Ya han pasado 3 horas desde que llegué a casa, y justo ahora es donde todo el peso de lo que lo pasó hoy recae sobre mi.
El recuerdo de todos viéndome y murmurando cosas de mi me hace sentir ridícula y humillada, me hace sentir débil.
También llegó el recuerdo de el chico ayudándome y esa fue la gota que colmó el vaso, me sentí indefensa y muy estúpida al dejar que él viera mi lado vulnerable.
Yo siempre he pensado que al mostrar algún tipo de miedo y/o sentimientos te hace un blanco fácil para ser humillado, te hace ver débil ante los ojos de los demás, por esa misma razón se me hacia difícil hablar con mi psicólogo, por tanto tiempo cuide ese lado de mi y por un estúpido descuido me mostré vulnerable ante una persona que apenas conozco.
Por eso estoy aquí en pleno ataque de pánico, con la cabeza entre mis piernas y temblando.
—Cálmate Audrey—me digo una y otra vez.
Siento como poco a poco pierdo el autocontrol y me dejo llevar por la impotencia que recorre mi cuerpo entero.
Me levanto y empiezo a tirar de mi cabello. Rápidamente se me ocurre una idea y camino evitando todos los objetos que están en el piso hasta llegar al escritorio que está al lado de mi cama. Al llegar lo abro y revuelvo todo lo que está ahí hasta agarrar mi dulce anhelo.
Me siento en los pies de mi cama, todo mi cuerpo tiembla y suda demasiado.
Me alzo un poco las mangas del uniforme e intento pasar lo que agarré a lo largo de mi brazo, pero el poquito autocontrol que me queda no me lo permite. Sé que no debo hacerlo, mi madre no merece que yo haga esto, ella lucha muchísimo por cuidarme y yo no puedo pagarle haciendo esto.
Lanzo la hojilla hacia el otro lado de mi habitación mientras tiento en mis bolsillos en busca de mi teléfono.
Marco el número de la persona que está y siempre estará para mí.
Uno, dos, tres tonos y nadie contesta, empiezo a desesperarme y mi respiración vuelve a ser un caos.
—¿Audrey que pasa?, ¿Estás bien?— justo cuando iba a colgar escucho la voz que tanto me tranquiliza.
—Mamá, ¿Cuando vas a venir?—Digo en un hilo de voz— te necesito.
—Ya voy para allá, no hagas nada, solo espérame ¿Si?, Te amo mi princesa y recuerda que eres lo mejor de mi.
—Yo... También te amo mamá—y cuelgo, me quedo ahí mirando hacia la nada y a todo a la vez, siento como poco a poco mis ojos se van cerrando por el cansancio y ya no veo nada más que oscuridad.
[...]
A veces yo le tengo miedo a quedarme sola, no a la soledad en sí, pero si a lo que está conlleva. Una vez me dijeron que las personas con problemas son menos queridas, que nadie quiere ser salpicado del charco de los demás, en ese momento me lo tomé tan en serio que solo me encerré en mi mundo, hoy en día creo fielmente en eso.
Me levanto sobresaltada por el ruido de una puerta cerrarse. Siento como mi cabeza duele y mis ojos están tan hinchados que parecen un par de metras.
—¿Audrey estás ahí?—escucho que dicen al otro lado de la puerta.
—Si—digo en un tono de voz apenas audible.
—voy a pasar, ¿Ok?
Me levanto y me dirijo hacia la cama. Mi mamá entra y su mirada se desvía hacia el escritorio abierto de par en par.
—Todo estará bien, ¿Ok?—esquiva todo lo que está en el suelo hasta llegar a donde estoy.
—Mamá, no sé que fue lo que pasó... No-no fui yo—siento como mis mejillas empiezan a mojarse—No quiero perder el control de nuevo, no otra vez.
—Mi princesa, ya pasó—me abraza— todo estará bien en algún momento -—su voz vacila un poco. Sé que se está aguantando para no llorar, me duele saber que la causante de eso sea yo.
—Estoy cansada de escuchar eso mamá, todo es un caos. Tan solo quisiera que las cosas dejaran de afectarme tanto como lo hacen—rompo el abrazo.
—Dree, lamento decirte que las cosas no funcionan así, sé que justo ahora quisieras encontrar algo para esconderte de todos esos sentimientos, pero eso no te ayudará en nada. Solo evitarás por un tiempo el dolor, pero en algún momento tendrás que salir de esa cueva y es ahí donde todo lo que has acumulado te atormentará— suspira.
—Lo sé...— agarro su mano.
—Princesa, no estás sola— me hace un ademán para acostarnos en la cama— Estoy aquí para llevarte de la mano en todo este proceso.
Nos quedamos un buen rato acostadas sim decir ni una sola palabra, nada más haciéndonos compañía. Nuestra respiración es lo único que se escucha, pero mi cerebro bloquea el sonido de la mía solo para escuchar el de ella, ese que me da paz.
—Tienes hambre?—me pregunta mientras me hace cariñitos en el cabello.
—Un poco nada más.
—¿Quieres que te haga algo comer?— pregunta con la voz un poco más compuesta.
—Si, mamá—levanto mi cabeza y la apoyo de mi muñeca para así poder mirarla mejor, mi mamá tiene una sonrisa confortante plasmada en su rostro, sé que quiere traspasar un poco de esperanza hacia mi persona y realmente lo está logrando.
—¿Quieres ayudarme o quieres quedarte aquí durmiendo un rato?—niego con la cabeza—Ok, te traeré la comida dentro de un rato.
—Gracias mamá, realmente aprecio esto que estás haciendo—La abrazo súper fuerte para luego soltarla.
—No debes agradecerme por esto—Dice para luego levantarse y empezar a caminar hacia la puerta—Cuando termines de comer vas a ayudarme con esto— Está de espaldas, pero aún así señala el caos del piso y todo el cuarto.
Editado: 04.02.2024