Eres tú.

1

ꜱɪᴄᴋ ɢɪʀʟ.

Narra Débora.

Otra vez sola en casa.

Me llamo Débora Winden. Tengo diecisiete, mis padres se divorciaron cuando tenía ocho años de edad. Mi padre se mudó a Cleveland y se casó con una señora de su edad. Se casaron aquí y luego se fueron a Cleveland, desde entonces, hemos sido mí madre y yo, ella ha tenido una vida amorosa activa pero nunca ha estado fuera de control, siempre me han agradado los sujetos con los que ha estado... hasta que llegó Paul.

Siendo honesta, el hombre no me caía bien. Era un sujeto aparentemente agradable, pero no me gustaba para mí madre. No trabajaba, no se aseaba y era una mala influencia, no ayudaba a mí madre a crecer como persona, al contrario, logré ver qué a veces la maltrataba físicamente. Simplemente no lo quería cerca de ella.

En un año sería ya mayor de edad, podría dejar la casa y conseguir un apartamento económico, la cosa es que no creo que estuviese preparada para ello, es algo que conlleva mucha responsabilidad y definitivamente, tengo que pensarlo a fondo.

Esta última semana había estado teniendo sueños raros, y no, no raros de la manera en la que probablemente están pensando. Me refiero a sueños raros que involucran poderes, gente extraña con mascarillas, como una especie de laboratorio, juegos de búsqueda y un chico.

Sí, lo sé, qué raro.

Y lo peor es que son de ése tipo de sueños en los que sientes sensaciones fuertes, en los que piensas que son reales, y wow. Es muy extraño.

No he hablado de eso con nadie, mi madre sale mucho y mis amigos tal vez creerían que estoy loca o algo así, así que prefiero no contarlo.

Bajé las escaleras al escuchar el sonido de el timbre. Abrí la puerta y ahí se encontraba mi mejor amiga. Abby es una chica rubia de mí edad, no era ni tan extrovertida ni tan callada, era un término medio, pero a quién engañamos, era más extrovertida.

—Hola baby, ¿cómo estás? —saludó Abby, dejando su pequeño bolso de mano en el sofá.

—Bien, supongo. ¿Cómo te fue el fin de semana en la cabaña de tus tíos? —le pregunto sonriendo.

—¡Oh, la pasé increíble! tome unas fotos fantásticas y conocí a un chico encantador llamado Julián, trabaja en un Oxxo no muy lejos de aquí —cuenta con tono risueño.

—¡Me alegro, me lo tienes que presentar! Apuesto 10 dólares a que es pelirrojo. Por otro lado... mi madre se fue a Portland con Paul por una semana —le comento la situación.

—Sí, me gusta tu idea de hacer una fiesta esta noche, como para animar las cosas y eso...

—Oye, yo no he dicho nada de–

—Claro, buena idea la de que tu vayas a comprar las frituras y los vasos, mientras yo invito a nuestros amigos y voy por la música, ¡eres brillante Débora!

—Abby... —digo en tono de reproche.

—¿Qué? —pregunta inocentemente.

—No va a haber ninguna fiesta  —digo en tono serio.

—Claro, es cierto, es mejor que me vaya arreglando de una vez ya que me tardo haciéndolo, ¡qué considerada eres Débora! —menciona, claramente tomándome el pelo.

—¡Abby! 

Seguido de eso, subió corriendo las escaleras al segundo piso, lo más probable a preparar un outfit salido de «Gossip Girl» para deslumbrar en la ahora, fiesta.

Curvé los ojos, resignada a la idea.

—Está bien, voy a ir por las frituras.

Bueno, después de todo no era tan mala idea una fiesta. Abby tenía algo de razón, necesitaba animarme un poco, estábamos empezando las vacaciones y claro, si ella misma me ayudaba a limpiar después, todo bien.

No tengo auto, así que tuve que caminar hasta el Oxxo de la otra cuadra a comprar las frituras y los vasos de plástico.

Llegué al pequeño supermercado, cogí una pequeña cesta y comencé a buscar las frituras por los pasillos. Agarré seis bolsas de frituras, tres sodas y dos paquetes de vasos de plástico. Me aproximé a la caja a pagar todo, había un chico pelirrojo con un peircing en la nariz atendiendo, recordé lo que me había dicho Abby y me fijé en la pequeña placa de su uniforme.

«Julián». Sí, estoy segura de que éste era el chico del que me hablaba. Abby me debía diez dólares.

Me atendió y puso en una bolsa lo que compré. Cuando él estaba empacando mis compras me di cuenta que tenía un pequeño tatuaje en la mano de una calavera que ponía: «Live fast, and die young».

Encantador.

No me pude contener y me encaminé a preguntarle.

—Disculpa, ¿conoces a Abby White? —le pregunté.

—Mm sí... ¿la conoces? —preguntó un poco extrañado.

—Sí, de hecho es mi mejor amiga —mencioné en un tono amable.

—¿Enserio? ¿Si la ves puedes decirle que dejó una chaqueta en mi casa? No sabía si pedirle que viniera por ella o si llevársela yo mismo hasta su casa, pero no contesta mis llamadas —dijo un poco preocupado.

—Mm, sí, claro, claro, no te preocupes, yo le aviso —dije rápidamente—. Ustedes... ¿ya sabes? —pregunté curiosa.

Okay, sé que he de sonar súper chismosa pero quiero ver si le puedo sacar información al chico ya que Abby no me ha contado.

—¿Qué? No, no, no —negó rápidamente—. Estábamos de fiesta en mi apartamento y se ha puesto como una cuba, me dijo que su casa estaba lejos, así que la dejé dormir en mi apartamento, en la mañana no se acordaba de nada y supongo que ha pensado que habíamos hecho algo más, agarró sus cosas y se fue corriendo avergonzada. Me encantaría volver a quedar con ella para explicarle que fue lo que pasó realmente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.