Desde ese día no dejabas de ponerte frente a mí preguntando que si podía verte, diciendo que sabías que podía oírte, y que no te ignorara.
Claro que sí te podía ver y oír, solo que no quería decírtelo.
Me senté en el sofá mientras leía uno de los libros que tenía que traducir. Y tú, te sentaste en el piso recostando tu espalda en el sofá.
Me sentía mal porque sentí que estabas triste, y que te rendías en seguir preguntando.
— Hace tiempo que nadie venía a esta casa... Pensé que estaría sola hasta que llegara mi hora de desaparecer — Suelta una bocanada de aire — Pero llegaste tú y por alguna razón sabía que no lo estaría más.
Dejé de leer y presté más atención a lo que decías, pero sin dejar de mirar la pantalla de la compu.
— Sabía que no podías verme pero, con el simple hecho de que alguien viviera en esta casa, me hacía sentir segura, a salvo y con vida — Comienza a llorar — ... Sé que es estúpido, pero para mí es increíble que estés aquí.
Me quedé pensando en lo que dijiste. Sé perfectamente que los fantasmas no pueden abandonar el lugar donde murieron y que muchos quedan confundidos, pero ninguno me había dicho algo así, solo me pedían favores que no quería hacer.
Respiré profundamente mientras colocaba mis manos en mi cara.
No podía creer lo que estaba a punto de hacer.
— La verdad, es que... Yo sí puedo verte y escucharte — Tomé un poco más de aire por mis nervios — No quería que lo supieras por miedo a que me pidieras un favor que no quisiera hacer...
Te levantaste y me abrazaste. Yo solo me quedé paralizado ante esa situación.
— Yo jamás te pediría un favor que tú no quisieras hacer — Sonríe con lágrimas en los ojos —Sabía que podías verme, Haruto.
— ¿Cómo te llamas? — Pregunté algo nervioso.
— Kim Soomin.
Y desde ese día no dejaba de sentirme mal por haberte ignorado por tanto tiempo. Si pedía perdón, tú decías que estaba bien, que no me preocupara.
...
— Entonces, ¿Me estás diciendo que sabes dibujar? —Sorprendida por mi declaración — ¡¿Y no lo sabía?!
— Sí, antes dibujaba... Pero ya no — Agarro una de las galletas que estaban en la mesita frente al sofá.
— ¿Por qué?
— Porque lo que dibujaba era lo que más me atormentaba.
— Haruto, ¿Me tienes miedo? — Pregunta un poco triste.
— Antes sí, pero ya no — Me miraste y yo te sonreí tierno — Si no mucho pedir ¿Me darías tu permiso para dibujarte?
— Pero... dijiste que ya no lo hacías.
— Pero hoy quiero dibujar... Mejor dicho, dibujarte — Le revuelvo el cabello cariñosamente.
Sonreíste y asentiste muy emocionada. Quería tenerte de recuerdo, tener dibujos de ti para no olvidarte... Quería que mi razón para volver a dibujar fueras tú.
— Estoy nerviosa, nunca antes me habían dibujado — Dice muy inquieta.
— Tranquila, solo es un dibujo — Suspiré por su inquietud y luego comencé a dibujar — No es para tanto.
Era extraño, ¿Cómo podía un fantasma ser tan hermoso? Podía sentir cómo mis mejillas ardían, y cómo el aire me faltaba.
¿Por qué estoy tan nervioso?