Eres Mi Sol -J-Hope

A la luz del día...

El sonido de la ciudad despertaba poco a poco. Desde la ventana, podía ver cómo el sol comenzaba a pintar el cielo de tonos naranjas y dorados. Era una nueva mañana, pero para mí, significaba mucho más que eso.

Aún estaba aquí, en Bangkok. Estaba con él.

Me giré en la cama y lo vi ahí, aún dormido, con su respiración acompasada y su rostro relajado. Me mordí el labio para contener una sonrisa. Después de la emoción del concierto, de los nervios, de todo lo que había sentido la noche anterior, estar en este momento de paz me parecía casi irreal.

Habíamos llegado al departamento de madrugada, exhaustos pero felices. Después de horas de adrenalina, nos encontramos simplemente disfrutando de nuestra compañía, de poder estar juntos sin la prisa de un horario ajustado.

Moví mi mano con cuidado y rocé sus dedos con los míos. No quería despertarlo, pero tampoco quería que este momento terminara. Como si hubiera sentido mi toque, Hobi se removió levemente y abrió los ojos con pereza. Lo vi parpadear unas cuantas veces antes de que su mirada se enfocara en mí.

—Buenos días —murmuró con voz ronca, su sonrisa formándose lentamente.

—Buenos días —respondí, con el corazón latiendo un poco más fuerte.

Él estiró un brazo y pasó los dedos suavemente por mi cabello.

—¿Cuánto tiempo llevas despierta?

—No mucho —mentí, aunque la verdad era que había estado despierta desde que el sol comenzó a asomarse.

—Podrías haberme despertado —dijo con un puchero adormilado.

Reí y negué con la cabeza.

—No quise hacerlo. Te veías tan tranquilo…

Hobi suspiró y se estiró en la cama antes de mirarme con una expresión más alerta.

—¿Qué quieres hacer hoy?

Me quedé pensando. No habíamos planeado nada específico.

—No sé… algo tranquilo. Solo quiero pasar tiempo contigo.

Hobi sonrió con satisfacción.

—Eso suena perfecto.

Nos quedamos en silencio por un momento, mirándonos sin prisa. Era un tipo de paz que no había sentido en mucho tiempo. Finalmente, Hobi se incorporó un poco y me tendió la mano.

—Vamos a desayunar. No quiero que te vayas de aquí sin probar la mejor comida de Bangkok.

Me reí y tomé su mano.

—Está bien. Pero yo elijo el postre.

—Trato hecho —dijo con una sonrisa antes de robarme un beso rápido en la frente.

Y así, con el sol brillando a través de la ventana y su risa llenando el aire, supe que este día, sin importar lo que hiciéramos, sería uno que recordaría para siempre.

Después de alistarnos sin prisas, salimos del departamento, tomados de la mano como si el mundo se hubiera detenido solo para nosotros. El aire de Bangkok era cálido, con el aroma de la comida callejera flotando en el ambiente. Era un contraste perfecto entre la emoción de la noche anterior y la tranquilidad de esta mañana.

—¿A dónde vamos primero? —pregunté mientras caminábamos por una calle bulliciosa, con puestos de comida a ambos lados.

Hobi apretó mi mano con suavidad.

—Primero, a un lugar que te va a encantar.

Le lancé una mirada curiosa, pero él solo sonrió con ese aire de misterio que lo caracterizaba. Después de unos minutos de caminata, llegamos a un pequeño café escondido entre callejones coloridos. El lugar era acogedor, con mesas de madera, luces colgantes y un ambiente que parecía sacado de una película.

—Es uno de mis favoritos cuando vengo aquí —dijo Hobi mientras sostenía la puerta para que entrara.

Miré a mi alrededor, maravillada.

—Es precioso.

Nos sentamos en una mesa junto a una gran ventana con vista a la calle. El aroma del café recién hecho me envolvió de inmediato.

—Dime, Rory —dijo Hobi con una sonrisa juguetona, apoyando los codos sobre la mesa—, ¿qué ha sido lo mejor de este viaje hasta ahora?

Pensé por un segundo, pero la respuesta era obvia.

—Tú —dije sin dudarlo.

Él parpadeó sorprendido antes de soltar una carcajada suave.

—Eso no es justo —dijo, fingiendo estar avergonzado—. Quería que dijeras el concierto.

Reí con él y negué con la cabeza.

—El concierto fue increíble, pero… verte ahí, verte así de feliz, eso fue lo mejor.

Hobi dejó escapar un suspiro, mirándome con una ternura que me hizo sentir mariposas en el estómago.

—Sabes, a veces me pregunto cómo es posible que después de todo, estés aquí —murmuró, jugando distraídamente con su taza de café—. Conmigo.

Mi pecho se apretó con cariño.

—Estoy aquí porque quiero estarlo. Porque no hay otro lugar en el que preferiría estar ahora mismo.

Terminamos nuestro desayuno entre risas y conversaciones sin prisa. Cuando salimos del café, el sol brillaba con más fuerza, y la ciudad seguía su ritmo frenético a nuestro alrededor.



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Editado: 14.03.2025

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