Las risas de los chicos se mezclaron con el suave murmullo de la noche, creando una melodía cálida y reconfortante. Nos abrazamos al encontrarnos, y cada saludo fue un recordatorio de cuánto había cambiado mi vida en tan poco tiempo. La última vez que todos estuvimos juntos, las cosas eran diferentes. Ahora, cada rostro conocido era una pieza más de mi nueva realidad, un ancla en este mar de emociones.
—¡Al fin llegaron! —exclamé, recibiendo un abrazo apretado de Kang Dae, uno de nuestros excompañeros de la universidad, cuya sonrisa siempre parecía iluminar cualquier lugar.
—No fue nuestra culpa —respondió con una risa suave—. Yo solo seguía a los mayores.
—Sí, claro —respondió Sung Min, la mayor del grupo rodando los ojos—. Dijiste que el atajo nos ahorraría tiempo, y míranos ahora.
Todos reímos, y el ambiente se tornó aún más acogedor. Nos acomodamos en el pequeño espacio que habíamos encontrado, formando un círculo natural. El aire fresco, las luces que titilaban a lo lejos y la compañía de mis amigos hacían de este momento algo casi irreal.
Entre bromas y anécdotas, mi mente se relajaba un poco, de los nervios y ansiedad por el viaje que haría en unos días. El viaje a Bangkok se cernía en mi horizonte, y cada pensamiento sobre Ho Seok me llenaba de una mezcla de nervios y emoción. No podía evitar preguntarme cómo sería ese reencuentro, si todo se sentiría tan natural como en mis sueños.
—¿Y tú, Rory? —la voz de Seojun me sacó de mis pensamientos—. ¿Qué has estado planeando?
—¿Yo? —parpadeé, intentando seguir el hilo de la conversación—. Bueno… tengo un pequeño viaje en puerta.
Haneul me miró con una sonrisa cómplice, y aunque no dije más, todos parecieron entender.
—¿Y a dónde irás? —preguntó Kang Dae.
—Iré a ver a mi novio —dije sintiendo el calor subir a mis mejillas —y a un concierto.
—Qué emoción, ¿y quién es el afortunado? —pregunto Sung Min con una sonrisa —porque chica, esa sonrisa que traes es hermosa, la última vez que nos vimos no estabas así.
Las risas estallaron, y el ambiente se volvió aún más ligero.
—Lo conocí de una manera inusual, pero la verdad es que si ha sido un cambio positivo en mi vida, y me emociona verlo de nuevo, ha estado muy ocupado viajando desde la última vez que nos vimos.
—Se va a poner tan feliz de verte —respondió Haneul, con su tono siempre reconfortante.
Mis ojos se nublaron un poco, pero las lágrimas nunca llegaron a caer.
—Yo también lo extraño —admití—. No importa cuántas llamadas o mensajes tengamos, siempre hay un espacio que solo se llena cuando estoy con él.
Sung Min me pasó una bebida caliente y me dio un leve golpecito en el hombro.
—Entonces, asegúrate de disfrutar cada momento.
Asentí, dejando que sus palabras se asentaran en mi corazón.
La noche continuó entre risas y planes improvisados. Sin embargo, en mi mente, las imágenes del viaje se entrelazaban con las del presente. Me veía en el aeropuerto, recorriendo los pasillos con la ansiedad latiendo en mis venas. Imaginaba el momento en que nuestros ojos se encontrarían entre la multitud, cuando todo el ruido se desvanecería y solo quedaríamos él y yo.
Finalmente, la reunión fue disolviéndose poco a poco. Los chicos se despidieron de nosotras. Haneul y yo nos quedamos unos minutos más, viendo cómo las luces de la ciudad parpadeaban en la distancia.
El viento nocturno acariciaba mi rostro mientras Haneul y yo permanecíamos en silencio, observando el reflejo de las luces en la superficie del río. La ciudad seguía viva, con su incesante murmullo de autos y risas lejanas, pero en nuestro pequeño espacio, todo parecía calmo.
—Es extraño —murmuré, envolviendo mis manos alrededor del vaso caliente—. Hace unos meses, mi vida era completamente diferente.
Haneul giró el rostro hacia mí, con su característica expresión de curiosidad.
—¿A qué te refieres?
Suspiré, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
—A que nunca pensé que volvería a sentirme así. Con ilusión, con ganas de algo más. Después de todo lo que pasó… pensé que la vida ya no era para mí.
Mi voz se apagó en la última frase, como si aún quedara un pequeño resquicio de duda en mi interior.
Haneul sonrió suavemente y me dio un leve codazo.
—Pero aquí estás, disfrutando del día a día, preparando tus maletas para encontrarte con alguien que claramente te quiere tanto como tú a él. Si eso no es prueba de que la vida tiene siempre algo preparado mejor de lo que fue le pasado.
Sonreí, pero no respondí.
Sabía que tenía razón.
Las dudas eran solo ecos del pasado, sombras que se aferraban a mi mente, recordándome que el miedo había sido mi mayor enemigo durante tanto tiempo. Pero la diferencia era que, ahora, estaba dispuesta a enfrentarlo.
—¿Ya tienes todo listo para el viaje? —preguntó Haneul, cambiando el tono de la conversación.
—Casi —respondí, estirándome un poco—. Solo me falta empacar algunas cosas, pero en su mayoría, ya está todo en orden.