Eres mi salvación

Especial 1. Cuando nos conocimos

OWEN HUDSON

Luego de lesionarme y tener que dejar lo que más amaba, que era mi pasión por el béisbol mi vida se convirtió en un infierno. Dejé de pasar por la casa de mis abuelos, debido a que no deseaba que me vieran en ese estado de decaimiento en el que vivía. Mi mejor amigo se hizo el alcohol y empecé a aceptar cualquier compañía femenina que se me acercara, todo con tal de alejar lo más posible de mí el dolor que me causaba no poder continuar con lo que más amaba hacer.

Aquella noche después de la larga insistencia de mi manager, decidí asistir a la fiesta de la niña consentida Noix. 

—Necesitas limpiar tu reputación, o realmente no podré conseguirte ninguna otra oferta de trabajo. 

Tomé el vaso más cercano a mí y lo rompí sin piedad, intentando demostrarle lo harto que estaba de esa basura. Después de mi retiro, me habían intentado convertir en una especie de modelo o actor, lo cual odié desde el primer instante. No me gustaba tener que posar frente a la cámara y fingir que me gusta que me retraten, mientras mis compañeros se parten el cuerpo en los entrenamientos para los juegos. Nada de eso me parecía justo, y no necesitaba siquiera tener un empleo como ese cuando el dinero en mi caso no era el problema.

Había intentado desistir, pues realmente una fiesta de gente rica no era algo que me llamara la atención, mucho menos siendo el tipo de persona impulsiva que era, pero luego de estar sumergiéndome en la depresión esa misma noche, decidí que iría a entretenerme y ver con que chica adinerada alocada podía enrollarme.

Observé las llamadas perdidas de Samantha y suspiré. Realmente lo habíamos pasado bien unas cuantas veces, pero no necesitaba de una madre y ella intentaba ser la mía. Quería controlar a donde iba, a quien visitaba, en qué trabajaba o si lo hacía, y sobretodo, se metía en las decisiones que tomaba por el equipo. Después de tener algunas aventuras con ella, supe que no funcionaba nada bien el meterte con una persona con la que trabajas y comencé a evitarla. 

Llegué a la mansión de los Noix y me sorprendió que alguien como yo fuera invitado. Había muchas personas reconocidas en la política y los negocios, pero solamente unos pocos famosos o deportistas que pudieran destacarse demasiado. Todo tenía un aire muy formal y lujoso, lo cual sin duda iba muy acorde a la fama que su familia extremadamente millonaria poseía. 

Sin embargo, antes de que anunciaran la presencia de la cumpleañera, tomé una botella de vino que le robé a uno de los meseros y me metí al balcón, donde bebí absolutamente todo para no sentirme más decaído con ese sitio tan rígido y repleto de etiqueta.

El tiempo pasó y el nivel de alcohol en mi sangre aumentó. Dejé que algunas mujeres coquetearan conmigo y compartí besuqueos, mandé al carajo la reputación de la que mi manager hablaba y causé un pequeño alboroto en la celebración de la niña Noix. 

Y al día siguiente, cuando amanecí en un cuarto de servicio con una trabajadora que parecía estar ahora enamorada de mí, supe que verdaderamente me tiré a perder. Suspiré, mientras actuaba como si nada importante hubiera pasado y aquella chica se quebró delante de mí. No supe que decirle, pues sabía que cualquier cosa que saliera de mi boca solamente empeoraría las cosas y eso no es lo que buscaba.

Luego de que saliera corriendo simplemente envuelta en una sábana, otra chica entró en la habitación.

—Vaya, ¿Así que tendré un segundo round? —pregunté divertido.

Pensé que era una de las compañeras de la mujer con la que pase la noche y solamente quería tomarle el pelo, pero cuando se dio la vuelta y contemplé su bonito rostro, me di cuenta que ella era más que solo una sirvienta.

—Al parecer no estás aquí para eso—murmuré, evaluando su próxima reacción—. Pareces una gatita asustada, no te voy a destazar, dulzura. No es mi intención meterme con niñas inexpertas.

Y eso era cierto. Ella parecía demasiado menor como para tentarme. Estaba acostumbrado a liarme con mujeres mayores que ya sabían lo que quieren y no se destrozan la cabeza con sentimientos innecesarios, aquella mucama había sido la excepción, pero estaba demasiado borracho como para elegir con más cuidado.

—¡Señorita! ¡Señorita Amelia!

Escuchamos que gritaron en el pasillo.

Ella se tensó en un segundo, seguramente siendo la persona a la que buscaban con tanta insistencia. La oí maldecir en voz baja, y ver a una persona tan bella diciendo palabras tan fuertes me hizo reír. 

—¡Basta! ¡Te escucharán! —soltó alarmada mientras corría en mi dirección y me tapaba la boca.

Al tenerla tan cerca de mí y mirándome directamente a los ojos, su presencia se sentía totalmente diferente. Había algo en ella que me hizo estremecerme. Parecía una muñeca de carne y hueso, con sus labios enrojecidos y sus grandes ojos brillantes. Ver a una chica así de dulce, me dio unas ganas de tomarle el pelo y saqué mi lengua para lamer la palma de su mano.

—¡¿Qué haces?! 

—Tú fuiste la que se metió en este cuarto y de pronto se acercó a mí. No puedes echarme la culpa de nada de lo que pueda suceder.

Ella me brindó una mirada asesina, la cual me pareció aún más tierna.

—¡¿Amelia querida?! ¡¿Estás aquí?! ¡Revisen todos los cuartos a fondo, apresúrense!

Pensé que en ese momento la diversión habría terminado y que ella saldría. Pero actuó todo lo contrario a mis expectativas y se lanzó a la cama.

—Vaya, al parecer tienes ganas de hacer un gran escándalo.




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