Eres tú, Frank.

Capítulo 5.

22 de junio de 2018.

Luego de una semana de haber llegado a casa me había comunicando con Frank por mensajes. Él también vivía en Lincoln, me lo dijo en el aeropuerto. También me contó que después de vacaciones estaría cursando el último año de preparatoria —al igual que yo— y me habló de las cosas que le gustaban hacer en su tiempo libre. Una de esas cosas, era jugar al baloncesto.

Y después de aquel viaje, nos íbamos a volver a ver de nuevo por primera vez.

Me invitó a un club de básquet, me pasó la dirección y pidió que nos encontremos allí a las seis de la tarde. Por un momento dudé en ir, pensé que habría mucha gente y me daría vergüenza. Pero él me aclaro que la cancha que estaba en el lugar solo se la podía ocupar si se la alquilaba y que su tío era dueño, así que entrar no nos costaría nada. Entonces, acepté.

Estaba muy nerviosa por la idea de volver a verlo. Realmente, me estaba empezando a gustar y no era una atracción física, quería escabullirme en él, en su personalidad, en su totalidad.

Llegué veinte minutos tarde, Frank fué muy puntual. Sin embargo, cuando ví su rostro dulce acompañado de esa única sonrisa que nadie podría igualar, supe que no se molestó por mi tardanza.

—Perdón, tardo mucho en arreglarme —le explique apenas me acerqué a él.

El castaño me miró de arriba a abajo y levantó una ceja.

—Incluso en pijama te verías radiante —en su voz no había coqueteo, solo la intención de un cumplido.

No pude evitar sonrojarme y desvíe mi cara a otro lado para disimular.

—¿Jugaremos baloncesto? —pregunté, manteniendo mi vista en una planta que estaba a su lado.

—No quise que vengamos aquí para jugar, va... si quieres que juguemos, jugaremos —dijo, sosteniendo su mirada en mí—. Pero la razón para estar aquí es otra.

Suspiré.

—¿Cuál es la razón? —esta vez, mis ojos marrones lo miraron.

Él ignoró mi pregunta y se volteó comenzando a caminar hasta la entrada del club. Lo seguí, luego se detuvo a sacar la llave y abrió la puerta.

—Vamos —indicó, Frank.

Nos dirigimos hasta la cancha de básquet.

—Nos sentemos aquí —señaló, mientras se empezó a acomodar en un banco junto a la pared.

Al frente estaba la cancha. Limpia y en perfectas condiciones, alrededor habían banquetas para presenciar el juego. Era todo cerrado, pero con ventanas ubicadas muy arriba que hacían entrar mucha luz.

Me senté junto a Frank. Un pequeño instante estuvimos en silencio, hasta que él decidió hablar.

—Este es mi lugar —mencionó, observando el suelo —. Cuando siento que estoy perdido, que mi mundo se viene abajo, que no tengo fuerzas para nada o simplemente cuando quiero pensar otras cosas y estar en soledad. Cuando me ocurre alguna de esas cosas, vengo aquí.

Levantó su vista junto con una pequeña y suspicaz sonrisa.

Era normal que él me dejara sin palabras, otra vez, no sabía que decir. Por una parte no entendía por que me llevó allí, si este era "su lugar", debía de ser importante, especial. Que estuviéramos ahí y me dijera eso, ¿significaba qué yo tenía una importancia en su vida?, ¿qué confiaba en mí?. ¿Tan rápido?.

Debía hablar, no quería que pensara algo equivocado sobre mi silencio.

—Un lugar que tiene tanto de tí, no se le concede el conocimiento a cualquiera —objeté.

Frank se cruzó de brazos y frunció ligeramente el ceño.

—Tienes razón —asintió—. Igual, tengo que corregirte en algo. Este es mi lugar y te concedí el conocimiento porque tú no eres una cualquiera.

Sonreí y me acerqué un poco a él, al punto que nuestros brazos estuvieron en contacto. No sabía si era correcto hacerlo, pero quería tenerlo más cerca mío.

—Ahora tienes que hacer algo por mí —continuó hablando —. La razón por la que quise que conocieras mi lugar, es para que tú también me enseñes el tuyo.

Tragué saliva y bajé la mirada.

Eso yo no podía hacerlo.

—Yo no tengo un lugar —susurré.

Se generó un silencio extraño entre los dos por unos segundos. Decidí mirarlo, Frank también puso sus ojos azules en mí.

En su rostro ya no había una sonrisa y eso me asustó. Porque él siempre estaba sonriente. ¿Acaso se había molestado por haberle dicho eso?, ¿Pensó que mentí y realmente no quería mostrarle mi lugar?.

Deseaba escuchar su voz, que hablara que terminara con el silencio, porque yo no encontraba palabras para decir.

Quizás, escuchó mis pensamientos, puesto que él habló.

—Yo tampoco tenía un lugar y es malo no tenerlo —tomó aire y suspiró lentamente—. Cuando quieres huir de todos y no sabes dónde, te vas a sentir vacío, porque no tienes un lugar dónde encontrarte. Entonces, te sientes más solo de lo que ya estabas.

Su voz se oía quebrada, sentí que pronto iba a derramar una lágrima, observé sus ojos, estaban carentes de esa felicidad que irradiaba desde el momento que lo conocí.

—Tienes que encontrar tu lugar —enunció—. ¿Dónde vas a ir si tu mundo se desmorona?. Y no, no pienses en ir con ninguna persona. A veces no queremos estar con nadie, en realidad, queremos estar en un lugar que no nos haga sentir vacío, aunque así se vea, uno nunca va a estar solo si esta en su sitio favorito.

Cada una de las palabras que dijo las guarde dentro mío. Tal vez, él quiso que alguien se las dijera y nunca sucedió. Era evidente que una historia había detrás de todo lo dicho.

Frank se levantó y formó con sus labios una sonrisa de lado.

—Olivia, juguemos baloncesto —me extendió su mano y yo la agarré—. Hay que liberarnos de este momento raro que forme entre los dos.



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En el texto hay: novelajuvenil, romance, amor

Editado: 01.07.2020

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