OWEN HUDSON
Me impresionaba lo mucho que Amelia podía llegar a frustrarme. Era la mujer más impredecible y dura que había conocido en toda mi vida, y aunque adoraba bastante el carácter fuerte y luchador que tenía, también me hacía quebrarme la cabeza, justo como en ese momento.
—¿Dónde diablos te habías metido? Te estuve buscando por todos lados y no te encontraba.
Pregunté luego de casi morir de la preocupación cuando Amelia nunca llegó del baño. La había buscado por todo el edificio sintiéndome terrible, pensando que alguno de sus enemigos nuevamente intentó algo para dañarla y que yo no estuve ahí auxiliándola. Le pedí a todos de manera frenética que me ayudaran a ubicarla, hasta que uno de mis antiguos compañeros, que acababa de volver de la recepción, me comentó que la miró salir fuera y corrí hacia ella en un segundo.
—Aquí. Tenía ganas de fumar y vine.
Fruncí la frente, pensando que jamás la había visto con semejante hábito.
—¿Desde cuándo fumas?
—Desde hace más de veinte años.
A veces sus bromas acerca de su vida pasada me exasperaban, y ese día fue uno de esos momentos donde ella colmaba mi paciencia.
—¿Por qué no me avisaste entonces? así no habría estado tan preocupado.
—Creí que estabas muy ocupado.
—¿Ocupado?
Realmente sus palabras me tomaron desprevenido. ¿Cómo demonios habría estado ocupado en una fiesta? Fue hasta que recordé lo grosera que Samantha fue con ella cuando la conoció que empecé a notar que era lo que andaba mal.
—Por dios, Amelia, ¿te pusiste así porque estaba hablando con Sam?
—Bueno, no deseaba ser la tercera en discordia, ni aumentar las habladurías que tenían sobre mí, así que simplemente les di espacio y me vine a este lugar.
La miré perplejo, sin saber cómo las cosas llegaron a ese punto y el que los demás estuvieran hablando sobre mi vida privada a mis espaldas me enfurecía.
—¿Quién dijo algo?
—Eso no es lo importante. Sabes que no es el punto.
—Muñequita… estás siendo ridícula, ella es una amiga de hace mucho tiempo.
—Pues eso no es lo que supe.
—Bueno, creo que no te voy a ganar en esta discusión, así que mejor dime de una vez que demonios quieres saber.
—Antes de proponerte matrimonio… te habías acostado con la mucama, por lo que creí que no tenías una pareja o una persona que te gustara, pero ahora no estoy tan segura de eso. Sé honesto conmigo, Owen.
Al parecer, todo se complicó muchísimo. Siempre que pensaba que comenzaba a avanzar en mi relación con Amelia, algo fuera de mi control sucedía y lo jodía. Ella era una persona que había sido lastimada tanto que le costaba demasiado confiar en los demás, y fue esa actitud de Amelia lo que me alejó al principio. Mi enojo en nuestra luna de miel, fue que ella simplemente me usaba como su muñeco, el cual no necesitaba ni hablar ni actuar, solo pararse a su lado y fingir que todo estaba bien, mientras ella se jugaba el pecho intentando recuperar lo que le pertenecía.
Admiraba bastante su espíritu valiente, y había sido eso lo que me terminó impulsando para aceptar su propuesta de matrimonio cuando ella salvó a mis abuelos, pero no estaba de acuerdo con su manera de tratarme y no lo iba a permitir. Me quedé en silencio durante un rato, mientras buscaba la manera correcta de decirle que a quien realmente quería era a ella, pero al parecer, solo empeoré la situación, pues ella esbozó una expresión dolida.
—Vamos a divorciarnos, Owen.
Ahora sí que no entendía nada. ¿En verdad se atrevía a intentar botarme luego de todo lo que habíamos vivido?
—¿Qué demonios estás diciendo?
—Lo que oíste. No necesito seguir siendo la causante de tus desgracias, nunca quise separarte de esa chica, ni quitarte tu felicidad, y tampoco planeo continuar haciéndolo.
Seguía sin poder creer que intentara terminar todo así de fácil.
Levantó nuevamente su cigarro, pero el solo mirar la acción me hizo ver doble y se lo arrebaté.
—¿Qué te pasa?
—Esto es malo para tu salud.
—Da igual.
—Pues a mí no si me importa.
—Mejor deberías preocuparte por esa chica y dejarme en paz.
Exhalé con fuerza, luego de que continuara siendo tan testaruda, cuando se ponía en ese plan, era complicado hacerle entender.
—¿Entonces todo esto si es por ella?, te lo pregunté hace un rato y me lo negaste, y ahora parece que en verdad todas las cosas que estás diciéndome son por lo que te contaron de Sam.
—Bueno, ¿y qué sugieres? ¿deseas que actúe como estúpida y finja que no escuché nada? ¿quieres que me pegue a ti sabiendo que destruí tu relación con ella? ¿puedes jurarme siquiera que ya no sientes nada por esa mujer? Creo que ya he sufrido demasiado por decepciones amorosas, como para continuar con esto, Owen.