No existe mejor regalo que aprovechar cada instante de tu vida con una sonrisa.
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Vuelve
A decirme lo de siempre
Que me quieres, pero no puedes tenerme
He hecho lo imposible para hacerme fuerte
Y aunque sea el mismo camino solo
Vuelve
Solo quiero que lo intentes
No me digas que ahora necesitas suerte
¿De verdad que necesitas que recuerde
Que las cosas que se cuidan no se tiran de repente?
Tarareo una canción en español mientras me pongo un short de mezclilla y una blusa holgada. Alex me ha dicho que lo acompañara al entrenamiento de la manada, acepte; ya que quería salir de estas cuatros paredes.
Termino de ponerme mis tenis con cuidado de no lastimar mi tobillo y salgo de la habitación. Estoy emocionada porque podre sentir el aire fresco después de un tiempo.
Se me hace difícil dar con la sala, pues esta casa es grande, aunque acogedora. Tiene grandes ventanales que dan una hermosa vista al bosque y sus alrededores. ¡Al fin pude llegar a la sala! Alex esta allí parado dándome la espalda, pero no esta solo. Una chica bastante bonita y alta esta con él. Es pelirroja, sus rasgos delicados con unos intensos ojos verdes y una buena figura. Todo está bien hasta ahí ¿cierto? Lo que me molesta es con la confianza que esta tocando a mi Alex.
¿Tú Alex? ¿Desde cuándo es tuyo?
Desde que acepte intentarlo.
Carraspeo llamando la atención de ambos. En el momento que Alex me ve se pone un poco nervioso y trata de alejarse de ella. Me acerco hasta quedar al lado de él, la pelirroja me mira con desdén y hace una muesca de asco.
—Osito ¿Quién es esta humana? Y... ¿Por qué esta en nuestra casa? —todo lo bonito que tiene se fue a la mierda con su tono chillón y su forma arrogante.
Pongo una sonrisa de lo mas falsa; rodeo la cintura de Alex con una de mis manos para aproximarme más a él.
—Yo soy Kaela la mate de Alex y luna de esta manada. ¿Tú quien eres? Nadie me ha hablado nunca de ti, ni que eras la dueña de esta casa, o que vives aquí —aprieta ligeramente la mandíbula y deja salir una pequeña risita.
—Eres una tonta. Alguien como tú —me señala —, una humana frágil, no puede ser la mate ni la luna de alguien como mi osito —antes de que continúe, Alex que no había dicho nada hasta ahora la interrumpe.
—Cleo, por nada del mundo aceptare que les hables así a mi mujer, ni a tu luna.
—Despreocúpate amor—lo miro con una sonrisa —. Deja que diga lo que piensa. ¿Qué más quieres decir cariño?
—El necesita a una mujer, alguien fuerte que pueda velar por esta manada; no a una niña humana como tú.
—Bueno esa es tu opinión de mí, no puedo decir lo contrario. Aunque, para serte sincera, no me importa. Pero te dejare claro algo —doy un paso hacia ella —. Te vuelves a acercar a esta casa o a Alex y te aseguro que no me importara lo fuerte que seas, porque pateare tu estúpido trasero —termino de decir fríamente. Ella me mira con odio, pero no será la primera ni la ultima en hacerlo —. En este instante te iras de esta casa, no eres bienvenida.
—Te aseguro que me las pagaras, perra —farfulla y se va contoneando el trasero.
Ruedo los ojos no puede verse más ridícula.
Estoy de acuerdo contigo.
Era justo, insoportable.
—¿Ya nos vamos? —inquirí volteando sobre mis talones. Alexander tiene una gran sonrisa en su rostro. —¿Por qué esa sonrisa?
—Te ves caliente —frunzo el ceño confundida —. Así toda celosa, defendiendo lo que es tuyo.
Sonrojada me hago la desentendida. —No se de qué hablas, mejor vámonos.
—Como digas luna —deja un beso en mi mejilla y salimos.
Abro los ojos como platos al ver todo este lugar. Es impresiónate. Parece una cuidad, un poco mas pequeña y con menos personas. Tiene grandes pinos y muchas montañas, todo se siente como un sueño; se respira paz y armonía. Hay parejas caminando, niños jugando, otros trabajando o simplemente hablando.
—¿Te gusta?
—¿Qué si me gusta? ¡Me encanta! Es simplemente hermoso —digo entusiasmada.
—Sabía que te gustaría —asiento mirando todo con emoción —. Esta es mi manada. Bueno, ahora es nuestra.
Le regalo una tímida sonrisa y sigo viendo todo con atención. Algunas personas hacen una pequeña reverencia por donde pasamos y otros solo me miran con curiosidad.
[...]
Luego de unos minutos caminando, llegamos al lugar de entrenamiento. Este sitio es grande; hay hombres y mujeres peleando cuerpo a cuerpo o en su forma lobuna. Pero eso no es lo que me interesa, sino todos estos hombres sin camisetas; creo que he muerto y ahora estoy en el cielo.
—No fue buena idea traerte aquí.
—¿Qué? ¿Por qué? Esto es el paraíso. —Se para abruptamente y me mira con el ceño fruncido.
—Al único hombre que tienes que ver como si quisieras comértelo es a mí, no a ello. Yo soy tuyo no ellos. —habla con frialdad. Le doy una sonrisa pícara.