Elena
Ayer, cuando Alex me trajo a casa después de nuestro encuentro en la biblioteca, no pude dejar de pensar en algo: ¿realmente quiero casarme con Nicolás? ¿Aún lo amo como antes? Y, aunque me duela admitirlo, la respuesta es clara.
Desde el día en que conocí a Alex, sin saber quién era, algo en él me atrapó. Cuando tomé aquella fotografía en las montañas, jamás imaginé que ese hombre misterioso era el mejor amigo de mi hermano… y mucho menos que terminaría ocupando cada uno de mis pensamientos.
Con Nicolás, todo ha cambiado. Su compañía sigue siendo agradable, pero sus besos, sus abrazos, sus caricias… ya no me despiertan lo mismo de antes. En cambio, con Alex, cada vez que me mira, mi piel se eriza. Cuando me toca, aunque sea de forma accidental o simplemente para ayudarme, siento esa conexión, esa tensión inexplicable que me hace desear pasar más tiempo a su lado.
Por más que trate de negarlo… me estoy enamorando de Alex.
No puedo seguir ignorando lo que siento, pero tampoco quiero lastimar a Nicolás. No es justo para él que siga pensando en casarse conmigo cuando mis sentimientos han cambiado.
Decido enviarle un mensaje para vernos. Es momento de hablar con la verdad.
Le envío un mensaje a Nicolás con un nudo en la garganta. Mis dedos dudan sobre la pantalla antes de finalmente escribir:
—Podemos vernos hoy? Necesito hablar contigo.
No pasa ni un minuto cuando su respuesta llega.
—Claro, amor. Paso por ti en una hora. ¿Está todo bien?
Cierro los ojos con fuerza y respiro hondo antes de responder.
—Sí, todo bien. Nos vemos en una hora.
Mentira. Nada está bien. No sé cómo decirle que no puedo casarme con él, que mis sentimientos han cambiado, que hay alguien más ocupando mi mente y mi corazón. Nicolás ha sido parte de mi vida por tanto tiempo que la idea de herirlo me duele más de lo que imaginé.
Voy al armario y elijo un vestido sencillo, algo que no dé la impresión de que esto es una cita. Me miro en el espejo y noto la preocupación en mis ojos. Estoy a punto de romperle el corazón a un hombre que ha sido bueno conmigo.
Cuando bajo las escaleras, Fabio está en la sala revisando unos documentos, pero al verme deja todo a un lado y me observa con atención.
—¿A dónde vas? —pregunta con curiosidad.
—Voy a hablar con Nicolás —respondo sin rodeos.
Fabio frunce el ceño y deja escapar un suspiro.
—¿Vas a terminar con él?
Desvío la mirada, incapaz de responderle con palabras, pero mi silencio lo dice todo.
—Haz lo correcto, Elena —dice con suavidad, pero con firmeza—. No te cases con alguien si no lo amas de verdad.
Asiento sin decir más y, cuando escucho el sonido de un auto estacionándose afuera, sé que es hora.
Es momento de enfrentar la verdad.
Salgo de la casa con el corazón latiéndome con fuerza. Nicolás está apoyado contra su auto, con una sonrisa tranquila en el rostro, como si este fuera un día cualquiera. Pero para mí, no lo es.
—Hola, hermosa —dice al verme, acercándose para besarme en la mejilla. Su gesto es tan natural que por un segundo me duele lo que estoy a punto de hacer.
—Hola, Nicolás —respondo con una sonrisa tensa.
—Sube, iremos a nuestro restaurante favorito —anuncia con entusiasmo mientras abre la puerta del coche para mí.
—No —digo, y él me mira con extrañeza—. Prefiero que vayamos a caminar.
Su expresión cambia sutilmente, como si ya sospechara que algo no está bien. Pero no dice nada, solo asiente y cierra la puerta del auto antes de ofrecerme su mano. No la tomo.
Caminamos en silencio por un parque cercano, el mismo donde tantas veces nos encontramos cuando empezamos a salir. Es irónico que justo aquí, donde comenzó todo, también termine.
Me detengo y lo miro a los ojos. Nicolás frunce el ceño, ahora completamente serio.
—¿Qué pasa, Elena? —pregunta, aunque creo que ya sabe la respuesta.
Respiro hondo.
—Nicolás, no puedo casarme contigo.
El silencio entre nosotros es abrumador. Veo el desconcierto en su rostro, el dolor que empieza a asomarse en su mirada.
—¿Por qué? —su voz suena más herida de lo que esperaba.
Bajo la mirada, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
—Te quiero, pero no como antes. Algo cambió en mí, y no sería justo para ninguno de los dos seguir con esto si mis sentimientos no son los mismos.
Nicolás aprieta la mandíbula y pasa una mano por su cabello, frustrado.
—¿Es por él? —su pregunta me toma por sorpresa.
—¿Qué?
—Por Alex —aclara con amargura—. ¿Lo amas a él?
Abro la boca, pero las palabras no salen. Porque la respuesta es clara en mi mente, pero decirlo en voz alta es demasiado real.