Errantes

Capítulo 13 : Marioneta

 

* Noah Bennet:

 

Una sensación de antaño carcome mi piel, pensé que nunca volvería a sentirla en mi carne. Mis sentidos gritan despavoridos ante el inminente hecho que esto significa. Estoy en grave peligro.

Mi percepción del tiempo es algo que ha perdido sentido alguno. Los segundos y minutos son una amalgama que se retuerce violentamente hasta crear una confusa visión. Me despierto en intervalos inconsistentes, mientras el sonido de la alarma y luces parpadeantes reinan el interior de la cabina.

Poco a poco mi mente rememora recuerdos del pasado que aparecen y desaparecen en ínfimos lapsos de tiempo.

Con una última y agónica bocanada dejo ingresar rastros tímidos de aire que penetran mis pulmones. Mis ojos cansinos, el pecho adolorido y mi cabeza palpitante llegan hasta el límite. Pierdo la conciencia y me dejo llevar por el mar de recuerdos.

Un científico que cumplió su mayor anhelo.

—¡Me complace anunciar que lo hemos logrado! ¡Hoy, será el inicio de la evolución humana hacia la inmortalidad! ¡Por votación unánime. Se da luz verde a la investigación y modificación del genoma humano a escala global! —El rostro de aquel hombre desbordaba euforia cuando reveló dicha noticia al resto del mundo.

Una gobernante quien contempló la caída de su reino.

—¿Por qué…? ¿Por qué nos traicionas? Después de todo lo que has hecho por nosotros… maldito… —susurró mientras se desangraba. La herida de su estómago provocó que sus tripas se regaran bajo sus pies. Apreciaba su cuerpo moribundo sin despegar un solo un segundo la vista de aquel humano. Yo estaba empapado en la sangre de quien consideré el ser más importante de mi vida, al mismo tiempo que apretaba el cuchillo con fuerza desmedida.

Una herramienta con ansias de libertad.

—Sigues siendo el mismo de siempre. ¿Cuándo dejarás de ser un perro fiel? ¡Libera tus colmillos de una vez por todas! —Su expresión y tono de voz denotaban cierto ápice de enfado.

Una líder que pese a todo ayudó a un enemigo.

—Espero que llegue el día que logres comprenderlo. La vida humana es más compleja de lo que te han inculcado. ¿Útiles o desechables…? Las personas no son cosas que puedan clasificarse en algo tan simple… Ni siquiera yo sé la respuesta que pueda salvarte. —La mujer me observó con tristeza y empatía, no existía odio alguno en su mirada.

Una abuela que amó a un nieto sin lazos de sangre.

—He tenido una buena vida. —Estiró su mano al mismo tiempo que sonreía cálidamente, tocó mi mejilla con suavidad. El contraste entre su semblante y mi rostro empapado en lágrimas era ocultado por la oscuridad de la noche—. Gracias mi pequeño, perdóname por no haberlo visto antes. Todo ese dolor, toda angustia que carcome tu mente… espero llevármela cuando deje este mundo. No los odies, al final, todos somos esclavos de nuestros ideales.

Un padre quien perdió a sus hijos.

—¿Cómo…? ¡¿Cómo puedes hacer eso?! Eres… ¡eres un monstruo! —El odio y deseos de sangre pululaban desde cada poro de su cuerpo—. Aún si me matas, nuestros anhelos seguirán viviendo. Juro que llegará el día en que pagarán lo que han hecho. ¡Lo juro! ¡¡¡Bastardo!!!

Una ciega que anhelaba la oscuridad por sobre todo. Aterrada de ver la realidad que destruiría su endeble tranquilidad.

—Debemos continuar con su legado. Es nuestra responsabilidad el salvarlos. Puede que no se merezcan esta oportunidad, pero los deseos de Madre son una verdad absoluta. Nosotros completaremos el proyecto N.O.A.H. —Estiró sus brazos, como si estos se transformasen en alas majestuosas, aunque nunca conseguiría volar. Aún si pudiese hacerlo, ella preferiría seguir arrastrándose por el fango.

Esos y otra decena de efímeros rastros de mi pasados son visualizados en mi mente, pero es entonces que uno se sobrepone por el resto. Un recuerdo tan claro que pareciese que lo estuviera viviendo en carne propia. Sentimientos tortuosos vuelven a emerger cuando esa escena irrumpe con violencia.

Nuevamente esta sensación domina mi ser. Nuevamente me aferro a un pasado que me encadena pero al mismo tiempo me impulsa a seguir. Nuevamente busco en mi antiguas vivencias, una razón para no morir.

—Buenos días, es hora de iniciar.

Esa era la frase que siempre acompañaba mi despertar. Abrí mis ojos con vehemencia ante el sonido de su voz, me tranquilizaba de las pesadillas tortuosas que devoraban mis sueños. El cuarto blanco de escasos metros cuadrados de amplitud cobraba vida cuando ella emitía su saludo.

—Madre —murmuré.

Ahí estaba yo, un niño acurrucado en la esquina quien mantenía una sonrisa imborrable, todo por saber que ella me acompañaría un nuevo día.

Me desvestí y dejé mis ropajes en el compartimiento de la puerta, cerrándose para tomar dichas prendas. Me posicioné en el centro de la habitación y estiré mis brazos de manera horizontal. Las paredes y el techo vibraban hasta que de estos emergían unos brazos metálicos, los cuales liberaban un chorro de agua fría que limpiaba la suciedad de mi cuerpo, también las paredes y el techo se beneficiaban de ello, posteriormente estos me secaban por el gélido vendaval que exhalaban. Los brazos se contrajeron y la habitación regresó a la normalidad, sin antes dejar caer la camisa y el pantalón blanquecino del día. Estaba listo para iniciar.

—La tarea de hoy es esta. —El compartimiento de la puerta se abrió—. Tómalos.

En aquella ocasión era algo simple en comparación a lo normal. Solo era un herramienta, específicamente una tenaza de tamaño reducido la cual cabía en la palma de mi mano.

—Ya lo tengo —susurré.

—Bien hecho, ahora posiciónate en el centro de la habitación. —Caminé hasta detenerme según sus indicaciones.

—Listo —respondí.

—Ahora… arráncate todas las uñas, una a una. Además, deberás decir el número según las desprendas de tus dedos.




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