CAPÍTULO 03

Me desperté y estabas a mi lado, dormida ¿tal vez? Pude ver tu rostro con claridad... eras.

— Respiro profundo y me levanto rápidamente para salir de mi habitación — ¿En qué estabas pensando? — Me paso mi mano por la cara.

Creo que sentiste cuando me levanté, porque en unos segundos ya estabas a mi lado, te estabas pasando tus manos por tus ojos con una carita de sueño.

— Bueno, debería bañarme para luego desayunar.

Me seguiste hasta la ducha, pero te quedaste afuera, estabas... ¿respetando mi privacidad? Luego me seguiste hasta la cocina mirando atenta a lo que estaba haciendo.

— Si mamá viera lo que estoy comiendo, me regañaría por desayunar galletas — Sonrío.

Era difícil comer, mirabas mi desayuno como si pudieras saborearlo. Me sentía incómodo o.... mal porque no podía darte. Espera, ¿ustedes comen?

— No me gustó mucho el desayuno, estaban vencidas las galletas — Hice una mueca. En realidad, sí estaban ricas pero agh. Me pasé la mano por la cara.

Me dirigí a mi habitación y tú venías siguiendo mis pasos. había encontrado un trabajo en línea donde tenía que traducir libros. Así que hoy estaría muy ocupado.

Abrí mi compu y empecé a traducir, y a mi lado estabas tú, observando... Nada más. Algunas veces me mirabas, me ponías nervioso.

— Terminé. Debería dormir, es muy tarde — Vi la hora y sí, eran las 3am.

Te miré y estabas dormida en mi cama, era extraño, no sabía que los fantasmas dormían. Sonreí.

Días después...

Todos los días era una rutina, me seguías, me observabas y te ibas a dormir. Me había acostumbrado mucho a tu presencia que a veces me preocupaba cuando no te veía.

A veces me corregías cuando copiaba algo mal y yo hacía como si me hubiera dado cuenta de ello por sí solo. Y Últimamente no estaba durmiendo bien por mucho trabajo que tenía.

— Solo esta página y voy a desca.... — Me mareo.

— ¿Estás bien? — Se oye una voz preocupada.

— Sí.. estoy bien — Me paso las manos por la cara y me pongo a pensar, ¿qué acaba de pasar?

En ese momento sentí cómo mi cuerpo temblaba, sentí cómo mis mejillas ardían, y cómo mi corazón latía a mil por horas.

Lo mejor era fingir que me dio amnesia.

— Espera, ¿puedes oírme? — Pregunta la chica sorprendida.

— Suspiré — Amm, ¿qué está pasando?, ¿será que llegó mi hora de partir de este mundo? — Me paro de la silla y veo al vacío — Debería dormir — Me acuesto y me tapo la cara con las sábanas mientras siento cómo mis mejillas ardían.

— Entonces, ¿no me escuchaste? — Sentí tristeza en su pregunta.

Quién diría que por ese error seríamos tan cercanos.