Eres tú

Eres tú

Como todas las mañanas, Ryoga miró la ventana empañada. Unas gotas de agua, oriundas de la tormenta de la noche anterior, descendían por el húmedo y helado cristal. Hibiki se perdió en la sensación de frío que se alojó en sus mejillas y dejó de mirar a su alrededor, sólo para después, devolver su mente a la realidad sin razón alguna y, casi como si tuviera miedo, levantó tímidamente la manga de su suéter para leer las palabras que estaban escritas en su antebrazo. 
 


 

"¿Estás perdido?" Era tan humillante. ¿Acaso el destino sólo le preparaba tragedias? No importaba cuántas veces lo deseara, esas palabras nunca desaparecerían. Todas las personas en el mundo nacían con algo escrito en alguna parte de su cuerpo, claro que todas decían algo diferente o muy pocas veces coincidían. Pero lo que hacía de éstas marcas algo especial, y casi romántico, no era su misteriosa aparición, ni su ubicación, ni su incapacidad de ser borradas. Era algo mucho, mucho más increíble y retorcido que eso: su significado. 
 


 

Desde tiempos innombrables, se decía que las palabras que tuvieras escritas en tu cuerpo sería lo primero que tu alma gemela te diría al encontrarse contigo, si es que algún día lo hacías. Sin embargo, esto no era más que una simple e inútil pista. Tenerlas no garantizaba un encuentro con tu pareja predestinada, sino que sólo comunicaban lo que saldría de sus labios por primera vez al estar juntos. 
 


 

A lo largo de los años, era verdadero que las personas que lograban encontrarse con sus almas gemelas aseguraban que era la sensación más hermosa que cualquier humano podía experimentar, pero lo que hacía más especial esto, era que a diferencia de cualquier otra emoción que pudiesen experimentar, esa era constante. Siempre estaba en sus cuerpos y corazones. Se decía que una vez unidos, no había nada que los lograra separar, pues el destino ya había garantizado que permanecerían unidos y así sería. 
 


 

Sin embargo, habían personas que simplemente nunca se encontraban con su pareja predestinada, y morían en soledad. Otras perdían la fé a lo largo del camino, se quitaban de la cabeza la idea de algún día encontrarse con su alma gemela y cubrían sus marcas con tatuajes o prendas de vestir que siempre usaban. Esas eran personas cansadas de poner fé en cuentos, personas que como Ryoga, se habían resignado a encontrar al acompañante de su vida. Simplemente no recordaba el punto exacto en que decidió que esas cosas tan hermosas no podían pasarle a él. Aunque debía de acreditar que era realmente irónico el comunicado de su antebrazo si se tomaba en cuenta su terrible sentido de la orientación. 
 


 

—No deberías ser tan duro contigo —le decía Mousse mirando a detalle la singular manera que Ryoga tenía de ver su antebrazo. 
 


 

—No me digas eso —le respondió volteando a verle—, sólo lo dices porque tú lograste encontrarte con Shampoo. 
 


 

—¿Puedes dejar de pensar eso? —se sentó frente a él y apoyó los codos en la mesa con un deje de reproche—. Si un ciego como yo pudo tener la fortuna de hallar a su alma gemela, un desorientado como tú también puede. 
 


 

—Basta de tonterías. Pronto cumpliré los veinticinco, ya debí de haberme encontrado con ella —le dolió decir lo último y pasó saliva. El único motivo por el que sonreía, era porque siempre se resguardaba bajo el pensamiento de que en algún lugar, en alguna parte del mundo, existía una persona que era capaz de entenderlo y amarlo tal y como era. Había una persona que lo haría infinitamente feliz y sólo era cuestión de tiempo para que el destino escribiera su encuentro. 
 


 

Pero al parecer, hasta el destino se había olvidado de Ryoga Hibiki. 
 


 

—¿Entonces te vas a dar por vencido? —preguntó Mousse. 
 


 

—Sería una pérdida de tiempo si no lo hiciera. 
 


 

—Bien, entonces por lo menos cubre eso de tu cuerpo —picó con el índice las palabras del cuerpo de su amigo—, paga un tatuaje, compra un pañuelo o algo. No me gusta ver que te torturas leyendo eso. 
 


 

El joven se quedó pensando en lo dicho por un momento. Realmente Mouse tenía razón, si iba a vivir sólo el resto de sus días, no tenía que vivirlos en dolor. Así que, rascando un poco las peculiares letras impresas en su piel, se dijo que debía de cubrirlas. 
 


 

[...] 
 


 

Al día siguiente se despertó a penas el sol comenzó a salir. Se levantó de la cama e hizo todos sus deberes en silencio, la casa solía ser más callada desde que Mousse se había ido a vivir con su novia. Y es que a veces le costaba creer que, prácticamente, su alma gemela había ido hacia él. No importaban los años transcurridos, eso seguía siendo tan irreal a pesar de haber visto en carne propia la manera en que había ocurrido. 
 


 

En sí, siempre sospechó que el encuentro de su amigo y su alma gemela sería especial, pues las palabras que él tenía escritas en su abdomen, no era más que su nombre. 
 


 

¿Vive Mousse aquí? —preguntó Shampoo cuando su amigo había abierto la puerta para atenderla. 
 


 

Sí, soy yo —respondió en el tono más normal que alguien podría escuchar. 
 


 

Y así de repente había ocurrido, la caja que la chica llevaba en manos había caído al suelo cuando ambos se miraron de forma embobada fijamente a los ojos, sin decir palabra alguna. Ryoga les miraba alzando una ceja desde el sillón. Más tarde ese día, Mousse había contado que justo después de que ella dijera eso, sintió como si dentro de su corazón, una flor gigantesca hubiera florecido, su marca había comenzado a ponerse caliente, con una temperatura que se había extendido como un hormigueo por todo su cuerpo. De repente no podía moverse, estaba afectado por el shock de en verdad haber encontrado a su alma gemela. 
 



#5199 en Fanfic

En el texto hay: soulmates, almasgmelas, ranma

Editado: 13.11.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.