11 de junio de 2018.
Es normal encontrarse a alguien atractivo en la calle y que se convierta automáticamente en tu crush, para luego jamás volver a verlo.
Y eso es lo que me sucedió. La diferencia es que a este chico lo ví cuando fuí con mi familia al aeropuerto para tomar el avión que nos llevaría a Río de Janeiro, Brasil. Él estaba por viajar con la misma empresa turística que nosotros. Entonces, no solamente lo iba a ver una vez, si no, toda la semana que duraba el viaje.
Después de llegar a Río, específicamente a Copacabana, las veces que coincidíamos en los lugares estuve en silencio y tratando de observarlo sin que nadie se diera cuenta.
No había sucedido nada interesante entre él y yo. También, suponía que ni siquiera me había notado, porque no habíamos cruzado ni miradas. Pero eso cambio cuando al cuarto día se realizó una excursión al Aquario.
Luego de una hora de recorrido, tuvimos que ingresar a un túnel de cristal con tiburones, todos nos empezamos a dispersar. Un sector me había llamado la atención y me detuve allí.
Allí, donde todo empezó.
—Los tiburones son interesantes, siempre veo documentales de National Geograpy cuando se tratan de ellos —una voz gruesa y clara habló detrás mío.
Sabía que era él, lo había escuchado hablar en las reuniones con el coordinador, en los desayunos, en las excursiones en común y la primer noche en el Hotel me dí cuenta que su habitación estaba frente a la mía y cuando él llegaba a la suya oía su voz hablando muy fuerte con una mujer adulta. Lo escuchaba en todas partes, pero nunca me había hablado a mí.
Sentí que la piel se me erizó por un instante, estaba nerviosa.
Era muy lindo, demasiado para mí.
Me dí la vuelta.
Teniéndolo cerca pude notar con más claridad que era más alto de lo que pensaba. Llevaba puesta una remera blanca y un short de jean oscuro y zapatillas de lonas negras. Su atuendo marcaba su cuerpo esbelto. Tenía el cabello castaño oscuro despeinado, de igual forma le quedaba bien. Su rostro alargado demostraba tranquilidad y simpatía.
—Hola —podría haber dicho algo mejor, haber seguido la conversación, sin embargo, yo estaba tratando de reaccionar de manera correcta frente a su repentina presencia.
—Hola —sonrió, sus intensos ojos azules brillaban—. Soy Frank Andersen.
Lo sabía, ya había escuchado su nombre.
—Olivia Marshall —dije, intenté sonreír.
Él solo asintió y se posicionó a mi lado observando a los tiburones en silencio.
Estuvo casi un minuto así, hasta que se volteó a mí y me miró con diversión.
—Mi sueño es nadar con tiburones —comentó.
Fruncí el ceño. ¿Tiburones?.
—Con delfines querrás decir.
Frank, negó.
—Con tiburones, pero eso nunca se podrá, a mi madre le daría un infarto, ni hablar a mi abuela —se encogió de hombros.
Lo miré confundida. Lo normal sería soñar con ver tiburones, ¿pero nadar con ellos?, Dios santo, eso es soñar con morir.
—Que lindo sueño —añadí, no quise decirle lo que realmente estaba pensando.
El chico lanzó una carcajada que me tomó de sorpresa. Me puse incómoda y para que se callara decidí hablar.
—¿Era una broma? —cuestioné.
Antes de detener su risa, dió un suspiro exagerado, arqueó una ceja y negó de nuevo, aún con una estrecha sonrisa.
—No, no era una broma. No tienes que mentir diciendo que mi sueño es lindo. La gente no anda por ahí diciendo que sueña con nadar con tiburones y no con delfines. La mayoría prefiere a los delfines.
—Tienes razón —miré a uno de esos animales que se encontraban en el fondo—. Pero... ¿acaso se puede hacer eso?.
—Claro que sí. ¿No has oído nunca sobre esto?.
Ni siquiera sabía que estaba permitido, no había oído nada sobre querer morir de esa forma.
—No, nunca.
Hizo un gesto de asombro. Permaneció unos segundos mirándome detenidamente, como si me estuviera analizando.
—¿Cuáles son tus sueños, Olivia? —preguntó de repente.
Abrí los ojos, sorprendida. Él solo me había hablado hace minutos y se interesó por eso.
—Son muchos —respondí, un poco pensativa.
—También tengo muchos sueños, dejando de lado al tiburón —comentó, mientras se acomodaba el cabello—. Dime uno de ellos, el principal.
Mi sueño principal era amarme, aceptarme como soy. ¿Debía decirle eso?. No, porque seguramente le iba a parecer ridícula.
—Viajar —suspiré—. Y viajar...
Frank, sonrió, pero a diferencia de sus otras sonrisas esta transmitía orgullo, o no lo sé, no sabía cómo describirlo, es que la sentí diferente.
—El sueño de muchos, el mío también —expresó emocionado. Luego sus ojos miraron atrás mío—. Mamá me solicita —dijo arrugando su frente—. Nos vemos pronto, Olivia.
—Hasta luego, Frank —le sonreí.
Pasó por mi lado, pero se detuvo un instante volteando a verme.
—Por si nunca te lo han dicho, tus sueños se cumplirán.
Al terminar de decir eso se alejó y yo no pude sacar mi vista de él hasta que lo perdí entre la gente.