Eres nuestra madre

CAPÍTULO 10

CAPÍTULO 10

Jelena

Veo como Morgan intenta hablar pero yo solo me acerco a él y soy yo quien habla.

—Incumplimiento de contrato.

Es lo único que le digo para pasar a su lado y seguir caminando hasta donde el auto y eso me recuerda cuando mierda será que traerá mi propio auto.

Abro la puerta del auto de Morgan el cual he escuchado que ha desbloqueado y me subo.

«Tranquila, recuerda que si lo matas te meterás en problemas».

Inhalo y exhalo una y otra vez hasta que Morgan se sube al carro.

—Siempre he tratado de ser una mujer específica y eso significa que las condiciones que digan van a ser iguales. Cuando se realizó el contrato una de mis condiciones era no meterme en problemas ni en escándalos y su esposa o lo que sea lo acaba de romper, el contrato era de por vida y solo iba a cambiar si todas las partes estaban de acuerdo. Y adivine qué, yo no estoy de acuerdo.

—Jelena, te pido una disculpa, yo no sabía nada de esto.

—No me importa si sabía o no, necesito que lo resuelva.

Todo lo dicho se lo decía sin mirarlo a la cara, me sentía mal y no entendía por qué, a mí me enseñaron a no llorar, a que si lloras es que porque no eres fuerte.

De la nada, siento una mano en mi mentón que me obliga a mirar al hombre de los ojos serios.

—Lo resolveré pero prométeme que no te iras —Veo como se pone algo nervioso—. Mis hijos te necesitan, se han encariñado contigo y no quiero que ellos se sientan triste.

—Está bien, no me iré —Giro mi cabeza hacia delante—. Solo resuelva esto y si no puede, dígamelo para resolverlo por mi propia cuenta.

Veo que a un lado de mi asiento hay unos paquetes de galletas que no estaban cuando me subí.

—Se las compré a unas niñas —me dice—.

Veo sus ingredientes y veo que uno de estos es la leche semidescremada que sé que a él le hacen daño.

Me giro hacia él.

—¿Comió una de estas galletas?

Y es ahora el quien mira hacia delante.

—Sí.

No puedo evitarlo y me río.

—No se ría sabe muy bien que la leche semidescremada le hace daño a mi estómago.

Si yo sabía eso por experiencia porque cuando permanecí en la casa Morgan hace 7 años, un día se me ocurrió hacer unas galletas las cuales solo iban a hacer para mí y las personas que trabajaban en la casa pero al señor de los ojos serios comió una galleta y eso fue suficiente para mandarlo al baño por casi 1 hora y en esa hora y durante todo el día que ocurrió me reí de él.

—Quien lo manda a no leer los ingredientes antes de comerlos.

—Jelena.

—¿Qué?

—Yo...

No pudo terminar la frase dado a que recibió una llamada.

—Dime —Escucho como le dice a la persona que lo llamó. —¿Es enserio? ¿Por qué no avisaste antes que venías? Ay, ya voy para la casa. —Cuelga—.

—¿Qué pasó? —Le pregunto—.

—Liana, eso pasó.

Y entiendo perfectamente de quién está hablando, Liana es la hermana gemela de Lucas, si así es. Su llegada son malas noticias para Lucas pues porque, al igual que yo, le hace la vida imposible, y son buenas noticias para mí pues porque ella me cae muy bien, recuerdo cuando la conocí, fue cuando tenía tres meses ya en la casa Morgan, ya había comenzado todo el proceso por lo que mis óvulos estaban fecundados, en otras palabras, ya estaba embarazada. Generalmente me encontraba sola en la casa, pasaba el tiempo con las personas que trabajaban ahí o en tal caso que papá Morgan estuviera en casa él estaba atento, muyyyyy atento, pasaba pegado a mí y cualquier cosa que necesitaba el me la conseguía, sabía que lo hacía por el bebé pero era extraño. Un día cualquiera, me había levantado y vestido muy bien, pues porque siempre me ha gustado hacerlo, bajaba por las escaleras y ahí la vi, nuestra conversación comenzó con un: “Bonito bolso” de mi parte y un “Bonita blusa” de parte de Liana y pues de ahí nos comenzamos a llevar muy bien hasta que ella tuvo que irse, en los 7 años que pasaron, ella fue una de las personas que más extrañé, de hecho extrañé a todos los de la casa Morgan, excepto a Chloé obvio.

***

Llegamos a la casa y entramos y ahí estaba ella sentada en uno de los sofás de la sala, al vernos se levantó a saludarnos.

—Jelena, es un gusto verte de nuevo—me dice mientras me da un abrazo, el cual recibo con todo gusto, a pesar de no gustarme demasiado el contacto físico, ella es una de esas personas a las que abrazarlas es reconfortante—.

—También es un gusto verte—le digo mientras nos separamos. —Estás hermosa.

—Tú igual.

Escuchamos a alguien que se aclara la garganta.

—Por si no lo han notado, también estoy aquí—dice el hombre de los ojos serios—.

—Ay, es cierto hermanito… Hola—es lo único que le dice Liana a su gemelo—.




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