Eres mía.

1. Kania.

Capítulo 1.

 

Siento el peso encima de mí y gruño, ¿qué es esto? Abro los ojos con pereza y sonrío a medias al ver que es Milan. Miro por encima el reloj que tengo en la mesa de noche y me llevo la sorpresa que son las cuatro de la tarde y que mi hijo acaba de llegar del jardín.

—Mamá dormilona —me acusa, mientras ríe.

Me levanto cargándolo en mis brazos.

—Hola, mi bebé —beso su pequeña nariz—¿Cómo te fue? —trato de arreglar su cabello castaño, pero es tan ondulado que no es muy fácil de manejar.

—¡Muy bien!, ¡el abuelo fue por mí y me llevo a comer helado! —me cuenta.

Me bajo con él de la cama y lo dejo en el suelo para caminar hasta el peinador donde me organizo un poco la cara quitando la lagaña de una maravillosa siesta en la tarde y acomodo mi cabello castaño claro.

—La tía Liv me dijo que no podías dormir más —se trepa por mis piernas para terminar sentándose en mi regazo. A la vez que termino de desenredarme las puntas del cabello y me hago una coleta alta.

—Perdón por ayer no decirte buenas noches.

—No te preocupes, mami —me da un beso en la mano—. La abu me dijo que tenías turno en la noche y que no podías depetirte de mí.

—Despedirte —le corrijo con diversión.

Aún hay palabras que le cuesta mucho pronunciar.

Mi hijo tiene cuatro años recién cumplidos. Es un niño muy alegre, divertido y que siempre le gusta estar haciendo algo. Puede llegar a ser inquieto en algunas ocasiones, pero cuando se le dice que se tiene que quedar quieto por un tiempo —siempre y cuando no sea más de una hora—, es capaz de atacar la orden. Esta en jardín y hasta hace unos tres meses pude ingresarlo, porque ya estaba teniendo edad para ello.

Milan Milter es alguien que nunca creí que me iba a dar tanta felicidad.

No sé cómo describirlo, verlo a través del espejo jugando con mis manos, me lleva a ese momento donde pensé que no iba a querer algo que llegaba tan temprano a mí vida. Nunca se está lista para ser madre, ni mucho menos cuando tienes diecisiete años, pero acá estoy gracias al apoyo de mi familia y todo lo que él me hace sentir.

—¿Qué te parece ir al parque?

—No, mami, tengo tareas y Ryan viene con Julis —me explica, me da otro beso en la mejilla y se baja de mi regazo—. Te veo afuera —se marcha corriendo de la habitación.

Salgo la habitación minutos después encontrándome con un olor delicioso de dulce. Veo a mi hermana menor Olivia acostada en el sofá de la sala viendo algún programa coreano que tanto le gusta y está comiendo de las palomitas de maíz a las que es adicta y sus gafas cuadradas las tiene ya casi en la punta de la nariz y ni siquiera lo ha notado.

—¿Dónde está mamá? —pregunto.

—En la cocina —responde, sin siquiera despegar su vista del televisor.

Camino por la sala y giro a la izquierda para entrar en la cocina. Allí noto a mi madre sentada con una libreta encima de la isla y con una cuchara en la mano; de seguro con la que está cocinando.

—¿Qué estás cocinando? Huele delicioso —curioseo la cocina y destapo la olla en la que huelo puro caramelo derretido.

—Estoy haciendo la mezcla para el pastel de Julieth —dice, despegando sus ojos verdes de la libreta—. No quiero que dentro de una semana me dé cuenta que el pastel que hice es un fracaso. Entonces hoy estoy preparando uno para que nos comamos.

—Somos a los que vas a intoxicar.

—Es mejor que intoxicar a la cumpleañera —bromea— ¿Qué tal las clases?

—Bien, tengo que entregar un informe el lunes… —enarco una ceja hacia a ella con diversión. Menea la cabeza dándome una sonrisa de boca cerrada—. Mami…

—No, mi vida, eso no va a pasar —abre la libreta que de nuevo vuelve a ojear—. Ya pasó el tiempo donde en ocasiones redactaba sus trabajos. Ahora son muy grandes para eso.

—A Liv todavía la ayudas —le recuerdo.

Mamá es muy buena redactando informe de cualquier tipo. Lo que ella nos ha contado es que se debe porque cuando estaba joven trabajaba en algo relacionado en informes de cualquier tema, y eso le desarrollo más su habilidad y es grandioso porque, aunque ahora no haga trabajos de ese tipo, escribe y lo hace de una forma muy limpia, muy entretenida y grandiosa. Las estadísticas de muchas de las ventas en editoriales lo podrían asegurar. Es una gran escritora.

—Tu hermana tiene maneras de convencerme.

—¿Cuáles?

—No seas chismosa —me riñe. Suelto una carcajada divertida—. Me enteré que Julis te consiguió un trabajo en un canal de televisión, ¿estás segura de eso? Todavía tienes las cosas del semestre de la carrera, Milan también ocupa tu tiempo y un trabajo más representa un esfuerzo más —me habla con preocupación.

—Mamá, ustedes no me piden nada y lo agradezco. Pagan mi carrera, me ayudan con Milan y todavía me dejan vivir con ustedes. Trabajo, sí. Pero sabes que ayudar al abuelo con el banco cuando salgo de clases no es algo que me guste y amo la editorial, pero no quiero ir y que la gente empiece a decir que me dieron trabajo porque mi papá es el dueño, lo mismo aplica para ti —le digo cuando la veo abrir la boca—. Por lo menos con este nuevo empleo voy a poder estar con otras personas, es otro ambiente y voy a estar cerca de lo que estoy estudiando; una parte de eso —me apresuro a aclarar—. No te preocupes. Prometo que sin importar que, Milan será mi prioridad.

—Sabes que no me molesta cuidarlo. A ninguno. Solo… —se calla unos segundos—, tienes veintiún años, deberías estar haciendo otras cosas. Conocer a alguien…

—El amor de mi hijo es más que suficiente.

Se queda callada mientras me mira preocupada. Si, quizás debería estar enamorándome de alguien más, saliendo de fiesta como muchas de mis amigas y estar disfrutando de mi juventud. Pero… Sencillamente no puedo no hacerme responsable de mis acciones desde hace cuatro años. Milan es mi vida, y con él me basta. Ya les he dejado suficiente trabajo a mis padres desde que supieron que estaba embarazada, ya fue lo suficientemente difícil enfrentarme a este reto junto a ellos, no necesito nada más y ellos menos.




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