Capítulo 20
Jelena
Actualidad
Todo lo que conversamos con Chloé hacía que me sintiera diferente, esta casa se sentía diferente.
Al subir las escaleras, me encontré a Lucas que ya estaba vestido.
—Jelena te quiero explicar…
Lo interrumpí.
—No es necesario, Chloé ya me contó todo.
—¿En serio? ¿Y qué piensas sobre todo esto?
—Que son una familia muy disfuncional y que necesitan terapia.
—Aparte de eso.
Me le reí.
—Que van a estar bien porque lo que no permitía hacer a nadie feliz era la falta de honestidad y comunicación, ahora que la tienen podrán hacerlo bien, estoy segura.
—Gracias, Jelena quiero que sepas que mi intención nunca fue hacerte daño —suspiró—, creo que en todo el tiempo que te conocí te tuve cariño, te convertiste en la madre gestante de mis hijos eso hizo que yo te considerara de mi familia y yo me sentía y me siento aún confundido especialmente con mis sentimientos y tú no te mereces esto, no mereces a alguien que no puede amarte con todo cuerpo y alma. Eres brillante Jelena y sé que brillarás en cualquier lado pero también sé que yo no soy no lo que tú necesitas, lo entiendes ¿verdad?
—Sí, pienso igual que tú, nos convertimos en familia básicamente por contrato y no es obligatorio sentir amor de esa manera así que lo entiendo. Así que yo te deseo lo mejor, sea que sigas con Chloé o no.
—¿Y qué hay de ti?
—No lo sé, supongo que construiré mi propio camino.
—Me estás queriendo decir que te irás.
—Sí.
—¿En enserio? —dijeron dos vocecillas al unísono atrás mío—.
Mi giré porque ya sabía quiénes eran.
—Sí —Me agaché para poder conversar mejor con ellos—, yo necesito hacerlo.
—¿Nos vas a dejar otra vez?
—No, esta vez es diferente porque no pienso perder la comunicación con ustedes —Las lágrimas comenzaron a bajar de mis ojos—, además los vendré a visitar y ustedes me visitarán las veces que sean necesaria.
—¿Te irás a Nueva York? —me preguntó Adriana—.
—Sí, pero solo será por un tiempo muy corto, de ahí conseguiré otro trabajo y un departamento aquí en Los Ángeles.
—¿Papá te despidió? —me preguntó Adrián—.
—No, pero no puedo seguir en ese trabajo —Miré a Lucas —, él lo entiende.
Lucas sabía a lo que me refería así que asintió.
—Pero, ¿por qué no puedes quedarte aquí? Hay mucho espacio.
—Porque tanto su familia como yo en este momento necesitamos espacio pero no de ese tipo, yo necesito arreglar mis cosas y ustedes necesitan arreglar las cosas con mamá y papá.
—¿Con Chloé?
—Sí, así es, ella tiene mucho que decirles y deberían escucharla, ¿sí?
—Pero tú eres nuestra madre —me dijo Adrián llorando—.
—Sí, lo soy. Soy el tipo de madre que pueden llamar si algún bravucón los molesta, soy el tipo de madre que les cuenta cuentos cambiando uno que otro dato de estos —se rieron conmigo—, soy el tipo de madre que les dará todo los consejos necesarios, pero no puedo ser el tipo de madre que necesitan en estos momentos.
—Mamá, no nos dejes —me dijo Adriana mientras me abrazaba, Adrián hizo lo mismo—.
—No lo haré pero para poder ayudarlos a ustedes, debo ayudarme a mí misma. Voy a regresar, se los digo enserio.
—¿Lo prometes? —dijo Adrián—.
Pero antes que pudiera contestarle alguien que iba subiendo las escaleras contestó por mí.
—Claro que lo promete —dijo Pablo—. Porque yo me encargaré de que sea así.
—¿En serio tío? —le preguntó Adriana—.
—Por supuesto que sí angelito —me miró—, porque pienso acompañarla a Nueva York y traerla de vuelta a Los Ángeles para que trabaja junto a mí.
Lo miré con cara de “Los rayos ultravioleta te frieron el cerebro ¿o qué?”
—No es necesario que hagas eso —le dije—.
—Pero por supuesto que sí porque me comuniqué con Evangelina, que por cierto es una señora encantadora, y le dije que iba a llevarte con ella.
—¿Cómo hiciste eso? —le pregunté pero tuve mis sospechas de quién le había dado el número de Evangelina y estas fueran confirmadas cuando miré a Lucas y este desvió la mirada—. Como ser humano eres pasable, pero como jefe eres horrible —le dije a Lucas—.
—El me dijo que era una emergencia.
—“Il mi diji qui iri ini imirginci” —le dije copiando lo que acababa de decir—. Ahora me va tocar aguantarlo a mí.
—Oye, yo soy muy fácil de cuidar —me dijo Pablo ofendido—.
—Si claro. —le dije de forma sarcástica—. Los niños son más fáciles de cuidar que tú.