Eres Mia, Enzo de Luca

CAPITULO 4

ANTONELLA.

 

Hoy es mi primer día oficialmente en la empresa de Enzo y estoy nerviosa. 

No puedo evitar sentir un cosquilleo en el estómago mientras me dirijo al edificio imponente del centro de la ciudad. 

Me esfuerzo por mantener la calma mientras paso por la recepción, donde la chica pelirroja de la otra vez me mira con curiosidad. 

Ella debe ser Nerea, una de mis nuevas compañeras de trabajo.

—Buenos días, soy Antonella. Tengo una reunión con el señor Enzo a las nueve, —digo con una sonrisa. 

Nerea me devuelve una sonrisa que no llega a sus ojos.

—Sí, claro. Pasa, por favor. Él te está esperando —responde con una voz que suena dulce pero lleva un tono de desdén que no puedo ignorar.

El despacho de Enzo es amplio y bien iluminado, además de estar decorado con gusto. 

Él se levanta al verme entrar, me sonríe, me ofrece la mano y me invita a sentarme. Su presencia es imponente pero tranquilizadora. Cuando lo miro a los ojos me siento mucho más cómoda al instante.

—Nella, bienvenida. Espero que te sientas a gusto aquí. Vamos a trabajar juntos en el nuevo proyecto y estoy seguro de que tu experiencia me será de gran ayuda, todos dicen que eres la mejor de tu promoción —dice con una sonrisa sincera. 

Sus ojos reflejan una mezcla de profesionalismo y calidez que me hace sentir valorada.

Comenzamos a revisar algunos documentos y a discutir las metas del proyecto. Sinceramente me siento genial trabajando a su lado. 

Todo parece ir bien hasta que Nerea entra en la oficina con unos papeles.

—Disculpa la interrupción, Enzo. Necesito que firmes estos documentos ahora mismo, —dice, entregando una carpeta.

—Claro, Nerea. Déjalos aquí, por favor, —responde él, con una cortesía que parece habitual. 

Nerea se vuelve hacia mí y su expresión se endurece. 

—Antonella, ¿Cierto? ¿Podrías traerme un café, por favor? Negro y sin azúcar.

Me quedo atónita. No soy su asistente, pero su tono no admite objeción. Miro a Enzo, quien está concentrado en los papeles que le ha dado Nerea. 

Sin querer causar una escena en mi primer día, me levanto y salgo de la oficina. Encuentro la cocina y preparo el café, intentando mantener la compostura.

Cuando regreso, Nerea me toma el café de las manos con una sonrisa satisfecha. 

—Gracias, querida. Eres muy amable, dice antes de salir de la oficina.

La mañana transcurre de manera similar, con Nerea interfiriendo cada vez que puede e intentando molestarme con tonterías continuamente. 

En una ocasión, le pregunta a Enzo por algunos documentos que se suponía que yo debía haber revisado, aunque nadie me los había mencionado antes. 

Trato de mantener la calma y responder con profesionalismo, pero es evidente que está intentando dejarme mal.

Por esta tensión, ya casi al final del día, estoy agotada. 

Enzo se da cuenta y me mira con preocupación. 

—Nella, ¿todo bien? —Cuando estamos solos, me sigue llamando Nella como cuando éramos niños. —Te veo un poco cansada.

—Sí, solo ha sido un día largo, —respondo, intentando sonar despreocupada. No quiero que piense que no puedo manejar la situación.

—Nella, si necesitas algo, no dudes en decírmelo —insiste, y por el tono de su voz se que está preocupado.

—Gracias, Enzo. Aprecio tu apoyo. —Asiento con una sonrisa forzada.

Mientras salgo de la oficina, para dirigirme a la mia. Nerea me lanza una última mirada desde su escritorio. 

Sus ojos brillan como con un triunfo silencioso. Está claro que no será fácil trabajar aquí, pero estoy decidida a no dejar que me derrote.

 

ENZO. 

 

Observo a Antonella mientras sale de mi oficina y no puedo evitar sentir una pequeña punzada de preocupación y molestia. 

Ha sido un día largo para ella, su primer día, y ya veo que Nerea no se lo está poniendo fácil. 

Nerea ha sido una excelente trabajadora durante dos años, pero su actitud hacia Antonella hoy ha sido inaceptable. 

Regreso a mis papeles, pero mi mente sigue en la tensión que he percibido.

Nerea entra de nuevo, esta vez con una sonrisa que sé que oculta algo más.

—¿Necesitas algo más, Enzo? —pregunta con una dulzura que no me convence.

—Nerea, cierra la puerta, por favor. Necesitamos hablar —digo, tratando de mantener un tono neutral y que no note mi molestia.

Ella obedece y se sienta frente a mí. 

—¿Algo va mal? —pregunta haciéndose la inocente.

—Sí, de hecho. Hoy he notado que has tratado a Antonella de manera poco profesional. Pedirle que te trajera café y luego cuestionar su trabajo frente a mí, sabiendo que no tenía la información necesaria, no es aceptable, —digo con molestias.

Nerea frunce el ceño, tomando una actitud como a la defensiva. 

—Solo estaba tratando de asegurarme de que todo estuviera en orden. Ella es nueva y pensé que podría necesitar ayuda.

—Hay una diferencia entre ofrecer ayuda y socavar la confianza de alguien. Necesito que entiendas eso. Antonella es una parte importante de nuestro equipo y necesito que trabajemos juntos de manera armoniosa —le explico, sin ceder terreno. 

Nerea asiente lentamente, pero no estoy seguro de si realmente entiende o simplemente está actuando. 

—Lo entiendo, Enzo. Lo siento si di una mala impresión.

—Espero que sí. Porque no voy a tolerar este tipo de comportamiento, o tendré que tomar medidas —digo dejándolo claro.

Ella me mira con ojos brillantes, asiente y sale de la oficina. Ya me siento un poco más tranquilo, pero sé que esto no termina aquí. 

Decido tomar un breve descanso y caminar por la empresa. Inconscientemente camino hacia el despacho de Antonella y la encuentro en su escritorio, revisando algunos documentos con una expresión de concentración que admiro.

—Antonella, —la llamo suavemente, —¿podemos hablar un momento?




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