Eres Mia, Enzo de Luca

CAPITULO 5

ANTONELLA

Estoy en casa, sentada en el sofá de la sala, hablando con mi madre y mi hermana Bianca.

Acabamos de terminar de colocar las bolsas de la compra para la cena, y de forma inconsciente la conversación vuelve inevitablemente hacia Nerea, la insoportable pelirroja de la oficina. Le tengo coraje. No lo puedo evitar.

—No te lo imaginas, mamá —le digo mientras me inclino hacia adelante, tratando de controlar mi tono de voz—. El primer día ha sido un suplicio. Nerea no paró de hacer comentarios sarcásticos y provocadores. Me costó muchísimo no contestarle. Si no lo hice fue por los padrinos. Pero esa mujer saca lo peor de mí.

Solo pensar en esa estúpida y en cómo mira a Enzo, me pone de mal humor.

—Ay Nella —interviene Bianca, mirándome con seriedad—. La próxima vez, encara a esa chica, no puedes dejar que esa se crea la dueña. No puedes dejar que te pase por encima así.

Mi madre, siempre pacificadora, niega con la cabeza y suspira.

—Bianca, no le des esas ideas a tu hermana —dice, dando un ligero golpe en su hombro—. Antonella, lo mejor que puedes hacer es intentar ignorarla. Las personas como Nerea se alimentan de la atención que les das. Además, de que no debes ponerte a su altura. ¿Qué te diferenciará de ella?

—Lo sé, mamá, pero a veces es difícil... —respondo, sintiendo una mezcla de frustración y resignación.

No debo caer ante las provocaciones de esa estúpida, pero no soporto cómo se comporta ante Enzo y cómo él parece no darse cuenta, por mucho que a solas le llame la atención. Quiero que la mande a freír espárragos delante de mí.

De repente, el timbre de la puerta suena, interrumpiendo nuestra conversación.

Me levanto rápidamente, agradecida por la distracción. No quiero seguir pensando en esa mujer más.

—Yo voy —digo mientras camino hacia la puerta de entrada. Cuando abro la puerta, ahí está Enzo, sonriendo de una manera despreocupada.

Me sorprende verlo aquí, y más a esta hora. Va vestido de sport, con unos jeans y una camiseta blanca, y no puedo creer lo guapo que está. Me mira fijamente, y siento cómo mi corazón se acelera sin poder evitarlo.

—Hola, Nella —dice, metiendo las manos en los bolsillos—. ¿Puedo pasar?

—Eh... sí, claro —respondo, dando un paso hacia atrás para dejarlo entrar, con mi mente aún procesando que lo tengo frente a mí, sonriente. Su presencia inesperada me pone nerviosa.

Mientras Enzo entra y saluda a mi madre y a Bianca, no puedo evitar preguntarme qué lo trae por aquí. Algo me dice que esta noche va a ser mucho más interesante de lo que había anticipado.

ENZO

Me encuentro de camino a la casa de Antonella con la excusa de disculparme de nuevo por la actitud de Nerea en el primer día de trabajo. No sé exactamente por qué, pero necesito verla. Que esté aquí de nuevo abre una nueva oportunidad para nosotros, aunque ella no lo sepa.

Me paro frente a su puerta, ajustando mis jeans y la camiseta blanca que decidí ponerme. Tomo un respiro profundo y toco el timbre.

La puerta se abre y ahí está ella, mirándome con esos ojos que me dejan sin palabras. Parece sorprendida de verme, pero rápidamente se recompone.

—Hola, Nella —digo, metiendo las manos en los bolsillos para disimular mi nerviosismo—. ¿Puedo pasar?

—Eh... sí, claro —responde, haciéndose a un lado para dejarme entrar.

Saludo a su madre y a su hermana, y siento cómo Bianca me mira burlona. Ella sabe que llevo más de un año sin aparecer por aquí.

Me gusta que el ambiente se sienta así de cálido y familiar, pero hay una tensión palpable en el aire, algo que no puedo ignorar.

—Hola, Clara. Hola, Bianca —digo con una sonrisa, aunque mi mente está enfocada en Antonella.

—Hola, Enzo —responde Clara amablemente—. ¿Qué te trae por aquí? —me sonríe.

—Bueno —comienzo, tratando de sonar casual—, supongo que te habrá contado lo que pasó hoy en la oficina. Yo solo quería disculparme de nuevo con Nella por la actitud de Nerea en su primer día. No tenía derecho a tratarla así.

—No te preocupes por eso, Enzo —responde Clara—. No es tu culpa.

—Gracias, Clara. Por cierto, ¿dónde está Paul? —pregunto, notando su ausencia.

—Está con tu padre seguramente —responde Bianca—. Tienen su noche de póker.

Asiento, sintiéndome un poco más cómodo, pero mi mente está en otra cosa. Necesito hablar con Antonella a solas.

Me acerco a ella, mis dedos rozan ligeramente su brazo y veo cómo se estremece, una reacción que me confirma lo que siento: esta conexión entre nosotros nunca desapareció.

—Nella —digo, mirándola directamente a los ojos—. Me preguntaba si te apetecería salir a tomar un helado.

Ella sonríe, con esa sonrisa que siempre me hacía sentir un poco más ligero. Pero hay algo más en sus ojos, una chispa de algo que no puedo describir.

—Lo siento, Enzo —dice, aún sonriendo—, pero no he cenado todavía.

Me sorprendo, pero actúo rápido, sin querer dejar pasar esta oportunidad. No voy a aceptar un no por respuesta.

—Entonces te invito a cenar —digo, sintiendo una mezcla de audacia y nerviosismo—. Así nos ponemos al día.

Antonella parece pensarlo por un momento, y puedo ver la lucha interna en sus ojos. Ambos sabemos que hay cosas que necesitamos discutir, asuntos que han estado flotando entre nosotros desde hace tiempo. La tensión en el aire es casi tangible, Nella no sabe qué hacer.

Cuando va a contestar y decidir si viene conmigo o no, una llamada en su teléfono interrumpe.

—Hola, Dylan. Disculpa, ¿me puedes llamar un poco más tarde? Ahora tengo visita.

Lamento si interrumpo algo...

—No te preocupes, es solo un amigo. Luego hablamos.

Antonella cuelga y me mira con una mezcla de timidez y determinación. La chispa en sus ojos se intensifica, y sé que esta noche podría ser el comienzo de algo nuevopara nosotros.

—Vamos —dice finalmente, tomando su chaqueta—. Cenemos juntos, Enzo.




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