Eres mía [#1]

Cap.30

Del mismo dolor vendrá un nuevo amanecer. -Gustavo Cerati.

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Su corazón todavía late en mi mano, sus ojos están abiertos, pero creo que ya no respira.

—Estaba pensando en tener tu corazón como mi trofeo, sin embargo, no me gusta la basura —hablo con tranquilidad, aunque lo más probable es que no me escuche —. Y como te encanta tanto tu miembro, te lo daré de comer.

El corazón lo pongo cerca de su cuerpo, mientras me muevo un poco hacía sus pantalones. Desabrocho su pantalón y mi mano tiembla ligeramente; todavía puedo sentir su asqueroso sabor en mi boca. Hago aparecer una daga negra y la acerco a su flácido pene.

—Esto es por hacer que mi hijo viera tu asqueroso acto —la afilada hoja cortó su aparato sin ningún problema, la sangre fluía como si fuera agua, empapando el piso de ese líquido viscoso.

Arrugo la nariz con desagrado cuando lo cojo, abro su boca y se lo entro sin ningún problema. Me separo de su cuerpo, la sangre gotea de mis dedos y admiro mi obra de arte. Una que es muy repugnante.

Tengo que deshacerme de su cuerpo, en alguna parte de este lugar debe de haber algo que pueda utilizar. En estos momentos no puedo ver el cuerpo de Kilian y Alex si deseo no derrumbarme.

Voy a la puerta y rompo la cerradura sin ningún tipo de esfuerzo. Al otro lado se encuentra un corto pasillo, las paredes son de una madera desgastada y descolorida, es pequeña y el moho cubre la mayor parte.

Hay tres puertas, voy a una de ella y la abro. Hay un baño pequeño en mal estado, la cierro y voy a la siguiente; es una pequeña habitación con mucho reguero, sin embargo, parece que el plan de Lyon era quemarnos después de asesinarnos a todos. Un pote rojo lleno de gasolina está cerca de la puerta y en una mesita rota se encuentra un encendedor.

Tomo lo que necesito y salgo de ahí, me dirijo a la otra puerta que efectivamente es la salida. Un paisaje en blanco me da la bienvenida, la nieve cae cubriendo todo a su paso.

¿Cuántos días habrá pasado? Cuando me fui el clima no estaba así.

Mis pies descalzos se hunden en la nieve, mis alas cubren la mayor parte de mi cuerpo. Doy unos cuantos pasos hasta un árbol, estoy en medio de la nada. Dejo la gasolina al lado del tronco y mantengo conmigo el encendedor.

Desde afuera la cabaña se ve peor de lo que está por dentro, no me detengo a ver muchos detalles y vuelvo a entrar a la habitación donde se hallan los cuerpos. De forma inevitable veo el cuerpo de Kilian, mis pasos se detienen de manera brusca.

Su cabeza se encuentra a unos centímetros de donde está el resto de su cuerpo atado.

Me agarro de la puerta cuando mis piernas fallan. ¿Por qué? Es mi bebé, ¿quién me dirá mami? Ya no escucharé sus tiernos te amo.

—¡¿Por qué?! ¡Era solo un niño! —le grito al cuerpo de Lyon —. ¡Hubiera preferido mi muerte! Yo… —El nudo en mi garganta me impide hablar, las lágrimas se deslizan por mi mejilla y yo me dejo caer al suelo.

Llevo mis piernas hacía mi pecho y las envuelvo con mis brazos, escondo mi cabeza y lloro hasta que ya no quedan lágrimas dentro de mí.

Deseo morir, ya no hay nada para mí en este inútil mundo.

Mi pequeño bebé.

Seco mi rostro y me levanto, voy hasta donde están los cuerpos de Lyon y Nahuel. A ambos los arrastro por el pasillo, manchándolo de sangre.

Pongo los cadáveres un poco alejados del árbol, no quiero que todo se incendie. Los apilo uno encima del otro y luego los rocío de gasolina. Enciendo el encendedor y miro las llamas por unos segundos antes de dejarla caer.

El olor a carne quemada no tardó en inundar el ambiente. Mire cómo las llamas eran cada vez más altas y poco a poco quemaba todo.

—Espero que se jodan en el infierno —murmuro, antes de darme la vuelta y volver a entrar a esa cabaña.

Mantengo toda la calma que es posible, pero aun así mis manos tiemblan cuando desato el cuerpo de Kilian.

Si he podido hacer parecer armas, traspasar las cadenas sin romperla, ¿qué más podría hacer? ¿Qué dones me dará el poder controlar la oscuridad?

Acerco con delicadeza la cabeza a su cuerpo, presiono mi mano en su cuello y cierro los ojos.

Por favor, si tengo el poder de revivirlo déjame hacerlo, por favor...

Pienso en él abrazándome, riendo de cualquier tontería y estando conmigo entre mis brazos.

Bebé, vuelve…

Al abrir los ojos, la esencia negra que use para acabar con Lyon rodea su frágil cuerpo. Quito la mano de su cuello y me emociono.

¿Funciono?

—¿Kilian? —lo muevo un poco, pero no reacciona. Pego mi oreja a su pecho, y en el lugar donde se halla su corazón no hay ningún latido —. Por favor —suplico a la nada.

¿Entonces puedo unir partes del cuerpo, pero no volverlo a la vida?

Me alejo un poco, su cuerpo es extremadamente pálido y se encuentra frío. El calor que lo caracteriza por ser mitad humano ya no esta. Aparto un mechón de cabello de su rostro y lo observo esperando alguna reacción, aunque no hay nada.

Lo cargo en mi regazo y lo abrazo pegándolo a mi pecho.

—Sabes, la vez que supe que estaba embarazada, me emocione. Es cierto que donde me encontraba no era un buen sitio, sin embargo, iba a cuidarte y a darte todo el amor que no tuve —me detengo y beso su frente —. Eras mi rayito de luz entre tanta oscuridad. No habías nacido y ya planeaba darte el mundo si hubiese sido necesario —una risa entrecortada sale de mi garganta —. Por estúpido que suene, ya me encontraba planificando como serían las navidades contigo, ya que era mi época favorita del año. Es donde tenía la ilusión de que santa cumpliera el deseo de que alguien me adoptara, nunca ocurrió y yo olvidé ese deseo tonto. Naciste justo en navidad, debió de ser el día más feliz de mi vida, pero te perdí. Al igual que ahora, creo que este es mi mes maldito. Perderte dos veces en el mes que naciste.

Lo siento por no haber podido ser una madre para ti, Kilian. Lamento no estar en cada uno de tus cumpleaños, lamento no escuchar tus primeras palabras, sostenerte luego de tus caídas y lamento no haberte protegido. Te prometo que si hay otra vida después de esta, te protegeré con mi alma y te amará más allá de mi último aliento.




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