Eros y el arte de perder.

Capitulo 6

Padmé.

Las luces del salón brillan como si quisieran eclipsar el cielo de Imola. Todo es cristal, oro y risas falsas. La gente celebra como si la carrera fuera lo menos importante de la noche. Como si los resultados no hubieran reordenado el mundo.

Como si yo no acabara de clasificar al Campeonato Mundial.

Y como si Eros Salvatore no estuviera en la misma sala, observándome desde las sombras.

Lo siento antes de verlo. Siempre ha sido así. Su presencia llega antes que él. Como una corriente eléctrica recorriéndome la espalda.
Cuando finalmente giro la cabeza, está ahí. Copa en mano, camisa negra abierta justo lo suficiente. Mirándome como si nunca me hubiera dejado.
Como si le perteneciera todavía.

No lo hago.

Camino entre la multitud. Todos quieren felicitarme. Me sonríen, me ofrecen brindis, me dicen que hice historia. Pero no escucho nada.
Porque él no me ha dicho nada.
Y eso me carcome más que cualquier halago.

Nos cruzamos al borde de la pista de baile, donde los flashes no alcanzan y la música se vuelve un zumbido lejano.
Me detengo. Él también.

—¿No vas a decirlo? —pregunto sin adornos.
—¿Decir qué? —responde, como si fuera inocente. Como si no supiera que su silencio pesa más que mil palabras.

—Felicidades, Padmé —dice al fin. Pero su voz no suena a felicitación. Suena a una sentencia.

—¿Y te duele?

—¿Debería?

Nos sostenemos la mirada. Nadie alrededor existe. Solo nosotros.

—Lo sabías desde la primera curva —le digo, dando un paso más cerca. Puedo ver el reflejo de las luces en sus pupilas.

—Lo supe desde que escuché tu nombre otra vez —admite él, bajo. Intenso.

Mi corazón salta. Odio que todavía tenga ese efecto sobre mí.

—Te quise destruir —le digo.

—Y lo estás logrando —responde.

Silencio.

Respiramos el mismo aire y aún así siento que me falta el mío. Él me mira como si pudiera desnudarme sin tocarme. Yo me mantengo firme, pero por dentro tiemblo.

—Esto no cambia nada —le advierto.

—No. Solo lo empeora.

Un camarero pasa, interrumpiéndonos. Me giro. No puedo quedarme más tiempo ahí. No si quiero mantener la compostura.

Pero justo cuando me alejo, escucho su voz, baja, casi inaudible:

—Padmé…

—¿Qué?

—Te ves peligrosa esta noche.

Sonrío sin mirarlo.
Y no le respondo.
Porque lo sabe.

Porque siempre lo ha sabido.

La fiesta seguía vibrando a mi alrededor, pero yo me sentía atrapada en una burbuja de fuego helado. Cada vez que recordaba la mirada de Eros, el aire parecía volverse más denso, casi imposible de respirar.

No podía negar que él despertaba algo en mí. Algo que creía enterrado bajo años de decisiones y silencios. Pero no sabía qué era exactamente: ¿odio? ¿deseo? ¿o una mezcla venenosa de ambos?.

Me alejé de la multitud y encontré a Noa, apoyado contra una pared con esa sonrisa despreocupada que siempre parecía darle calma al caos.

—Noa —le dije, intentando mantener la voz firme—. Necesito hablar.

Él me miró, percibiendo la tormenta que llevaba dentro.

—¿Qué pasa? —preguntó serio.

Me apoyé en la pared y respiré hondo, dejando que las palabras salieran atropelladas.

—Eros...

—Alto —menciono antes de siquiera poder continuar — Ten cuidado con cualquier cosa qué pueda salir de tu boca, esta temporada es crucial.

—No puedo permitirme distraerme.

Noa me dio una palmada en el hombro.

—Padpad... no puedes dejar que un chico que no ves hace años descoloque tu vida en menos de 1 semana, o apagas el fuego o dejas que te consuma.

Lo miré fijamente, dándome cuenta de que él tenía razón.

1. Estaba enloqueciendo.

2. Quizás estaba necesitada de algo.

3. Tal vez solo quería hacerlo sufrir de alguna manera, sin razón aparente.

Entonces decidí hacer lo qué todos a mi alrededor estaban haciendo tras saber que su nombre estaba dentro o fuera de la competencia.

Perderme en el alcohol.

Luego de unas horas bebiendo, podía sentirme como en Tres metros sobre el cielo, donde babi baila y H la ve desde lejos. Podía mover mi cuerpo solo de un lado a otro, me sentía en otra dimensión, era algo fascinante. Pero mis pensamiento dieron un vuelco, de positivos a negativos diagonal raros.

Estar aquí, en esta temporada, peleando contra él en cada vuelta, debería hacerme sentir viva. Pero muchas noches, cuando el casco está fuera y las luces se apagan, la soledad se convierte en mi única compañera.

Recuerdo esos días antes de que todo explotara. Cuando éramos inseparables, y creíamos que nada podría rompernos. Pero el tiempo, y sus decisiones, nos arrojaron a caminos distintos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.