—¿Que quiere la princesa para su cumpleaños?
—¡Una muñeca!
— Entonces una linda muñeca será— acuna mi cara entre sus manos y me da un beso en la frente.
Me levanto sobresaltada por un ruido, tardo un par de segundos en darme cuenta que el ruido proviene de la alarma.
Me tallo los ojos hasta acostumbrarme a la luz que se cuela por mi ventana, muevo mi mano de un lado a otro hasta alcanzar el móvil y así poder apagar la alarma.
—Ojala la tierra se abra y me trague—susurro mientras me levanto para dirigirme al baño y así hacer de mis necesidades.
Una hora más tarde salgo del baño con una toalla envolviendo mi cuerpo y otra en mi cabeza, me dirijo hacia el armario con todaa destreza del mundo para evitar el montón de objetos que estan desperdigados por todo el suelo. Al llegar empiezo a tirar ropa en la cama hasta encontrar el horrendo uniforme, no pensé que iba a volver a ponérmelo, pero aquí estoy... Preparándome para ir al mismísimo infierno
Cuando ya estoy lista, bajo hacia la cocina y me encuentro a mi madre sirviendo el desayuno.
Esta rutina antes era sencilla, recuerdo que siempre que bajaba de mi cuarto para ir al instituto veía a mi padre sentado en la cocina mientras bebía una taza de café caliente. Él me invitaba a sentarme a hablar sobre cosas estúpidas, pero... Desde que el se fue esta casa se siente tan vacia.
—Hola ma— le doy un beso.
—Que linda te ves dree, ya verás que todo saldrá bien—me coloca el plato en la mesa y enseguida empiezo a comer.
Todo lo hago de manera automática. Desayuno, me lavo los dientes, me despido de mi madre (despues de hacerme rezar como diez mil padres nuestros) y salgo de mi casa.
Algunas personas les emociona ir al instituto, quizás para hablar con sus amigos o solo por los beneficios que este dispone como por ejemplo: el equipo de fútbol o las animadoras, pero cuando no tienes ninguna prisa por llegar; Ahí es cuando sabes que eso no funcionará, cuando sabes que ningún amigo te estará esperando para entrar juntos, cuando sabes que no eres lo suficientemente bueno en alguna de esas cosas o en mi caso, cuando sabes que no tienes el ánimo lo suficientemente alto como para intentar hacer algo.
Mientras camino no puedo dejar de pensar en las cosas que diariamente hacemos y que a veces no nos damos cuenta de lo hermoso que es, como por ejemplo: ver el cielo, el cielo es algo tan maravilloso que a veces me pregunto si nosotros los seres humanos merecemos eso, el cielo es esperanza; es felicidad, solo hay que verlo con la dedicación necesaria y sobretodo hay que querer verlo.
Falta poco para llegar al instituto y ya siento mis manos un poco sudorosas.
—Tranquila Audrey, todo estará bien, no pasará nada malo, ya lo verás— trato de calmarme.
Desde lejos empiezo a ver mi instituto; la arquitectura es como de estilo victoriano es de color blanco perlado con algunas tonalidades grisaceas, también tiene unos grandes ventanales, tiene un patio hermoso en la parte trasera y cuenta con un árbol demasiado hermoso,
Cuando llego a la entrada del instituto se escucha mucho ruido, lo normal en un primer día de clases, pero cuando las personas se percatan de mi presencia todo queda en silencio, quizás sea porque se extrañan de verme en el instituto o quizás solo sea el hecho de que hace tan solo unos meses alguien invento el rumor de que yo me había suicidado.
—Miren, es Audrey—escucho que dicen a lo lejos.
Empiezo a caminar con la cabeza gacha para así no llamar más la atención, sigo caminando y solo escucho sus murmullo sobre mi supuesta muerte o sobre lo lamentable que me veo
— Audrey, ¿Acaso tu padre también regreso contigo de entre los muertos?, Dile que me enseñe a manejar—Luego de ese comentario solo se escuchan risas, risas de personas que algunas vez fueron mis amigos.
Siento mis mejillas mojarse y realmente me odio por eso, me odio por no tener las suficientes fuerzas y así enfrentar a la persona que dijo eso, me odio por no poder contener las malditas lágrimas que salen sin permiso alguno.
Siento mi respiración agitarse y mis manos temblar, odio cuando no puedo controlar mi cuerpo.
Intento buscar un lugar en el que pueda tranquilizarme, pero siento que cada vez hay más personas riéndose y colocandose a mi alrededor, que lo único que se me ocurre es devolverme a la entrada y correr hacia un callejón.
Al llegar me agacho e intento respirar.
De un momento a otro llegan recuerdos de aquel fatídico día.
—¿papá estás bien?—me quito el cinturón de seguridad—dime que estás bien, por favor—grito lo más que puedo hasta que siento como mi garganta arde.
—¡AYUDAAAA!—grito con mucha más fuerza —papi resiste, por favor.
Vuelvo a la realidad solo cuando siento un par de manos agarrarme la cara pero no abro los ojos.
—Todo va a estar bien, ya verás— susurra una voz masculina—vamos, respira conmigo. Inhala, exhala, vamos si puedes.
Hago lo que me dice como por 10 minutos hasta que siento mi respiración más calmada.
—Gra- Gracias— siento mi garganta seca y arde demasiado, tanto que cuesta hablar.
—Tranquila, todo estará bien ¿Si?— asiento—no te disculpes.
Siento mis ojos hinchados y sé que si me miró a un espejo podría comprobar que si están así.
Se levanta y me extiende una mano para ayudar a levantarme.
—Gracias—le agarro la mano y con su ayuda me levanto—¿Por qué hiciste eso?
—¿Darte la mano?—me mira un poco confundido.
— No, ayudarme— después de caer en cuenta de la situación, la verguenza se apodera de mi, tanto que agacho la cara.
—Porque sé realmente que es pasar por ello—subo la mirada y veo que me está mirando fijamente— por cierto, soy Ethan— alza la comisura de sus labios hasta llegar a una sonrisa honesta, me quedo perpleja en ese movimiento por un momento ya que realmente tiene una sonrisa hermosa.
—Soy Audrey— sonrio un poco, pero creo que lo único que logro hacer es una mueca un tanto extraña—es un placer Ethan y gracias de nuevo.
Editado: 04.02.2024