Eres mía.

6. Ian.

 

Capítulo 6. 

 

Meneo con suavidad el líquido de la copa alta mirando a cada persona que pasa por la puerta.

Ella no tarda en llegar.

Por casualidades de la vida resulté encontrándome con Julis está mañana, y casualmente le dije que Mariene me había dicho de la fiesta que le iban a hacer a su madre. Entonces a una incómoda Julis, no le quedo de otra que invitarme. No voy a negar que a partir de ese momento tuve una maldita sonrisa en mi rostro.

Los invitados ya han empezado a llegar de a poco y es el esposo de Julieth quien los recibe.

Todavía no entiendo como es que tiene paciencia para hacerlo.

Yo de seguro estaría sentado y solo daría un saludo de cabeza. No hace falta tanta formalidad.

Algo que si tengo que destacar es la decoración de este lugar. Sí, de seguro más tarde será un desastre, pero para la parte tranquila de estás fiestas, está muy elegante. Las diferentes mesas que varían entre manteles de tonos muy claro y las sillas son algo bajas en el amplio salón. Hay una pista grande, donde alrededor se encuentran diferentes mesas con aperitivos de toda clase. En la mesa que tiene el pastel, un arco de rosas rojas rodea la mesa, haciéndola ver… Cómo decirlo, ¿tierna? No es la definición correcta, pero funciona.

Mi teléfono suena y por el timbre, sé que es el idiota de Kay.

—Me aseguraste que ibas a venir —gruño, escucho el suspiro pesado que suelta.

—Sí, alguien cambió mis planes —dice con cansancio—¿Sabes algo de mi familia? No me contestan el teléfono.

—Sigo creyendo que no es normal tu manía con que si alguien no te contesta, te haces la película del siglo —me burlo, bebo un poco de mi copa—. Por si no lo recuerdas, aunque lo dudo mucho el Señor perfecto se acuerda de todo. Hoy es el cumpleaños de Julieth, todos deben estar en camino.

—Eso no explica porque no me contestan —su voz tan mordaz, me hace querer tenerlo al frente y pegarle un puñetazo.

—O tradúcelo por lo fácil, no quieren hablar contigo —Desde donde estoy se puede ver la gran ventana, donde metros más allá está la gran reja que deja ver los autos que llegan, y los siguientes que llegan viene uno tras otro—. Creo que llegaron.

—Tendré que disculparme con ellos —lo dice tan suave, que deduzco que no es a mí a quien se lo dice— ¿Cuándo regresas? Necesito que estes pendiente algunos días en el negocio.

Pongo los ojos en blanco. Es tan adicto al trabajo, que no entiendo todavía como es que no tiene arrugas en su cara si se la pasa todo el día amargado.

—Lo siento, pero no es por lo pronto.

Miro de lado y esbozo una gran sonrisa cuando los Moore pasan. La primera en hacerlo es Julis que viene junto a un niño, lo cual me hace ligeramente llamar la atención —No recordaba la cara de su hijo Milan así—. El niño se suelta de la mano de su madre y corre a ser recibido por su abuelo.

—Tengo que decirte algo —me dice, y parece ser serio. Pero estoy más atento a ver como cada uno de los Milter Moore se bajan de los autos. Al primero que identifico es a Jair junto a una mujer, luego se baja la que creo es la menor de la familia; Olivia, luego sigue Maximiliano quien abre la puerta del copiloto donde se baja Kathelyn, lanzándole una mala mirada que lo hace a él reír—¿Me estás prestando atención?

—¿Qué? —le digo distraídamente, mientras veo como la puerta de uno de los coches se abre y me deja ver a Kania. Trago saliva y siento que algo de abajo despertarse—. Tengo que irme.

—Se trata de tu padre. Al parecer sigue viviendo en la ciudad, pero efectivamente se fue a la bancarrota porque tu madre lo dejo sin nada —Sus palabras me hacen desviarme de ir a recibir a la pequeña malcriada. Me doy la vuelta y empiezo a buscar un lugar donde pueda hablar más cómodamente con él.

—¿Estás seguro? —le pregunto. Abro la puerta del baño y me quedo allí recostado en la puerta—. Mi madre me aseguró que no lo había hecho.

—Supongo que no quería que la vieras como la mala —escucho un estruendo de unas ollas y una maldición por parte de él—. Sigo contratando gente que no es eficiente —dice entre dientes.

—Calma, fiera. A penas contrataste está semana alguien que te ayude con tu casa.

—Te aseguró que si voy a la cocina, voy a encontrar algo roto.

—Entonces haz las cosas por ti mismo, si no quieres lidiar con la gente —farfullo. Es un maniático del control y que las cosas tienen que estar donde él dice, y como él quiera. Pobre la nueva chica que contrató para el servicio—. Si no es más, tengo una fiesta a la que asistir.

—Por tu tono aparece que algo o alguien te tiene bastante ansioso —deduce, y haya la respuesta. Claro, sin imaginarse que hablamos de su hermana.

—Te aseguro que lo que me interesa, no es algo que necesites saber.

Colgamos la llamada, con que él me va a enviar la dirección de la casa de mi padre y yo con que le voy a decir como está en realidad su familia. Aunque ese mandado se sienta como si me tocará las bolas, porque es tan fácil como si él siguiera intentando que alguien le conteste y les pregunté directamente, pero no. Kay nunca va a aceptar que le preocupan.

Salgo de baño, asegurándome que me veo bien en el espejo.

Los invitados están sentados en las mesas mientras hablan y mi mirada busca a una cabellera castaña. No la encuentro, lo que sí es que veo a dos niños jugando en la pista, mientras que Julis les dice algo a ambos. Vuelvo a fruncir el ceño. Ahora el segundo niño me parece más conocido que él otro.

—¡Ian! —una voz familiar me hace girar. Me encuentro con la hermana menor de Kania. Quien me sonríe, pero no son de esas sonrisas amables y tiernas, es de esas maldadosas—. No puedo creer que estés acá.

—¿Qué tramas, Liv? —enarco una ceja, ella gruñe entre dientes antes de tomarme del brazo, y por tonto que suene la sigo—. Niña, pero en qué momento creciste tanto.




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