Eres Mia, Enzo de Luca

CAPITULO 3

ANTONELLA.

 

Estoy de pie frente a Enzo, sintiendo una mezcla de nerviosismo y felicidad.

—¡Antonella! —exclama Enzo con sorpresa al verme, dejando los papeles sobre la mesa. 

Se pone de pie, y sus ojos brillan con alegría y desconcierto. Seguro que está pensando ¿Qué hago aquí? Lo miro con una sonrisa nerviosa, tratando de ocultar la emoción que siento al verlo después de tanto tiempo.

—Victoria me ofreció el puesto de tu asistente personal —digo, rompiendo el tenso silencio que se ha formado entre nosotros.

Enzo se queda sin palabras por un momento, y puedo ver cómo lucha por procesar la información.

—Yo... no sabía que habías vuelto —responde finalmente,y su voz revela una mezcla de sorpresa y alegría contenida.

—¿Cómo... ¿Cómo estás? Sonrío tímidamente, sintiendo cómo los recuerdos y las emociones se agolpan dentro de mí.

—Bien —respondo suavemente. —Ha pasado mucho tiempo.

—Sí, demasiado —murmura Enzo, recuperando un poco la compostura. —Bueno pues, bienvenida a bordo. Supongo que debemos empezar con un recorrido por la oficina, aunque las conoces y luego te pondré al tanto de tus tareas. 

Mientras Enzo me muestra la oficina, noto cómo a veces sus ojos se posan en mí con una mezcla de nostalgia y algo más que no puedo descifrar del todo. 

Me enseña algunos contratos y trabajamos juntos en silencio, pero la tensión entre nosotros es palpable.

El día pasa rápidamente con Enzo explicándome mis responsabilidades y presentándome al equipo. Todos son amables y acogedores, lo cual ayuda a calmar mis nervios. Excepto una chica pelirroja que me mira con desagrado.

Enzo es profesional y directo, pero en algunos momentos, parece perderse en sus pensamientos cuando me mira.

Al final del día, me siento agotada pero satisfecha con mi primer día de trabajo. 

Enzo me despide con una sonrisa y un "hasta mañana", pero justo cuando estoy a punto de salir, me detiene.

—Antonella, espera —dice, en voz baja y seria. —Hay algo que... necesitamos hablar. ¿No crees? —Mi corazón empieza a latir más rápido. ¿Estamos a punto de abordar lo que quedó sin decir entre nosotros durante tanto tiempo?

—¿Sobre qué? —pregunto, pero mi voz es apenas audible, mientras nuestros ojos se encuentran y el aire se carga con una mezcla de emociones.

—Sobre nosotros. Sobre lo que pasó antes de que te fueras —dice Enzo, su mirada intensa clavándose en la mía. 

Siento un escalofrío recorrer mi espalda. 

—Enzo, yo... —empiezo a decir, pero él me interrumpe suavemente.

—Lo sé, este no es el mejor momento —susurra, y en sus ojos se ve una mezcla de tristeza y seguridad. —Pero es algo que no puedo seguir ignorando. Necesitamos aclararlo. 

Asiento lentamente, sin palabras, sintiendo cómo los nudos en mi garganta amenazan con ahogarme.

—De acuerdo —murmuro finalmente, luchando por mantener la compostura.

—Gracias —dice Enzo, esbozando una sonrisa triste. —Nos vemos mañana.

Salgo de la oficina con la mente dando vueltas, preguntándome qué significa todo esto para nuestro futuro juntos como jefe y empleada. Y claro, para mi nuevo trabajo. 

Al llegar a casa, mi padre me recibe feliz, quiere que le cuente cómo ha ido mi día, pero mi mente sigue enredada en los recuerdos y en las palabras que quedaron sin decir entre Enzo y yo.

 

ENZO.

 

Camino con paso decidido por los pasillos elegantes de la empresa que mi familia ha construido durante generaciones. 

Mi mente está hecha un puto huracan después de reencontrarme con Antonella, y no puedo evitar sentir una mezcla de emociones que van desde la alegría hasta la frustración por todo el tiempo que ha pasado.

Finalmente, llego a la puerta del despacho de mis padres, quienes todavía están al mando de la compañía. 

Sin ni siquiera tocar, empujo la puerta y entro molesto. Mi madre, bien vestida con un traje blanco de chaqueta y con una expresión serena, levanta la mirada de su escritorio al verme entrar. 

No está siempre en la oficina, porque reparte el tiempo con su otra profesión de fotógrafa. Pero me alegro de que hoy esté aquí.

—Enzo, ¿a qué debo el honor de esta visita? —dice Victoria con una sonrisa burlona, como si supiera algo que yo no.

Frunzo el ceño, claramente molesto.

—¿Por qué nadie me dijo que Antonella había vuelto y que iba a trabajar aquí como mi asistente personal? —pregunto directamente, sin rodeos.

Mi padre, sentado detrás de su gran escritorio de madera, interviene con calma sonriendo también y tomando del brazo a mi madre para sentarla sobre sus piernas.

—Enzo, no pensamos que fuera necesario avisarte. Creímos que, dado tu historia con Antonella, sería una buena candidata para mantener una distancia profesional.

Respiro profundamente, tratando de contener la frustración que siento.

—¿Distancia profesional? —replico, con incredulidad en mi voz. —Mamá, tú sabías que en todo este tiempo me he distanciado mucho de Antonella. ¿Y no se te ocurrió mencionar nada? Victoria inclina la cabeza con una sonrisa socarrona.

—Querido, he visto cómo se miran a los ojos cuando están juntos. Creo que no necesitabas que te recordara quién es Antonella. Tú protegida. —Me siento aún más desconcertado por la respuesta de mi madre. Por un lado, estoy agradecido de que haya intervenido para acercar a Antonella a mi vida nuevamente, pero por otro lado, estoy molesto por no haber sido consultado.

—¿Así que contrataste a Antonella para... qué? ¿Para jugar a ser un tipo de Celestina de la amistad? —pregunto, frunciendo el ceño.

Victoria se levanta de su silla y se acerca a mí con ternura.

—Enzo hijo, vosotros siempre habéis estado unidos, no sé qué pasó, pero parece que el destino ha decidido darles otra oportunidad. No podía dejar pasar la oportunidad de ayudar un poco. Al final Antonella es como una hija para mi. —Suspiro, sintiéndome agobiado por todo lo que estoy procesando en este momento.




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