Ian.
Años atrás.
Me escabullo de mi mejor amigo quien se queda embobado viendo Mariene mientras práctica con las animadoras. Ella es quien las lidera, mientras las demás intentan hacer lo mismo que nuestra amiga. Kay siempre que puede me arrastra con él, con la excusa que es para ver el partido de los cursos menores, pero eso es mentira, nunca sale cuando me toca jugar de la biblioteca o de cualquier otro rincón donde pueda estudiar tranquilo, así que es otra excusa barata que sabe que no me trago.
Por eso ni se da cuenta cuando dejo de estar a su lado en las gradillas.
Entre la multitud del grupo estudiantil, busco una cabellera castaña, que de seguro está al lado de la que dice llamar amiga. La verdad es que ni a Kay ni a mí nos ha dado nunca buena espina, pero cada vez que Kay se lo ha mencionado terminan discutiendo.
Encuentro a la dichosa amiga y camino más rápido cuando la encuentro a ella. Lleva una pinza de corazón negro pequeño que le dio de cumpleaños su hermana Olivia, me gusta cómo le quede aunque Kay la moleste con que es muy infantil.
Me inclino por el lado derecho cerca de su oreja y cuando la veo parar y estremecerse, no puedo evitar que mi sonrisa crezca más.
—Hola, Kania —me rio cuando se gira a verme con odio. No le gusta que la asusten, aunque sea muy fácil hacerlo.
—Me asustaste, tonto —Mira a mí alrededor buscando a su hermano, y siento que se relaja cuando no lo nota—. ¿No tienes práctica hoy?
—La tengo más tarde, tenemos que estar preparados para cuando nos toque el próximo partido del viernes.
—Lo harán bien, estoy segura —Voy a tomarle la mano, pero su amiga la toma del brazo y la corre hacía a ella.
—Son los mejores de este año, estoy segura que ganaran. Además los de Rittson no son para nada buenos, ni siquiera de cerca —aporta. La verdad Kania me ha dicho su nombre como diez veces y nada que me lo grabo.
—Ka, no me mates pero cómo era su nombre —le pregunto y abra los ojos de par en par.
—Su nombre es Pau…
—Es Paulina y voy a pensar que quieres que lo repita para convencerte que no es bonito —Odio que interrumpa a Kania, pero no digo nada cuando veo que ella solo asiente a lo que dice su supuesta amiga—. Supe que terminaste con Jimena, si necesitas alguien con quien olvidar su nombre tengo candidatas haciendo la fila—me pica el ojo mientras suelta una risa.
—Qué cosas dices —Kania suelta una risita y no sé si es porque le da igual que su amiga me esté coqueteando o porque no sabe que lo dice en serio—. Tenemos clases, pero más tarde nos vemos. Hoy mi madre los invito a cenar.
—Tu madre es la mejor, en serio. En la mañana Kay nos lo dijo, aunque se le notaba que nos quería decir que no volviéramos nunca más.
—Así es Kay —Nos reímos y su amiga empieza apurarla para el salón—. Adiós, Ian —Le pico el ojo y solo menea la cabeza, se toma en broma todo lo que hago para que me presté algo de atención.
De camino veo al ex novio de Kania con la chica con la que los chismosos dicen que le fue infiel. La verdad no entiendo como alguien como Kania pudo estar con él, posiblemente se baña dos veces a la semana y es la persona más problemática de todo el instituto. Siempre anda metiéndose en problemas con los profesores y posiblemente sea un matón fuera de estas instalaciones.
Imbécil.
Menos mal hicimos un plan para que Kania terminará con él. Aunque según Kay nunca fueron novios oficialmente, y realmente nunca lo parecieron.
—Ya andas detrás como un perro faldero —me dice de espaldas—. Deberías no ilusionarte porque ella me perdonará —Lo enfrento, y los demás parecen más interesados en nuestra conversación que en ir a clases.
—Inténtalo, pero como se nota que no la conoces, no lo dejará pasar.
—Empiezo a creer que Jair, Kay y tu tienen algo que ver con que me haya terminado.
—¿Y qué si fue así?
Se viene hasta donde estoy y me toma del cuello de la camisa, es fuerte pero no me da miedo empujarlo hasta que su espalda da con los casilleros provocando un estruendo.
—No te tengo miedo.
—Yo tampoco, y cree todo lo que te dicen de mí, porque me vas a tener hasta en tus pesadillas, Ian —Me empuja y escucho como avisan que el maestro viene—. ¿Siempre te ha gustado, no?
—Ese no es tu jodido problema.
—No llores cuando te rechace y te diga que no puede estar contigo. Ya me gane su corazón.
…
Bebo otra copa de whisky que veo doble. Me lo tomo de un solo sorbo y suelto una risa. Un vaso, dos vasos, tres vasos. ¿Qué horas son? Trato de enfocar mi mirada, pero veo a las personas borrosas y pixeladas.
—¿Por qué tan solo, cariño? —Una voz de mujer me hace mirar a la izquierda.
Es rubia con el cabello corto, una bonita sonrisa y huele rico. Se apoya del mesón del bar, y sube su copa para que la choque con la mía. Lo hago, y se sienta sin quitarme la mirada, si no me sintiera tan mareado podría identificar más características de ella, pero al diablo con eso.
—¿Un mal de amores? —se atreve a preguntarle. Mi respuesta no alcanza a salir de mis labios, no soy capaz de contestar—. Mira si te hace sentir mejor, todo el mundo tiene que vivir de ellos, para ver que la vida se trata de etapas.
—Parece que has vivido mucho para decir eso.
—Me he divorciado tres veces a mis treinta años. Si no he aprendido nada de ello, estoy en la ruina —nos reímos—. Antes que lo preguntes no mate a nadie, ni me quede con la herencia.
—Un dato muy importante. No quiero ser la cuarta víctima.
—Oh, ya lo eres, ¿bailamos, guapo?
Kania.