Mi vida diaria comenzaba a ser cada vez más dulce. Posé mis brazos en el cuello de Owen cuando este se acercó a mí, vestido nuevamente en un caro traje de diseñador y aproveché para pegarme más a su cuerpo, olerlo como hacía de costumbre y grabarme su esencia en mi cabeza.
—¿Estás lista?
Asentí.
—Por supuesto que sí.
Hoy era el día de nuestra segunda boda, la real.
Después de mudarme a vivir nuevamente con él y Fred, pasamos juntos la mayor parte del tiempo mientras me contaba de sus otras inversiones y que deseaba compartir conmigo sus negocios. Al parecer, realmente todos esos malos rumores acerca de lo derrochador que era Owen Hudson solo eran una bola de mentiras, las cuales los periódicos habían creado simplemente para generar más morbo de su lesión y ganar más dinero a costa de su tragedia.
Fue entonces que también me puse muy contenta al saber que evité su horrendo futuro, ya que si dejaba que su abuela y abuelo suicidarse, él tiraría por la borda todo lo que llevaba construyendo desde que empezó a trabajar como beisbolista profesional al término de su adolescencia.
Observé por la ventana de la hacienda de sus abuelos, como nuestros seres queridos se congregaban para felicitarnos y sonreí feliz. En esta ocasión, decidimos que simplemente invitaríamos a aquellos que queríamos que nos acompañaran en ese momento tan especial, mis padres nos esperaban en primera fila, mientras que sus compañeros de equipo por fin presenciarían su boda, pues en la que organicé para salvarme de casarme con Damián, ninguno de ellos fue invitado.
Al parecer, estos le habían reprochado bastante a Owen el que no los incluyera como padrinos en su casamiento, era por eso que esta vez ellos nos acompañarían cuando el padre nos uniera en matrimonio. Una enorme bola de nervios se posó en mi estómago, mientras pensaba en lo divertido que sería la situación cuando los demás notaran que solamente estaríamos acompañados por amigos del novio.
Me entristeció un poco el saber que después de todos mis esfuerzos por sobresalir y ser la reina de la sociedad, no hice ninguna sola amiga. Aunque en realidad, era algo inevitable, y más después de que todos guardaban su distancia al conocer la manera en que destroné a Ophelia y la mandé a la cárcel.
Para nadie de nuestro círculo, era sorprendente saber que ella era capaz de cometer un acto tan cruel como el intentar asesinarme a mí y a mi hijo, pues era algo hasta común en el tipo de ambiente que crecimos, donde todos buscaban sobresalir y quedarse con la mayor parte de la herencia de su familia. En cambio, les resultaba más desconcertante y terrorífico, que una persona fuera capaz de destapar todos esos atroces crímenes y llevara a la justicia a alguien tan poderoso como lo era la heredera de los Monique. Era algo depresivo, pero también procuré buscarle el lado bueno, diciéndome que me ayudaría a filtrar a todas esas personas indeseables, que de estar a mi lado solamente buscarían aprovecharse de mi dinero e influencia.
Y algo que de igual forma conseguía consolarme, era que habría dos pequeños niños que sostendrían la cola de mi vestido. Aquellos dos seres serían Kail y Lena, los huérfanos nobles que solían apoyar a Fred mientras Owen pasaba unos días conmigo. Todo comenzó después de que hice un vínculo con Kail, y este se ofreció a cuidar al abuelo de mi esposo, era un hombrecito muy trabajador, que no le dolía esforzarse para alcanzar lo que quería y eso enorgullecía a Fred, lo trataba como su nieto y este estaba encantado de ser reconocido por algo distinto a causar desastres. Y Lena, era esa niña por la cual él estaba tan desesperado por darse prisa y crecer, ambos eran tiernos y más dulces que la miel, por lo cual me encontraba satisfecha de tener a alguien como ellos en mi vida.
Después de convivir los cinco por meses, me senté una madrugada junto a Owen y le comenté mi deseo de adoptarlos.
—Sé que adoptar no debe ser un capricho, sino más bien una responsabilidad de por vida, donde debo brindar amor y comprensión, y es por eso que deseo hacerlo. Quiero darles a ellos lo que desearía que mi hijo hubiera tenido, ambos lo merecen.
Abrí mi corazón esa noche con respecto al niño que perdí, y Owen como siempre, se limitó a escucharme y consolarme. Amaba tanto a ese hombre que era difícil de creerlo hasta para mí.
Era tan comprensivo y leal, que parecía una persona ficticia.
Owen realmente no puse objeciones a mi petición y más bien se encontraba muy feliz de poder hacerse de la custodia de ambos, pues era un hombre que amaba mucho a los niños y se sentía cómodo con ellos a su alrededor.
—Llegó la hora.
Espetó él a mi lado y yo asentí.
Decidí que en esta ocasión nos alistaríamos juntos y que aquella superstición de que el novio no podía ver a su futura esposa se fuera al carajo. Yo quería recordar ese día como uno donde ambos pasamos juntos desde la mañana hasta la noche y así se haría.
Él caminó primero que yo para poder recibirme cuando mi padre volviera a escoltarme y sonreí cuando este me tendió su brazo.
—Aquí vamos de nuevo —sentenció con un suspiro.
—Lamento hacerte escoltarme dos veces.
—¿Crees que eso me molesta? Al contrario, estoy feliz de que finalmente tengas un buen recuerdo de tu boda. Ya has sufrido bastante.