Eres Tu Y Siempre Seras Tu

Capitulo 13

Alex

El sabor de sus labios sigue presente en los míos, y la sensación de tenerla entre mis brazos es algo que no quiero soltar. La miro, su respiración aún agitada, su piel ligeramente sonrojada, y sé que no hay marcha atrás.

—Significa que estoy aquí, Elena. Y que no quiero que te vayas —le digo con una certeza que jamás había sentido antes.

Ella parpadea, como si intentara procesar mis palabras, pero en sus ojos veo la lucha interna. No quiere rendirse tan fácil, no quiere entregarse sin más, y eso solo me hace desearla aún más.

—Alex… —susurra, bajando la mirada, pero no lo permito.

Con suavidad, tomo su rostro entre mis manos y la obligo a mirarme de nuevo.

—No huyas de esto, Elena. Sé que lo sientes… lo mismo que yo —mi pulgar acaricia su mejilla, y ella cierra los ojos por un instante, como si disfrutara el contacto.

Cuando los vuelve a abrir, veo algo en ellos, algo que me hace apretar la mandíbula.

—No quiero salir lastimada —confiesa en un murmullo.

Mi corazón se acelera. Sé que su miedo es real, que está acostumbrada a guardar sus sentimientos, a protegerse de todo lo que pueda hacerle daño. Pero no pienso permitir que me aleje.

—No voy a lastimarte —le aseguro con firmeza—. No sé cómo hacer esto, Elena. No sé cómo amar de la manera correcta, pero si hay algo de lo que estoy seguro, es que no quiero que esto termine antes de siquiera empezar.

Ella respira hondo y aparta la mirada por un segundo. Pero cuando vuelve a enfocarse en mí, algo en su expresión ha cambiado.

—Entonces… ¿qué hacemos ahora? —pregunta con un hilo de voz.

Una sonrisa ladeada se forma en mis labios.

—Para empezar… —rozo sus labios con los míos en un beso lento, dejando claro que no quiero apresurar nada—. No dejarte ir.

Elena no se aleja. Sus labios permanecen cerca de los míos, como si estuviera absorbiendo cada palabra, cada promesa silenciosa que intento transmitirle. Su respiración aún es inestable, y yo estoy seguro de que si me pido un poco más, terminaré devorándola sin control.

—No dejarme ir… —repite en un susurro, como si probara cómo suena en su boca.

—Exacto —murmuro, con mi frente pegada a la suya—. No más dudas, no más barreras. Solo tú y yo.

Elena cierra los ojos por un momento, como si necesitara procesarlo todo, y cuando los abre, una chispa de determinación brilla en ellos.

—Está bien, Alex —dice al fin—. No quiero huir de esto… No quiero huir de ti.

Sus palabras son mi perdición. Antes de que pueda reaccionar, mis labios vuelven a buscar los suyos, esta vez con más hambre, más necesidad. Ella responde con la misma intensidad, sus manos se aferran a mi camisa, y mi control se desmorona.

La beso como si mi vida dependiera de ello, como si necesitara grabar en mi piel su sabor, su calor. La levanto por la cintura y ella enreda sus piernas alrededor de mí sin dudarlo. Caminamos a tientas hasta que su espalda choca contra la pared.

—Alex… —jadea contra mi boca, sus manos subiendo hasta enredarse en mi cabello.

—Dime que me quieres —le susurro contra los labios, mis manos explorando su cintura, sintiendo la suavidad de su piel bajo la tela de su blusa.

—Te quiero… —responde sin titubeos—. Y eso me asusta.

Freno mis besos y la miro a los ojos, con el pecho subiendo y bajando de manera descontrolada.

—No tienes que tener miedo, Elena. No de mí.

Ella me observa por un largo segundo, y luego, sin previo aviso, vuelve a besarme. Es un beso desesperado, como si quisiera probar que lo que siente es real, como si necesitara reafirmarlo en cada roce de labios.

Y yo estoy dispuesto a demostrarle que esto no es un error. Esto es solo el comienzo.

Elena no se aparta, no duda. Sus labios se mueven contra los míos con la misma urgencia que los míos buscan los suyos. La tengo entre mis brazos, su cuerpo pegado al mío, y por primera vez en mucho tiempo, siento que todo encaja. Que esto es lo que debía pasar.

Mis manos recorren su cintura, su espalda, memorizando cada curva, cada estremecimiento. Ella suspira contra mi boca, y esa simple acción me vuelve loco.

Pero entonces, de repente, se detiene.

Su respiración es errática, sus ojos brillan con un torbellino de emociones cuando me mira.

—Alex… —susurra, y su voz suena vulnerable.

Coloco mi mano en su mejilla, acariciándola con suavidad.

—Dime qué pasa, Elena.

Ella cierra los ojos por un segundo y deja escapar un suspiro.

—Esto está yendo muy rápido —murmura—. No es que no lo quiera, pero… todo es tan nuevo.

Entiendo lo que dice, pero lo único que quiero es decirle que no me importa la velocidad, que la he querido desde el primer momento en que la vi, aunque me negara a aceptarlo.

Pero en lugar de eso, asiento.

—No quiero presionarte —digo, mi pulgar dibujando pequeños círculos en su mejilla—. Pero tampoco quiero que huyas de lo que sentimos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.