Elena
Las cosas con Alex van bien. Nos vemos casi todos los días, ya sea para almorzar o cenar. Estos últimos días han sido los más tranquilos que he tenido en mucho tiempo. Me he sentido en paz, con la tranquilidad de saber que estoy en mi propio espacio, donde nadie impone reglas sobre mis decisiones o mi vida.
Decido levantarme de mi cómoda cama para darme una ducha y prepararme para ir a trabajar. Me había tomado unos días libres, pero hoy es momento de regresar. Mi trabajo puede parecer sencillo, pero no siempre lo es. Encargarme de la creación de un producto para su lanzamiento al mercado puede ser agotador, aunque también es un proceso de aprendizaje constante.
Lo que más me gusta es que puedo trabajar en lo que amo: diseñar objetos e ideas publicitarias. Tras una ducha larga y relajante, elijo mi atuendo para el día. Opto por una falda negra que cae un poco más abajo de la mitad de mis muslos, ajustada en la cintura y con un corte elegante que estiliza mi figura. La combino con una camisa blanca de manga larga y botones, metida dentro de la falda para resaltar mi silueta y darle un toque pulcro pero sofisticado. Para completar el look, me pongo unos botines de tacón negro que me aportan altura y seguridad con cada paso. Es un conjunto que me hace sentir elegante, fuerte y lista para el día.
Dejo mi cabello rubio cenizo en ondas naturales y salgo rumbo al trabajo.
De camino, decido pasar por mi cafetería favorita para comprar un café. Al llegar a la oficina, el ambiente es el de siempre: algunos compañeros conversan, otros hablan por teléfono, pero todos están ocupados en sus tareas.
—Buenos días, señorita Miller —me saluda mi asistente.
—Buenos días, Bruno. ¿Qué tenemos para hoy?
—Tiene la presentación del nuevo producto y, en este momento, su hermano Fabio la espera en su oficina.
Su respuesta me sorprende. ¿Qué hará Fabio aquí tan temprano?
Respiro hondo y camino hacia mi oficina con paso firme, preguntándome qué querrá Fabio. No me avisó que vendría, y generalmente, cuando lo hace sin previo aviso, significa que tiene algo importante que decirme.
Abro la puerta y lo encuentro sentado en uno de los sillones de la oficina, con una taza de café en la mano y un gesto relajado, como si estuviera en casa.
—¿No tienes tu propia oficina para tomarte el café? —le pregunto con una sonrisa, dejando mi bolso sobre el escritorio.
—Buenos días para ti también, clon —responde con diversión, dándole un sorbo a su café.
Me siento en mi silla y lo observo con atención.
—¿A qué debo el honor de tu visita?
Fabio deja la taza en la mesa de centro y me mira con seriedad, algo poco común en él.
—Quería saber cómo te ha ido estos días. No hemos hablado mucho desde que te mudaste.
Me cruzo de brazos y lo observo con una ceja arqueada.
—Me ha ido bien. Ya sabes, disfrutando de la tranquilidad de mi propio espacio.
Fabio asiente, pero su expresión me dice que hay algo más.
—¿Y Alex? —pregunta con fingida indiferencia.
Mi corazón da un pequeño brinco con solo escuchar su nombre, pero mantengo la compostura.
—Nos hemos visto seguido —admito—. Nos llevamos bien.
Fabio sonríe con picardía.
—Sabes que no te pregunto por cortesía. Alex no es precisamente alguien que se involucre con cualquiera. Si sigue viéndote es porque realmente le importas.
Ruedo los ojos y niego con la cabeza.
—No quiero hablar de esto contigo.
—Oh, vamos, Elena. Soy tu hermano, tengo derecho a saber si mi mejor amigo tiene intenciones serias contigo.
Lo miro fijamente y, en el fondo, sé que Fabio solo está cuidándome a su manera.
—Si algún día hay algo serio, serás el primero en saberlo —respondo, intentando desviar la conversación—. Ahora dime, ¿realmente viniste solo para interrogarme sobre Alex o hay algo más?
Fabio se encoge de hombros.
—Digamos que ambas cosas. Pero en serio, me alegra verte bien. Solo... ten cuidado. Alex no es un hombre común.
—Lo sé —digo con sinceridad—. Pero tampoco soy una mujer común.
Fabio sonríe y se levanta.
—Eso es cierto. Bueno, te dejo, que sé que tienes una presentación importante. Nos vemos luego, clon.
Lo veo salir de mi oficina y respiro hondo. Fabio siempre ha sido protector conmigo, pero esta vez, sus palabras sobre Alex resuenan en mi mente más de lo que quisiera.
Sacudo la cabeza para alejar esos pensamientos y me concentro en lo que tengo por delante. Tengo una presentación importante y no puedo permitirme distracciones.
Me levanto de mi silla, aliso mi falda con las manos y tomo la carpeta con los documentos necesarios. Salgo de la oficina con paso decidido, mientras Bruno, mi asistente, camina a mi lado repasando los últimos detalles.
—Todo está listo, señorita Miller. La presentación será en la sala principal y todos los directivos ya están reunidos.