ENZO.
La puerta se cierra de golpe detrás de Antonella, dejando tensión en la oficina.
Miro a Nerea con una mezcla de frustración y desaprobación. Su actitud hacia Nella ha sido inaceptable, y mi paciencia está llegando a su límite.
Nerea se encoge de hombros, adoptando una expresión de falsa inocencia.
—¿Viste eso, Enzo? No puedes permitir que Antonella te hable así. Eres su jefe, no puede faltarte al respeto de esa manera.
Me levanto de mi silla, sintiendo la rabia burbujeando bajo la superficie.
—Nerea, Antonella no es solo una empleada para mí. Es como de la familia, —cada una de las palabras que digo está cargada de la decepción que siento. —Y después de cómo has actuado, es completamente normal que se defienda.
Nerea me mira con incredulidad, y puedo ver el coraje ardiendo en sus ojos. Está claro que mi defensa de Antonella la ha afectado más de lo que quiere admitir.
—Enzo, estás siendo injusto. Solo estaba señalando que las relaciones personales pueden complicar las cosas.
—Lo que complica las cosas son tus constantes quejas y burlas hacia Antonella, —replico, manteniendo el tono mi voz controlado pero firme.
—No puedo permitir que este ambiente tóxico continúe. Si escucho una queja más o una burla sobre Antonella, no me quedará otra opción que prescindir de tus servicios.
Nerea ríe, un sonido amargo y desafiante.
—¿En serio, Enzo? ¿Crees que puedes despedirme así como así? Ella acaba de llegar y yo llevo aquí dos años.
La miro fijamente, sin dejarme intimidar por su actitud desafiante.
—Sí, Nerea, puedo hacerlo y lo haré si es necesario. Aquí todos deben trabajar en un ambiente de respeto y profesionalidad. No tengo más tolerancia para este tipo de comportamiento.
Nerea aprieta los labios, su mirada se vuelve fría y desafiante.
—Veremos, Enzo. Veremos si realmente tienes el valor de hacerlo.
—No me retes Nerea, hasta ahora, solo has conocido mi parte amable, no quieras conocer mi parte hostil.
El ambiente en la oficina se torna aún más tenso, pero mantengo mi postura. No puedo permitir que Nerea, o cualquier otra persona, ponga en riesgo la armonía y la eficacia de nuestro equipo.
La situación no puede seguir así, y estoy dispuesto a tomar las decisiones necesarias para asegurar el bienestar de todos. Pero sobre todo el de Nella.
Nerea sale por la puerta sin mirarme y son contestar nada. Sé que ella no se rendirá fácilmente, pero tampoco yo.
Estoy decidido a proteger a Antonella y a garantizar un ambiente de trabajo justo y respetuoso para todos.
ANTONELLA.
Me siento en mi escritorio de nuevo, intentando calmarme después del enfrentamiento con Nerea.
La furia sigue ardiendo dentro de mí, pero trato de mantener la cabeza fría. Mis compañeros me observan, pero no presto atención.
Estoy decidida a no dejar que Nerea me derrote. Aunque necesite tiempo para procesar todo esto, no puedo mostrar debilidad.
Creo que nunca tarde tan poco en hacer una enemiga declarada.
De repente, noto una figura tras la puerta de la oficina. Miro a través del cristal y veo a Leonardo, el padre de Enzo y una figura paterna para mí desde hace muchos años. Su presencia me da un poco de calma, pero también me siento avergonzada por lo que ha pasado.
—¿Antonella, estás bien? —pregunta Leonardo, entrando a la oficina y cerrando la puerta tras de sí. Su voz es suave y está llena de una preocupación genuina.
Bajo la cara, sintiendo la vergüenza arremolinarse en mi interior.
—Lo siento, Leonardo. No quise causar una escena —murmuro, evitando su mirada.
Leonardo sonríe fraternalmente y se acerca a mí.
—No te preocupes, Nella. Todos tenemos momentos difíciles. Yo estuve en la piel de Enzo. Él es el jefe, aunque quiera delante de todos no puede tomar parte, aunque debería haberla callado antes. Pero por tu parte, no puedes dejar que alguien como Nerea te gane.
Levanto la vista, sorprendida por sus palabras.
»—Esa chica no le gusta a nadie en esta oficina, y mucho menos a tu madrina, Victoria, —continúa, su tono más serio. —No caigas en sus provocaciones. Juega a su mismo juego y ponla en su lugar. Tienes mi permiso.
—No sé si puedo, —digo, mi voz temblando ligeramente. —No quiero causar más problemas.
Leonardo se sienta a mi lado, su mirada firme.
—Nella, tienes que saber algo. Nerea es una mujer despechada que vive babeando por Enzo desde el primer día que llegó a la oficina. Está resentida y busca cualquier excusa para hacerte quedar mal. No permitas que te arrastre a su juego sucio. Por eso, no digo que te defiendas por Enzo o por nosotros, date tu lugar. Porque eso solo lo puedes hacer tú. Si Enzo no la mira, no es tu culpa.
—Eso lo explica todo, —digo, sintiendo una mezcla de alivio y rabia. —Pero no quiero caer en sus provocaciones.
Leonardo me abraza y me da un beso en la coronilla.
—Eres más fuerte de lo que piensas, Nella. Y recuerda, siempre tendrás nuestro apoyo. No dudes en defenderte.
—Gracias, Leonardo, —digo sonriendo agradecida por sus palabras —Pero por favor, no hables con Enzo sobre esto. Quiero solucionarlo yo misma.
Leonardo asiente.
—Está bien, Nella. Confío en que sabrás manejarlo. Solo recuerda mantener la calma y la profesionalidad. Nerea solo quiere hacerte perder los estribos.
Lo haré, —respondo, decidida.
Leonardo me sonríe una vez más antes de salir de la oficina.
—Buena chica. Ahora, muestra de lo que eres capaz. Ah y otra cosa, si es posible que Victoria no se entere de esto o arderá Troya.
Asiento, sonriendo y haciendo un gesto como si cerrase una cremallera en mi boca.
Mientras se va, pienso en como enfrentar ahora a Enzo. Pero por el momento, no permitiré que Nerea me intimide ni interfiera en mi trabajo, ni en mi amistad con él. No importa lo que tenga que hacer, encontraré la manera de ponerla en su lugar y demostrar mi valía.