Nunca había deseado tanto la presencia de alguien en mi vida.
Nunca quise luchar tanto por alguien.
Pero aun así, tenía miedo.
Miedo de lo que la vida me había dado —este amor inesperado, cálido, imperfecto— y que al mismo tiempo parecía querer quitarme a partes iguales.
Estábamos sentados en silencio, en el pequeño sofá de mi oficina, con los brazos entrelazados como si eso fuera suficiente para sostener todo lo que pendía de un hilo. Y tal vez lo era, por ahora. Porque su cercanía era todo lo que necesitaba para no rendirme.
—A veces pienso que… No sé amar sin miedo —confesé en voz baja, sin mirarlo—. Como si algo en mí esperara que todo lo bueno se rompa. Que se acabe. Que me deje… —dije bajando la voz.
Hoseok guardó silencio un momento. Lo sentí inhalar profundo antes de hablar.
—Yo también tengo miedo —dijo al fin—. De perderme en el ruido, de que todo esto me cambie, de que te canses de toda esa ausencia, la distancia que hay entre nosotros… y decidas dejarme. Pero aun así… estoy aquí, porque te amo, y no quiero que esto lo pases sola. Quiero estar contigo.
Mi pecho se llenó de algo cálido y punzante a la vez.
“Te amo.”
No lo había dicho antes, no así. Y eso hizo que mi corazón latiera con un atisbo de emoción.
Y aun con la garganta cerrada, con la piel erizada y los ojos húmedos, supe que lo sentía desde hacía tiempo.
Giré para mirarlo. Sus ojos estaban fijos en los míos, y en ellos vi todo: el cansancio, la ternura, la certeza.
—Yo también te amo —dije, apenas en un susurro—. Aunque me asuste. Aunque a veces no sepa cómo hacerlo bien. Aunque llevamos poco tiempo en todo esto…
Una sonrisa suave se dibujó en sus labios, y en ese gesto encontré la fuerza para creer un poco más en nosotros.
—No tienes que hacerlo perfecto —respondió—. Solo tienes que quedarte a mi lado.
Lo abracé de nuevo, esta vez con un amor más consciente, más profundo. El tipo de amor que sabe que las cosas frágiles también pueden sostenerse si ambas partes se aferran con todo lo que tienen.
Nos quedamos ahí, en silencio, donde el único sonido era el de nuestras respiraciones. Estábamos solo nosotros, sin ver nada del mundo que nos rodeaba, de las tantas suposiciones de nuestra relación, de las tantas críticas de las fans, de las opiniones que no debían ser importantes si no aportan nada.
Su mano pasaba por mi brazo, dejando suaves caricias, hasta que rompió el silencio con esa voz suave.
—¿Cómo te sientes? —preguntó dando un beso en mi frente.
—Tranquila —respondí dejando escapar un suspiro— Me alegra que hayas venido a pesar del caos…
Él sonrió contra mi piel, su beso en mi frente aun palpitando como una marca invisible.
—Tenía que hacerlo —susurró—. No podía quedarme esperando a que esto se apagará… o a que tú lo hicieras.
Sus palabras me abrazaron de una forma especial, transmitiendo calma. Porque era cierto: todo a nuestro alrededor parecía querer apagarnos.
—No quería ser una carga para ti —admití, apenas audible, como si aún me costara aceptar el peso de mis propios miedos.
Hoseok se apartó un poco para mirarme a los ojos, con esa expresión entre firme y dulce que solo él sabía sostener.
—Rory… tú no eres una carga. Eres… mi calma.
Mis labios temblaron levemente con una sonrisa quebrada, y lo sentí acariciar mi mejilla con el dorso de sus dedos.
—Me importa lo que te pasa, lo que sientes, lo que te asusta —continuó—. No estoy contigo solo para los momentos felices. Estoy para todo. Para el caos, el miedo, las decisiones difíciles…
—¿Incluso para cuando dude? —pregunté, con la sinceridad de quien aún camina con pies heridos.
—Sobre todo entonces —respondió sin dudar—. No quiero que te sientas sola cuando más te cuesta sostenerte.
Mis ojos se llenaron de lágrimas. No por tristeza, sino por la paz de ser escuchada. De ser entendida.
De no tener que pelear sola por lo que sentía.
Apoyé mi frente contra su pecho y cerré los ojos.
—Tú también puedes decirlo, ¿sabes? Si estás cansado. Si no sabes qué hacer.
Hoseok me rodeó con ambos brazos, su respiración profunda acompañando la mía.
—A veces lo estoy —confesó—. Pero contigo, incluso el cansancio se siente menos pesado.
Las luces de la ciudad se colaban por la ventana, pero no nos alcanzaban del todo.
Estábamos envueltos en un rincón aparte del mundo, donde no había fans, ni rumores, ni exigencias.
Solo él a mi lado, abrazándome, siendo ese rayo de sol una vez más.
—Nunca pensé que me encontraría en este punto… —dije jugueteando con su mano —a veces despertaba y pensaba que todo era un sueño, o que esto no duraría mucho…
Hoseok apretó ligeramente mis dedos entre los suyos, como si quisiera anclarme al presente.
—Yo también lo pensé —admitió—. Al principio, me decía que no debía acercarme tanto… que todo esto era temporal.
—¿Y ahora? —pregunté con voz suave, sin atreverme a levantar la mirada.
—Ahora sé que no quiero que termine —dijo sin titubeos—. Que si se convierte en un sueño, quiero seguir soñándolo contigo.