Eres nuestra madre

CAPÍTULO 2

Por otro lado

Toma sobre sus manos el portarretrato que tiene la imagen de sus hijos. —Mis niños, espero que se estén divirtiendo en el parque acuático. —(Ja, si supieras en donde están tus hijos). Deja el portarretrato y toma su taza de café—.

—Si ella supiera que ahora tomo café me diría de la A hasta la Z en inglés y español. —Una sonrisa algo nostálgica se posa en su rostro—.

 

Jelena

Mi mente ingrata, que recién reacciona ante tremenda situación, me da cachetadas internas para que diga algo de una buena vez y me recuerda que estoy mostrando fragilidad destruyendo así mi reputación de alguien que nada le perturba, a la vez, dejando que estos niños se asusten por todos los murmullos que todos han comenzado a hacer sin importarles que ellos estén aquí.

Reacciono, recobro mi compostura, suelto la mano del pobre niño que puede que le esté dando un calambre o le haya causado un poco de dolor al tenerla todo este rato que he sujetado su mano y digo lo primero que se me ocurre.

—Se termina la reunión —¿es enserio?, sí, es lo único que digo para después volver a tomar la mano del niño que está al frente mío y la de la niña que está más adelante. Salgo de ese lugar dejando a todos murmurando y opinando de un asunto que no tiene nada que ver con ellos pero qué se le puede hacer—.

Llevo a los niños a mi oficina, entro con ellos y cierro la puerta. Comienzo a sentir como mi corazón empieza a latir con normalidad, el alma me regresa y mi respiración se tranquiliza.

—Ok. —Suspiro y veo a los niños que me miran algo extrañados. Aclaro mi garganta y los vuelvo a mirar y no puedo creer que sean ellos y no sé que es lo que exactamente me causa el verlos—.

—Hay tantas preguntas que deseo hacerles que no sé por dónde comenzar, pero supongo que hay que empezar con las presentaciones de una forma más normal, no como la de hace un momento. —Una de las preguntas que más invade mi mente es ¿cómo saben quién soy?, necesito saberlo porque dudo que sean sus padres quienes les hayan dicho sobre mí, especialmente su padre, el… el me odia—.

—Entonces comencemos de nuevo, soy Jelena Guerrero y… —Me interrumpe el niño para decir lo siguiente—.

—Y eres nuestra madre —dice totalmente seguro—.

—Si, bueno no.

«¿Qué me pasa? Yo soy de dar respuestas concisas».

—Yo… yo los llevé en mi vientre y los di a luz.

—Lo que te convierte en nuestra madre biológica —esta vez es la niña quien habla—.

—Si, pero ante la ley no lo soy, porque sus padres son Lucas Morgan y... —Esta vez ambos me interrumpen—.

—Chloé Harrison —dicen al unísono—. Eso ya lo sabemos.

—No entiendo, ¿sus padres les contaron todo? —Veo cómo se miran entre sí y esto no me gusta nada—. Haber, haber, sin miraditas, ¿Quién les contó quién soy?

—La que nos lo dijo fue Chloé. —Me sorprendió el hecho de que la llamen “Chloé” y no “mamá”—. Después de divorciarse de papá —abro los ojos como platos—.

—¿Sus padres se divorciaron? —Asienten. Aunque la noticia me tomó de sorpresa, no me sorprende el hecho de que, a pesar de que el sea un empresario reconocido y ella una modelo igualmente reconocida, no se haya hecho público su divorcio dado que al hombre de los ojos serios no le gustaba, y al parecer ni le gusta, que se hable de su vida personal, esa es una de las razones por las cuales nunca he podido ver una imagen de los gemelos o de él en las redes sociales y aunque me moría de ganas de saber cómo estaban decidí no buscarlos porque eso era parte del trato que se hizo después, no buscarlos—.

—¿Desde hace cuánto se separaron? —pregunto—.

—Desde hace 3 años —dice Adrián—.

«Vaya frijolitos, parece que cada cosa que sale de la boca de estos niños está llena de sorpresas».

—¿Entonces ustedes saben quién soy desde los 4 años?

—En realidad, Chloé después que se separó de papá se fue a vivir sola porque no nos quería llevar con ella y a veces la veíamos una vez al mes, y ella nos dejaba muy en claro que ella no era nuestra madre y en la última visita que le hicimos hace 2 meses nos dijo que tú eras nuestra madre. —Se me oprime el corazón al escuchar como habla Adriana que, aunque intente mostrar indiferencia, siento el dolor en cada una de sus palabras. A la vez siento coraje y enojo, ya que, si bien la razón por la cual acepté fue porque necesitaba el dinero, yo no hice un trato con ellos para que se terminaran separando, yo no… yo no presté mi vientre y mis putos óvulos para que hagan sufrir a estos niños—.

—¿Y cómo me encontraron?

—Le pagamos a alguien para que te localizara. —No sé ni cómo sentirme al respecto, si sorprendida por el hecho de que hayan encontrado a alguien para esto o por el hecho de que alguien aceptó hacerles este trabajo a dos pulgas de 7 años—.

—Omitiré el hecho de que contrataron a alguien para hacer eso. —Suspiro porque siento que las respuestas de las siguientes preguntas me van a causar un gran dolor de cabeza—. ¿Su padre sabe que ustedes saben esa información? —Ninguno me contesta, solo se miran entre si y bajan la mirada—.

—No sabíamos si papá nos iba decir la verdad sobre ti ya que la ocultó todos estos años, entonces preferimos buscarla por nuestra cuenta —contesta Adrián—.

—Genial. —Vuelvo a suspirar—. Eso significa que su padre no sabe que están aquí, ¿no es así? —Vuelven a bajar la mirada lo que responde a mi pregunta, ¡super! Ahora solo falta que su padre me acuse de secuestradora—.

Y para terminar, mi mente me recuerda dos palabras o bueno una ciudad: Los Ángeles, hasta donde tengo entendido su padre vive allí porque su empresa principal está ahí por lo que ellos también viven ahí y yo estoy en Nueva York y ellos ahora están aquí, eso quiere decir que…

—¿Tomaron un vuelo de más de 5 horas para llegar hasta aquí? —les pregunto—.

—Wow, eres buena deduciendo —me dice Adriana con algo de sarcasmo en sus palabras las cuales ignoro y procedo a seguir preguntando—.




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