguo trabajo le hablaran para preguntarle porque se fue tan temprano, él les había prometido recibirlos pronto en la hacienda de Fred, y al notar mi cara larga al saber que él tendría que regresarse y yo quedarme en la mansión, me consoló y me dio la idea de que me mudara con ellos hasta que tuviera que heredar el puesto de mi padre.

Sentí como si un gran peso de encima abandonara mi cuerpo y acepté rápidamente, pues había sido tan feliz en ese lugar que verdaderamente quería regresar y estar allá, donde lo único que importaba era que fuera yo misma.

Sin esperar demasiado, corrí a comunicarles mi decisión a mis padres y ambos aceptaron con rapidez, ahora bastante complacidos con mi esposo. Ellos dos al principio estuvieron reacios a que me casara con Owen, pero luego de presenciar con sus propios ojos, como siempre me apoyó y me cuidó, no podían hacer nada más que darle las gracias por ser tan bueno con su única hija.




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