—Hoy te ves con un mejor semblante— escucho la gélida voz de mi madre, al entrar a la habitación.
—Graci...as— murmuro con voz pausada.
Su mirada obsidiana se pasea por todo el lugar, arruga su nariz al sentir ese característico olor de hospitales. La conozco muy bien y sé que sólo esta acá por compromiso.
Desde hace meses he estado postergando mi operación de la tiroides, pero el problema aún persiste, el tragar cada vez se hace más difícil. Así que Liliana, mi madre, ha tomado la iniciativa y ha decido sobre mí, dice que será lo mejor para todos, aunque no esté muy convencida de ello.
—Debes estar tranquila, sabes que to...
Para de hablar cuando nota que alguien entra en el cuarto. Se trata de la enfermera de turno, que minutos antes me había informado que estaría pasando con frecuencia para examinar mi pulso.
Es una señora regordeta de cabello blanco y voz suave. Cuando la siento a centímetros de mí, comienzo a hiperventilar y mi corazón se acelera.
«Uno de mis mayores temores son los doctores, siempre he tenido esa pequeña fobia que me impide avanzar y es por ello que suelo posponer las citas al médico.»
Ella me pide que me recueste en la camilla y le extienda mi brazo derecho. En ese momento, siento el frío metal sobre mi piel poniéndome los pelos de punta y es ahí cuando mi mente comienza a pensar en situaciones donde la sangre se hace presente.
—Tranquila, no pasará nada malo— La señora Josefa, como marca la placa de su uniforme. Trata de explicarme inútilmente que me calme.
«Aun así eso no hace que mis nervios disminuyan.»
— ¡Ya el doctor Gonzalo vendrá! — informa dándome una palmadita en mi hombro— ¡Para dar inicio a la operación!
Me observa regalándome una sonrisa. Así que afinco mis pensamientos en ello, deseando que todo acabe rápido.
***
Me levanto de la cama con algo de dificultad. La bata que me colocaron se adhiere a mi como otra piel y es algo incómoda.
Siento un reflejo a mi alrededor y por el rabillo de ojo noto que algo se mueve, así que me giró bruscamente encontrando una mata de cabello negro reposar sobre la cama.
Estiro mi mano derecha tocando sutilmente la mata de risos y al sentir que se mueve, me quedo estática en mi lugar. Lo veo removerse un poco, pero no se despierta. Vuelvo a intentar y esta vez hundo un poco mi mano entre su cabello sintiendo la suave textura rosar mis dedos, pero nada ocurre. Con cada momento que pasa aumentan mis ganas por saber quién pude ser.
«Aunque en el fondo me dé un poco de miedo descubrirlo.»
Pueda que tenga el sueño pesado o me esté jugando una mala broma. Sólo me queda una cosa por hacer...
— ¡Hey, despierta!—alzo la voz todo lo puedo, mientras me inclino hacia un lado y tomo su brazo zarandeándolo con fuerza.
Parece funcionar, pues lo veo levantar la cabeza y descruzar los brazos irguiéndose en la silla de plástico, frota sus ojos en vagos intentos y por el movimiento uno de sus risos cae en su frente, dándole un aire aniñado. Eso sólo hace que me pierda en su mirada sin querer.
Un par de iris color miel me reciben, provocando ponerme nerviosa en sólo segundos. Mis manos parecen no querer quedarse quietas, así que las escondo debajo de la sábana blanca que me cubre el cuerpo.
«Su mirada se me hace tan conocida, sólo no recuerdo de que...»
— ¡Despertaste, por fin!—interrumpe con voz ronca mis pensamientos, mostrando una amplia sonrisa y en ellas un pequeño hoyuelo se asoma.
«Sí, eso lo he visto en alguna parte. No se me quita de la cabeza, ¿pero dónde?»
—Sí, ¿y tú quién eres?—cuestiono, sin poder quitar los ojos de él— ¿cómo te dejaron entrar?
Él fija su clara mirada en mí, detallando cada uno de mis movimientos. Me incómoda un poco su escudriño que hace calentar mis mejillas.
— ¡Soy John, mucho gusto!— responde, extendiendo una de sus manos hacia mí.
La tomo con un poco de torpeza. Este nota mis palmas húmedas y sólo las aprieta un poco. Su raposa mano haciendo cosquillas en las mías, logrando que me sonroje casi al instante.
—Mucho gusto— contesto, soltándome de su agarre y atrayendo mis manos hacia mi regazo mientras analizo mi próximo movimiento—. Yo me llamo Juliet...
—Lo sé, tu madre me lo comentó—me vuelve a interrumpir, mientras ríe incrédulo con un odioso meneo de cabeza, como si se burlara.
Cruzo mis brazos contra el pecho levantando la barbilla.
— ¡¿Ajá y cómo es qué mi madre me dejo aquí con un desconocido?!— insisto con curiosidad entornando mis ojos y con sumo cuidado hecho hacia atrás mi melena oscura.
Me observa, retándome con la mirada, como si sólo fuese un juego para él. No lo dejo ganar y eso sólo le causa más gracia, lo que hace que se ría haciendo que se marquen aún más sus hoyuelos.