Ojalá nunca te hubiera conocido, creo que todo sería mucho más fácil.

Mierda, ¿ahora cómo salgo de aquí?
Piensa Kaela, piensa.
—Mata a los guardias de la puerta.
—Tendría que pelear con ellos y lo más probable es que el ruido de la posible pelea alerte a Alex.
¡Ahg! ¿Por qué no me quedé en Australia? Nada de esto hubiera pasado.
—Porque quería dejar el recuerdo de tu hijo muerto, además, tarde o temprano te ibas a convertir.
—¿En algún momento te apagas, vocecilla estúpida?
—Cuando te mueras y no soy una vocecilla, soy tu parte demoníaca la que te hace cometer locuras y querer hacer cosas malas; como matar a todos.
—No puedo matar a todos, ellos son inocentes.
—Le quitas lo divertido a la vida.
Paseo la vista por toda la habitación en busca de algo que me ayude a salir de este lugar. Espero que sea la última vez en estar en esta manada, aunque extrañaré a Emma y James.
Espera, si soy una vampiresa puedo volar ¿cierto? O bueno… en las películas vuelan.
—Solo sal por la ventana, al idiota de tu mate se le olvido la vez que te escapaste por ahí y no hay ninguna seguridad.
—La otra vez casi me rompo el pie.
—Antes no eras una híbrida.
Tiene razón. Me muevo sigilosamente, lo menos que quiero es que se enteren de mi escape y enfrentar de nuevo a Alex.
Saco los pies por la misma ventana de la que traté escapar la primera vez, suspiro antes de dejarme caer al vacío. La diferencia de aquella ocasión y esta, es que aquí quedo de pie sin ningún rasguño, excepto el pequeño dolor de las heridas que están sanando.
Me pregunto, ¿por qué esta parte de la manada tiene menos seguridad? Ante cualquier ataque, este sería el mejor lugar para entrar. Observo a mis alrededores, al no ver a nadie cerca avanzo recordando mi sueño con ese hombre.
«Al final del bosque, cerca del lago que se encuentra en el este de la manada encontrarás un sendero de rosas muertas, estas te guiarán a un castillo; ahí me encontrarás.»
—¿Y si todo es una trampa para matarte?
—Pues estaré muerta y ya, de todos modos no es que me encuentre segura con Alex.
Un ruido detrás de mí, me pone alerta. Que no sea un guerrero, que no sea un guerrero, que no se…
—¿Luna? —doy media vuelta sobre mis pies y observo un joven rostro desconocido —. ¿Qué hace usted acá? —interroga evitando contacto visual.
—Y…yo estoy dando un paseo —respondo rápidamente. El chico me mira con desconfianza, pero asiente.
—No debe andar sola por esta parte de la manada, luna.
—Sí, lo sé. Solo necesito un poco de tranquilidad y este es el sitio adecuado.
—Bien, no se tarde mucho, luna —dice antes de irse.
Lo mejor es darme rápido, para eso soy una vampiro. Llego al final del bosque, donde se encuentra un bonito lago congelado, las montañas de fondo y altos pinos cubiertos de nieve le dan al lugar un aspecto de esos que se ve en las revistas, que te cuesta creer si son reales o no.
Hasta ahora no me había dado cuenta de que no siento frío, en cambio mi piel se encuentra helada, supongo que es algo de vampiros.
El sonido de una rama rompiéndose me pone en alerta y el olor a lobo llega a mi nariz.
—Oh, pero miren a quien tenemos aquí —la desagradable voz de Cleo irrita mis oídos, no la había visto desde aquel día en la universidad —. Si es la patética humana que resultó ser una híbrida.
—¿No tienes algo mejor que hacer, Cleo? —entorné los ojos con molestia —. No tengo tiempo para perderlo contigo.
—Por los alrededores se comenta lo que hizo Alex contigo y que mató a Chad, así que supongo que escapas de él, ¿no?
—No son tus problemas lo que haga o deje de hacer.
—Creo que Alex se sentiría orgulloso si te llevo ante él —da golpecitos con los pies y sonríe al ver lo tensa que estoy. Perra —. Pero no lo haré, me convienes más lejos que cerca de mi osito.
—Cuidado si lo irritas y seas la próxima muerta.
—Cállate, aunque seas una híbrida, no manejas tus poderes, por lo que en un rápido movimiento puedo apagar tu miserable vida para siempre.
—No lo harás, sabes que eso también significaría tu muerte —se queda callada y ahora soy yo la que sonrio —. Espero que no acabes muerta con la furia de tu osito.
—Eres una perra —sinsea con enojo.
—No, soy una vampiro. Que te vaya bien con tu osito —me despido burlonamente y cojo el sendero de las rosas muertas.
¿Por qué estás rosas se encuentra muerta cuando todo en mi entorno se halla lleno de vida? El camino cada vez es más estrecho, algunas ramas cortan mi piel, pero las heridas se cierran con rapidez.
En esta parte del bosque, todo se ve siniestro, los árboles cubiertos de algo negro y viscoso, además de secos y con olor a animales muertos. Esto no me agrada para nada, quizá si es una trampa para matarme aquí mismo, nadie se daría cuenta.
No puedo usar mi velocidad, ya que estoy rodeada de grandes ramas y algunas de ellas con espinas. No sé cuánto tiempo pasa hasta que salgo del bosque. Frente a mí se alza un imponente castillo, parece antiguo, sus colores son opacos y todo lo que se puede ver me gusta. Pensaba que los vampiros vivían bajo la tierra y que todo a su alrededor estaría muerto.
Mi cuerpo impacta contra el suelo cuando alguien me empuja poniéndose encima de mí y llevando mis brazos a una posición dolorosa.
¿Acaso mi destino es estar en el suelo?
Desde esa postura, observó varios hombres rodeandome y apuntándome con armas.
—¿Qué demonios?
—¿Quién eres tú y qué haces en nuestra tierras? —aprieta con más fuerza mi brazo.
—Huele a perro, significa que estaba con los lobos —dice uno de ellos.