Eres nuestra madre

CAPÍTULO 3

7 años atrás

Jelena

—¿Por qué no me dijo nada? —le digo entre lágrimas y desesperación a Ashley Patterson, la única amiga que he hecho desde que llegué a la Universidad—.

—Talvez, no te quiso molestar y pensó que podía resolverlo sola —me dice mientras soba mi espalda con su mano—.

—Pero es que debía decírmelo, por no hacerlo, ahora ella está en el hospital por su corazón y pulmones y necesita del tratamiento que incluye operaciones, y para terminar, el banco quiere embargar la casa por el préstamo que hizo para que yo pudiera venir a estudiar acá y con este también pagó el ingreso a la hospital y un poco del tratamiento pero aún así falta mucho y yo no sé qué hacer —le digo y las lágrimas no paran de salir—.

—Lo primero que debes hacer es intentar calmarte, sé que en tus planes está viajar de vuelta a tu país, pero si lo haces, qué ganas con eso aparte de estar con tu mamá, conociéndote te vas a sentir impotente por no poder hacer nada —me dice y sé que tiene toda la razón—.

—Entonces ¿qué hago? —le pregunto estando un poco más calmada—.

—Yo tengo una idea que no es para nada ilegal pero si algo particular —me dice y procedo a limpiar las lágrimas que hay en mi rostro y la miro—.

—¿Cuál?

—¿Has escuchado acerca de la gestación subrogada? —me pregunta y yo asiento—. Bueno, un amigo de mi primo necesita… necesita un vientre de alquiler ¿te interesa ser la madre gestante?

 

Actualidad

Jelena

Si las miradas hicieran que fuera transportada a otro planeta, estoy segura que con la mirada que me lanzó el hombre de los ojos serios yo ya estaría de camino a Neptuno.

—¿TÚ LES CONTASTE… —Lo interrumpo—.

—Primero, debe relajarse, no querrá que sus hijos piensen que usted es una bestia con una bella dama como yo ¿o sí?  —Escucho como aclara la garganta y veo como se sienta—. Bien, segundo, ¿podría terminar de abrocharse la camisa?, la que no está manchada de café. —Veo como se termina de abrochar la camisa y como se avergüenza al ver lo hipócrita que ha sido con el delicioso café—.

—Ok, ahora si podemos tener una conversación como las personas civilizadas que no somos pero que aparentamos ser. Primero, yo no les dije a sus hijos quién era yo, ellos solo aparecieron, en medio de una reunión con inversionistas cabe mencionar, y dijeron en frente de todos que yo era su madre. —Veo como me mira con una cara de sorprendido—. Esa fue la misma mirada que yo puse cuando lo dijeron, al igual que todos en la sala. —Escucho como Adrián se ríe—.

—Debiste ver la cara de todos, Jelena se puso pálida. —Me mira y yo le doy una mirada asesina para que no siguiera hablando ni riendo—. Me callo.

—¿Puedo saber ustedes que hacen en Nueva York? —pregunta—.

«¿Y el cómo mandarinas sabía que yo seguía en Nueva York?» me pregunté mentalmente.

—Porque hasta donde yo recuerdo, ustedes iban a Nueva Jersey y ¿dónde está la niñera? —le sigue preguntando a sus hijos—.

—Es una larga historia papi —le dice Adriana con una falsa ternura, esa que yo usaba cuando estaba pequeña y quería un dulce—.

Veo como se posiciona en el rostro de Lucas una mirada de “voy despedir a alguien”, conozco esa mirada, es la misma que pongo cuando alguien me trae un café y este está amargo.

—Antes de que quiera despedir hacer despedir a alguien, le recuerdo que sus hijos son demasiados inteligentes que hasta burlaron a las personas de seguridad, así que si va a despedir, avísame para hacer despedir a todos los de seguridad de este edificio —le comento—.

«No quiero que personas que fueron metidas en este embrollo sin que lo supieran perdieran su trabajo porque sé que a él no le bastará con hacer rodar la cabeza de la niñera sino que indagará hasta lo último», me digo mentalmente.

—Está bien, pero díganle a la niñera que no le daré una recomendación para su próximo empleo —dice seguro—. Ok, enviaré a alguien por ustedes dos y cuando regresen me van a explicar absolutamente todo —dice mientras veo un poco de desánimo en el rostro de los niños creo que esperaban que su papá viniera por ellos—.

—¿Es enserio? Sus hijos escapan y su solución es que alguien más venga por ellos, ¿qué le hace creer que ellos no se escaparán de nuevo? —digo y los niños asienten y veo como me lanza otra mirada de odio a la cual respondo con una gran sonrisa—.

—Está bien, yo mismo iré por ustedes y por favor señorita Guerrero cuídelos aunque apenas y se pueda cuidar usted. —Lo miro ofendida y sé que me las está cobrando por todo lo que le acabo de decir, mientras también escucho como las pulgas dicen: “¡Uhhh!”, se ríen y veo como el sonríe con esa sonrisa perfecta que me da ganas de borrar de un solo puñete—.

—Como diga señor Morgan. —Lo miro con una sonrisa fingida—.

—Hasta luego niños —les dice—.

—Chao papá —le contestan—.

—Hasta luego señorita Guerrero —me dice con su sonrisa que no ha borrado—.

—Hasta luego señor Morgan, siga disfrutando de su café. —Veo como su sonrisa se quita y vuelve su rostro serio y corta la llamada—.

Fin de la videollamada

 

—Pensé que se iba a enojar más, casi no le sonríe a nadie y contigo si lo hizo —me dice Adriana—.

—¿Qué te puedo decir? Todo es gracias a mi encanto —le comento orgullosa—.

Escucho cómo tocan la puerta.

—Adelante —digo mientras los niños se bajan de mis piernas para pararse y yo también me levanto y veo como entra Angelina con una cara que representa que está nerviosa—.

—Jelena, el jefe quiere que vayas a su oficina en estos momentos —me dice—.

—Ok, Evangelina, por favor, cuida a estas pulgas en crecimiento y por nada del mundo dejes que salgan de esta oficina.

—¿Y si nos da hambre? —pregunta Adriana—.

—Evangelina les ordenará algo por teléfono.




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