Después de ese desayuno improvisado —de palabras que calaron hondo y de silencios que sanaban más que cualquier consuelo— los chicos comenzaron a levantarse poco a poco.
Jimin recogía las tazas mientras Jungkook intentaba meter todas las envolturas en una sola bolsa sin demasiado éxito.
Yoongi le quitó el teléfono a Taehyung, que intentaba grabar algo para sus historias con un filtro ridículo, y se lo puso boca abajo, sin hablar. Todos reímos.
—Hora de irnos —anunció Namjoon, con esa voz pausada que sonaba a despedida y abrazo al mismo tiempo—. Pero ya sabes, Rory, si necesitas algo solo llama.
—Y si no llamas, igual vendremos —agregó Tae, alzando una ceja como si fuera una amenaza dulce.
Me acerqué para abrazarlos uno por uno, y cada gesto fue distinto:
El apretón breve pero firme de Jin.
El abrazo largo y cálido de Jimin.
El toque silencioso de Yoongi en mi hombro.
La sonrisa de Jungkook mientras me revolvía el cabello.
El medio abrazo de Taehyung, como si sus palabras no fueran necesarias.
Y Namjoon, que solo dijo antes de salir:
—El castillo puede ser de arena, sí. Pero tú eres roca.
La puerta se cerró suavemente tras ellos.
Y el silencio volvió.
Pero no era el mismo de antes.
No era un silencio vacío, ni de soledad.
Era un silencio lleno de certeza.
Hoseok seguía ahí, recostado en el sofá, mirándome con una expresión que sólo él tenía para mí: mezcla de orgullo, cariño y algo más… algo parecido a la calma compartida.
—¿En qué piensas? —me preguntó, acariciando el borde de su taza aún tibia.
Me acerqué y me dejé caer a su lado, cruzando mis piernas sobre el sillón.
Apoyé la cabeza en su hombro, sin prisa.
—En que hoy no me sentí sola —murmuré.
—Porque no lo estás.
—Lo sé. Pero a veces una parte de mí… olvida. Se esconde.
Él giró apenas el rostro y dejó un beso en mi cabello.
—Entonces, cuando esa parte se esconda… déjame buscarla. ¿Sí?
Asentí, con los ojos cerrados.
Lo sentí respirar profundo, como si estuviera anclándose también.
—Gracias, Hobi.
—Gracias a ti, Rory, por quedarte, por no rendirte, por amarme, incluso cuando el amor duele.
Nos quedamos así, con el murmullo de la ciudad filtrándose por la ventana. Y aunque las noticias seguían allá afuera, aunque el mundo tuviera más opiniones que certezas, yo solo pensaba en esto, en el sentimiento de calma del presente, del ahora.
En lo que se queda cuando todo lo demás se cae, lo que permanece. En lo que somos, cuando elegimos seguir, incluso con miedo. Eso… también es amor.
☀️
Todo el día me quedé en mi departamento, sin responder a mi teléfono, lejos del sonido del exterior, lejos del bullicio que había a mi alrededor.
El teléfono seguía en el mismo sitio: boca abajo, sobre mi escritorio, ignorado, sin ver llamadas, o mensajes de fans, sin gastar mi energía en cosas que no valían la pena.
Me limité a trabajar, editar fotografías y adelantar pendientes del estudio como mi forma de sostenerme, de no desbordarme. Y ahí a mi lado estaba Haneul, sentada al otro lado del sofá con su computadora portátil, los pies envueltos en una manta y el cabello recogido de forma desordenada.
Decía que solo había venido a «no sentirse sola en el estudio», pero yo sabía que lo hacía para no dejarme sola a mí.
Cada tanto, me pasaba una taza nueva de café o me ofrecía algo para comer. Hacía comentarios suaves, sin invadir. No preguntaba mucho. Solo estaba.
Y eso… eso me sostuvo más de lo que podría haberlo explicado.
—¿Seguro no quieres ver algo en la tele? —preguntó en algún momento, con voz suave—. Podríamos ver una de esas películas donde todo sale bien y nadie se vuelve viral por salir con alguien.
Sonreí, agradecida por su intento de hacerme reír. Negué con la cabeza.
—Estoy bien así, sin pensar en mi vida de Star struck —dije tranquilizandola, aunque esta vez no era una mentira piadosa. Estaba bien… en silencio. En pausa.
Haneul me miró de reojo, con esa mezcla suya de ironía y ternura.
—Bueno, al menos ya aceptas que tu vida se parece a una película —dijo mientras estiraba las piernas sobre el sofá—. Aunque si fuera por mí, le bajaría el drama en el guión y aumentaría el presupuesto en abrazos.
Reí bajito, dejando el cursor sobre una foto a medio editar.
El gesto me hizo bien.
Fue como si mi pecho se abriera un poco más, dejando que entrara aire nuevo.
—¿Y cómo iría la banda sonora? —le seguí el juego, girando mi rostro hacia ella.
Haneul levantó la mirada, fingiendo pensarlo.
—Definitivamente algo con cuerdas. Emotivo. De esos temas que suenan cuando la protagonista mira por la ventana con una taza de café, mientras su vida se derrumba por dentro, pero se ve estéticamente hermosa haciéndolo.
—Muy específico —dije entre risas.
—Demasiadas películas, ya te dije —respondió, encogiéndose de hombros—. Pero míralo de este modo: si ya estás atrapada en un drama, al menos que tenga buena iluminación y planos bonitos.