LA CAZA EN EL CIBERESPACIO
La figura de Liam, envuelta en la oscuridad del laboratorio de informática de la universidad, era un espectro pálido frente a las pantallas parpadeantes. Días se habían fusionado en noches, alimentados por cafeína y una adrenalina corrosiva. La figura rota en su apartamento, el reloj de bolsillo que susurraba secretos olvidados, la marca en su cuello que ahora era solo un recuerdo difuso en su piel: todo se acumulaba, empujándolo al borde.
Sara, a su lado, tecleaba con una concentración feroz, pero sus ojos azules a menudo se desviaban hacia Liam, notando sus tics nerviosos, la forma en que su mirada saltaba de una sombra a otra. Habían completado la "honeypot", una sofisticada trampa digital diseñada para ser irresistible. Un servidor señuelo simulando una base de datos de investigación confidencial, con una puerta trasera oculta esperando ser activada.
–Está lista– , dijo Sara, la voz baja. –Ahora es cuestión de esperar. Y confiar en que morderá el anzuelo.–
Liam asintió, pero su confianza se había erosionado. El acosador siempre estaba un paso por delante, una sombra escurridiza que se burlaba de sus habilidades. La paranoia era una niebla densa que distorsionaba cada ruido, cada movimiento a su alrededor. Juraría que escuchaba el eco distante de la voz distorsionada, el suave murmullo de "Eres Perfecto" en el zumbido de los servidores.
EL GOLPE A LA PERFECCIÓN
Esperaron. Horas interminables. El silencio del laboratorio, roto solo por el tecleo ocasional de Sara y el respirar agitado de Liam, se volvía insoportable.
Fue entonces cuando sonó el teléfono de Liam. Era el profesor Thorne, su eminencia en IA. La voz del profesor era inusualmente tensa.
–Liam, necesito hablar contigo. ¿Has subido tu proyecto final de Arquitecturas de Redes Neuronales?–
El corazón de Liam dio un vuelco. –No, profesor. Aún no. Estoy terminando los últimos ajustes. Lo entregaré esta noche.–
Hubo una pausa al otro lado. –Eso es... peculiar. Porque el sistema muestra que tu proyecto fue subido hace una hora. Y... bueno, Liam, está lleno de errores fundamentales. Es, francamente, incomprensible. Y el título es... 'Mi Obra Maestra Perfecta'–
La sangre se heló en las venas de Liam. –Profesor, yo no lo hice. Alguien... alguien lo subió desde mi cuenta. Es un ataque–
–Entiendo tu preocupación, Liam– dijo Thorne, su tono más frío, más escéptico. –Pero el historial de subida muestra tu IP. Y tus credenciales. En mi experiencia, cuando un alumno dice 'alguien lo hizo', suele significar que no tuvieron tiempo de terminarlo o...–
–¡Profesor, le juro que no soy yo! ¡Estoy siendo acosado! ¡Me están arruinando!– La voz de Liam se alzó, desesperada.
El profesor suspiró. –Liam, te sugiero que te calmes. Arregla esto lo antes posible y envíame la versión correcta. Esto va a afectar seriamente tu nota si no lo haces–
La llamada terminó. Liam dejó caer el teléfono sobre la mesa. Su mano temblaba. Sara lo miraba, el rostro contraído.
–Me ha destrozado, Sara. Mi proyecto. Mi reputación. ¡Mi carrera!– La furia se mezcló con el pánico. Ya no era solo su vida privada. Era su futuro, la base de su identidad como el "estudiante perfecto", lo que el acosador estaba atacando. Esto era público, tangible, devastador.
LA BÚSQUEDA DE LA CLARIDAD
Liam se levantó, el agotamiento físico dando paso a una especie de lucidez dolorosa. Ya no podía confiar en su propia mente. Las líneas entre la realidad y la alucinación se habían desdibujado. La marca en su cuello, la figura rota que él mismo había destrozado, el reloj que había recuperado pero que no podía explicar cómo había llegado allí. La policía no le creía. Sus amigos lo miraban con compasión mezclada con preocupación. Estaba solo en esta guerra, y su propia mente era el campo de batalla.
–Sara– dijo Liam, su voz apenas un susurro, –necesito ayuda–
Sara asintió. –Lo sé, Liam. Lo sé–
–Necesito hablar con alguien. Alguien que no me vea como un loco. Alguien que pueda... ayudarme a ordenar esto–
Sara ya lo había pensado. Había investigado. –Conozco a alguien. La Dra. Evelyn Reed. Es una psicóloga clínica. Se especializa en estrés postraumático y ansiedad. Es discreta y muy buena–
Liam dudó un instante. Él, el brillante estudiante de informática, el hombre que creía poder resolver cualquier problema con lógica pura, ¿necesitaba un psicólogo? La idea le repugnaba. Pero el desorden en su mente era peor que cualquier virus informático.
–Haz la cita– dijo finalmente, el peso de la rendición en cada palabra. –Cuanto antes–
LA FISURA EN LA TERAPIA
La oficina de la Dra. Reed era un remanso de calma, inundado de luz natural y un suave aroma a té de hierbas. La doctora era una mujer de unos cuarenta y tantos, con una voz tranquilizadora y ojos cálidos y comprensivos. Liam se sentó en el cómodo sillón de cuero, sintiéndose incómodo, expuesto.
–Entonces, Liam– comenzó la Dra. Reed, con una sonrisa apacible. –Sara me ha dado un pequeño contexto. Háblame de lo que te está pasando–
Liam comenzó su relato. Desde el primer mensaje en su PC, la foto, el timbre en la noche, el pétalo, la canción de cuna, la figura en miniatura, hasta el sabotaje de su proyecto. Se esforzó por ser lo más conciso y racional posible, omitiendo detalles que sonaran demasiado fantásticos, como la marca que desaparecía o el reloj reaparecido. Quería ser creíble.
La Dra. Reed escuchó con atención, tomando notas. No lo interrumpió. Cuando Liam terminó, un silencio pesado llenó la habitación.
–Liam– dijo la Dra. Reed, su voz suave, –lo que describes es, sin duda, una situación de enorme estrés. Ser acosado, especialmente en la era digital donde tu privacidad es tan vulnerable, es aterrador y desorientador. Es completamente normal que tu mente reaccione con paranoia, ansiedad, y que a veces, la línea entre lo que es real y lo que percibimos bajo una presión extrema pueda difuminarse–
Editado: 13.09.2025