Elena
Diría que dormí genial, pero no es así. Me duele todo el cuerpo, mientras que mi dulce gemelo, Fabio, duerme como un bebé. El muy idiota tenía toda la razón cuando me dijo que fuera a casa y no le hice caso. Siento todo el cuerpo entumido mientras él sigue durmiendo. Decido enviarle un mensaje a Evans para preguntarle si sabe algo de papá. Papá y Fabio no están en buenos términos, ya que Fabio le reclamó por el hecho de tener otro hijo, cinco años mayor que nosotros. Yo también me molesté con él, pero opté por aplicar la ley del hielo, como lo ha hecho Fabio.
Físicamente, Fabio y yo somos idénticos: mismo color de piel, cabello, aunque el mío es un poco más rubio. Compartimos los mismos rasgos, pero hay algo que nos diferencia: nuestros ojos. Los de Fabio son de un color café claro, bastante raros, mientras que los míos son de un color miel.
—¿Piensas observarme todo el día? —pregunta Fabio, abriendo un ojo.
—Imbécil, ¿cómo te sientes?
—Mejor. ¿Y tú cómo dormiste? —sonríe, el muy cínico.
—Excelente —respondo con ironía.
La puerta suena, interrumpiéndonos. Es Alex, el dueño del enigma que no logro descifrar.
"Elena, estás loca", me digo a mí misma.
—Buenos días —saluda Alex.
—Buenos días —respondemos Fabio y yo al unísono.
—Me voy, Fabio. Te quedas con tu amigo.
—¿A dónde vas, princesa del mal?
—Te diré algo que nunca te han dicho una mañana en un hospital —los observo a él y a Alex—. ¿Qué te importa?
—Me importa porque eres de esos pajaritos que no pueden estar quietos, y ya ves, tu pie no está bien. Entiende, mensa.
—Pedazo de... ¡Ay, ya cállate! Que no eres nadie para darme consejos, y mira quién lo dice: el que tiene una costilla rota y un brazo fracturado.
—¿Tienes una costilla rota? —pregunta Alex, frunciendo el ceño.
—Sí —responde Fabio, antes de dirigirse a mí—. Chismosa.
—Estúpido. Llama a papá, está preocupado por ti.
—Llámalo tú.
—Como quieras, Fabio.
Alex me observa como si tuviera algo en la cara. ¿En serio tiene que ser tan guapo y arrogante a la vez? Decido pasar las fotos de ayer a mi laptop, y entonces recuerdo: ¿Dónde demonios está mi cámara?
—¡Mierda! —murmuro, captando la atención de ambos.
—Ahora sí estás loca, hablas sola —se burla Fabio.
Me acerco a él y toco su costilla rota.
—Si no te callas, llamaré a Georgina y le diré que tuviste un accidente.
—¿Por qué no te casas, Elena Fernanda?
—Búscame uno, entonces. De preferencia con más dinero que nosotros.
—Eso no va contigo, el dinero es lo de menos para ti.
Salgo de la habitación del hospital sin decir más, en busca de un café mientras espero que den de alta a Fabio. Sigo pensando en dónde dejé mi cámara, mientras toco mi cuello adolorido.
—No debiste dormir en esa silla —dice la voz de Alex, sacándome de mis pensamientos.
—¿Cómo sabes que no me fui en la madrugada y regresé hace unos momentos?
—Tu ropa de ayer me lo dice, y el hecho de que se nota que quieres más a Fabio que a ti misma.
—Buen punto. ¿Te sientas o piensas seguir creciendo?
—Venía a entregarte esto —extiende sus manos, sosteniendo mi cámara.
—Gracias. Pensé que la había perdido —*mentirosa,* dice mi mente.
—De nada. Por cierto, ¿estudias algo relacionado con la fotografía?
—No, lo hago por pasatiempo, porque me gusta. En realidad, estudio diseño gráfico.
Alex me observa, y me atrevería a decir que siento como si me desnudara con la mirada.Sus ojos son hermosos, nunca me cansaría de verlos. Noto cómo una pequeña sonrisa se desliza por sus labios, pero rápidamente desaparece.
—Sabes, eres alguien rara —dice—, en el buen sentido, claro.
—¿Rara cómo?
—Me refiero a la parte en la que sonríes con solo ver algo pequeño de la naturaleza.
—Bien, pero en todo caso, el raro serías tú. Hasta donde he podido observar, no te gusta mucho el contacto físico, y se nota que eres un adicto al trabajo.
—No lo llamaría adicto al trabajo, más bien alguien que prioriza el trabajo sobre otras cosas.
—Ni siquiera tienes tiempo para una novia —le digo, riendo un poco.
—No tengo novia. No es mi prioridad ahora mismo.
—Me extraña que alguien como tú no tenga novia.
—¿Alguien como yo? —pregunta intrigado.
—Sí, alguien que se rodea de muchas mujeres hermosas.
—Pero ninguna ha llamado mi atención. Y lo mismo podría decirte a ti, por lo de las fotos.
—¿Viste las fotos de mi cámara?
—Lo hice por curiosidad. Eres muy buena. ¿Me darías la foto en la que salgo yo?