Eres tú, Frank.

Capítulo 4.

15 de junio de 2018.

No había dormido en casi toda la noche. Ojalá hubiera sido por hablar por mensajes con Frank, pero no, aunque la razón sí era él, porque mis pensamientos estaban instalados ahí, en ese chico que me interesaba tanto.

Desayunamos temprano a las siete y media, luego llegamos al aeropuerto a las nueve y el avión de regreso al estado de Nebraska se retrasó por un percance en el vuelo. Así que llevábamos una hora esperando en los asientos del lugar.

Frank, estaba tirado en el piso apoyando su cabeza en un bolso, con una mano sostenía un libro y la otra sujetaba a su hermanito que lo estaba acompañando.

Intenté ver el título del libro, quería saber que era lo que leía. Pero claramente yo ya andaba mal de la vista, por qué de lejos todo lo que incluía letras se me aparecia borroso.

Tenía muchas dudas sobre él, pero la mayor era saber si su casa quedaría cerca de Lincoln, una de las ciudades del estado en el que yo vivía. Me importaba demasiado eso.

No respondí el texto que me mandó en el centro comercial. No sabía que escribirle, así que elegí no mandar nada.

Sabía que era evidente cuando me ponía nerviosa por alguien que me miré mucho o si tengo que hacer algo frente a todos. Las personas cuando se dan cuenta de la situación suelen decir "ay, estás nerviosa" o "no te pongas nerviosa", eso provoca que aumente mi nerviosismo no que disminuya. No obstante, Frank nunca dijo nada sobre eso frente a mí, nunca le prestó atención, por más que sabía que estaba incómoda. De hecho no esperaba un mensaje como ese, que diera vuelta todo y me dejara claro que no debía darle importancia a miradas que no sumaban nada.

—¿Te gusta verdad? —tía Rachel habló al darse cuenta de dónde estaba mi interés—. ¿Por qué no te acercas y le hablas?.

Porque nunca sentía que alguien realmente quería hablar conmigo a menos que esa persona lo hiciera primero.

—Esta leyendo —murmuré—. No quiero interrumpir.

Mi tía lo miró y se encogió de hombros. Luego sus ojos marrones volvieron a mí.

—Cariño, si alguien quiere hablar contigo no le importará que interrumpas una lectura que se puede seguir después —suspiró y puso su mano en mi pierna—. Aún estando en la parte más interesante del libro.

—Pero...

—Solo vé y háblale —me interrumpió—. No importa que suceda, eso te dará la razón para seguir pensando en él o intentar olvidarlo.

Miré a Frank, seguía concentrado en su libro. Por esa vez no pensé tanto las cosas como acostumbraba a hacerlo.

Me levanté y fuí a su sector, pero antes observé la cara de orgullo de mi tía y la confusión del resto de mi familia a los cuales esto se le hacía demasiado tonto.

Me detuve frente a Frank y él levantó su mirada dejando el libro en su pecho.

—Hola, Olivia —saludó, sonriente.

—Hola, Frank.

El niño a su lado nos miró con el entrecejo fruncido. Frank lo notó, entonces se sentó y el nene hizo lo mismo.

—Marc, ella es Olivia —me señaló—. Olivia, él es Marc, mi hermanito.

Marc, cambió su semblante a uno más relajado y estiró su brazo para que pudiera agarrar su mano la cual yo estreché.

—Iré con los papás —dijo el pequeño. Se paró y caminó hacia las banquetas que estaban al frente.

Frank seguía sonriente. Esa sonrisa dulce que siempre llevaba.

—Ven, sientate a mi lado —tocó el suelo—. ¿No tienes problemas con sentarte en el piso verdad?.

—No, claro que no —negué y me acomodé junto a él —. ¿Qué estabas leyendo?.

Él tomó su libro y me lo cedió.

—El arte de morir —pronuncié al leer el título.

—Es... básicamente un libro de autoayuda —comentó—. También habla sobre el Hasidismo. No me gustan mucho los libros que traten de eso. Pero cuando lo comencé a leer no pude parar, es increíble.

Su voz sonaba tan emocionante, que hacía que me diera ganas también de leerlo. Aunque, ni siquiera sabía que era Hasidismo.

—¿Alguien te lo recomendó? —pregunté ojeando el libro.

—No, mi profesor de Filosofía nos habló del autor —me indicó en la portada el nombre del escritor—. Osho.

—Y te interesó —asumí.

—Sí —afrimó—. Ha publicado más, seguramente también quiera conseguirlos.

—¿Tienes alguna frase favorita? —le pregunté. Era la primera vez que coincidía con alguien que le gustaba leer. A mis amigos esto les importaba muy poco.

Él pensó unos segundos.

—He marcado muchas con resaltador y sé dónde están ubicadas —agarró el libro y busco entre las hojas—. Lee este, en voz alta.

Volvió a darme su libro.

—La vida es inseguridad. A cada momento se dirige hacia una inseguridad mayor. Es un continuo apostar. Uno nunca sabe lo que va a suceder. Y es hermoso que uno nunca lo sepa. Si fuera predecible, no valdría la pena vivir la vida.

Miré a Frank y le sonreí.

—Pensé que este libro hablaba de la muerte —solté, confundida.

—Habla de muchas cosas, un título es solo un título. Lo que hay dentro del título es para descubrir —explicó muy confiado—. ¿Sabés porque te hice leer esa frase?.

—¿Por qué es linda? —pregunté.

Frank, negó riéndose.

—Porque creo que tú eres de esas personas que quiere tener el control sobre la vida. Y nunca podrás tenerlo.

—¿Por qué crees eso de mí? —inquirí, frunciendo el ceño—. No me conoces.

—Porque lo veo en tus ojos, Olivia.



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En el texto hay: novelajuvenil, romance, amor

Editado: 01.07.2020

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