DANNA
Era una tarde soleada y muy calurosa de agosto, me quede pensativa recordando ¿cómo había pasado el tiempo?, como ya tenía dieciocho años e iba camino a la universidad, el lugar que tanto añoré llegar mientras estuve en el bachillerato, reí al recordar los días de locuras con mis compañeros, las bromas, los juegos y las salidas a escondidas de nuestros padres. Yo estaba en uno de los colegios más prestigioso y caro de Santo Domingo, aunque no era millonaria mis padres siempre me habían dado una buena vida y vivía en un lugar exclusivo de la ciudad.
Llegué a Santo Domingo hacía tres años cuando mis padres dispusieron divorciase, mi madre decidió que debíamos comenzar de cero y quiso volver a su país de origen, al principio no me gusto la idea porque pensaba que mi vida ya estaba resuelta en Estados Unidos y no quería dejar a mis amigos, mi vida, además decía que en este país hacía mucho calor todo el año, era un eterno verano. Mi madre siempre se burlaba de mi porque odiaba el sol y sentir cada día esa humedad incorregible.
Por mi cumpleaños ella quiso que fuéramos a Puerto Rico a visitar la familia de mi padre, que podíamos pasar unas cuantas semanas allá y disfrutar juntas esos días libres para las dos, a mi me llenó de mucha emoción porque tenía mucho tiempo que no veía mi familia paterna, pero le pedí que nos fuéramos en el Ferries que viaja desde Republica Dominicana hacia Puerto Rico creo que se llamaba Ferries del Caribe, para sentir el mar y no estar corriendo en el aeropuerto, además de una experiencia nueva.
Sentí que la puerta de mi habitación se abrió sacándome de mis recuerdos, era mi madre que me apuraba para que estuviera lista porque ya era hora de salir, se me ilumino el rostro solo de pensar en ver mi abuela, mis tíos, mi bella familia disfrutando de mi presencia y pidiéndome que me quede a vivir con ellos.
Llegamos al puerto y se me ilumino el rostro de ver ese lindo barco tan grande lleno de vida, color blanco y azul, lleno de ventanitas de cristal y el nombre de ellos en grande color azul, ver las personas entrando por grupos con sus caras felices por la emoción y no pude contener la risa.
Nos registramos y fuimos directo a los camarotes porque mi madre tenía la intención de no volver a salir hasta no llegar a nuestro destino porque no le gustaba mucho la idea de montarse en barco porque se mareaba, pero lo hizo por complacer a su única y bella hija.
Le dije a mi madre que quería salir a dar una vuelta, a sentir la brisa fresca del mar, ella decidió quedarse a descansar y yo feliz porque así no me estaría controlando.
Salí a cubierta donde había mucha gente alborotada, al final vi cuatro apuestos chicos jugando y haciéndose bromas, eran jóvenes y muy elegantes, pensaría que no llegaban a los veinticinco años de edad, me acerque a donde estaban ellos para socializar y así también entretenerme un rato… uno de ellos estaba parado mirando a los demás y riendo, su risa era contagiosa y sus ojos iluminaban el lugar, era muy apuesto, un chico rubio, alto, delgado y unos ojos de infarto, cualquier chica moriría por ver esos lindos ojos todos los días.
Quedé pasmada con él, lo miraba embelesada hasta que él miro donde yo estaba y se percató de mi presencia descubriéndome como boba mirándolo, no sabía qué hacer y menos que decir, así que me quede parada muda y fría como el hielo, él se acercó y me tendió su mano para saludarme y yo como una tonta solo reía.
─Hola me llamo Liam Smith. Mucho gusto ─me dijo y yo sin pensarlo dos veces me presente.
─Hola Danna Morales. Encantada ─dije con emoción en mis palabras. Y claro que estaba encantada de tener a un papacito así en frente de mí.
─ ¿Por qué estas apartado de tus amigos y no estás divirtiéndote con ellos? ─le pregunte para no parecer más tonta de lo que era.
─Son unos niños ─me dijo riendo ─Y les encanta hacer bromas, siempre que estamos juntos es lo mismo.
Siempre he pensado que los chicos tardan mucho más en madurar que nosotras, pienso que nosotras venimos desde el nacimiento programadas para ir un paso hacia delante de ellos.
Nos quedamos un momento en silencio mirándonos fijamente, me pasaron mil cosas por la cabeza en ese instante.
─ ¿Qué vas hacer en Puerto Rico? ─Rompió el silencio abismal y mis pensamientos tontos por saber a qué sabría esos labios que tanto llaman mi atención.
Me quedé un momento en silencio, sentía un aire que recorría todo mi cuerpo.
─Tengo familiares allá y pienso pasar unas pequeñas vacaciones─ ¿Y tú? ─pregunté con mucha curiosidad y volviendo a perderme en sus ojos.
─Mis amigos y yo pasaremos varios días disfrutando de sus bellas playas y de su gente, siempre que puedo me doy una escapada. Me gusta mucho ese país al igual que amo Republica Dominicana ─me dijo con sus ojos alegres y una gran sonrisa casi hasta las orejas ─Y es por eso que vivo allí─. Concluyó diciendo.
Yo reí pensando lo mismo, aunque extrañaba mi país su clima y por increíble que parezca hasta la nieve.
─ ¿Te gusta la playa? porque estaremos yendo de playas todos los días mientras estemos en el país, nos instalaremos en casa de un amigo. Si quieres nos podemos encontrar un día y compartir ¿qué me dices?
─Estaré con mi familia y no sé qué ellos querrán hacer o donde me llevarán, pero te daré mi número y así nos podemos comunicar.