Inkognito
Emily Rios
Llevaba quince minutos de pie frente a la máquina de café del piso 42, mirando como esta soltaba más vapor que café y preguntándome —por quinta vez esta semana— si la empresa más innovadora del mundo en tecnología y principalmente de Estados Unidos no podía arreglar una miserable cafetera. Como casi todo en Tec innovation, parecía que hasta la cosa más simple necesitaba una actualización.
El lugar estaba casi vacío. Solo se escuchaba el tic - tac constante del reloj y mis pensamientos, que a esa hora eran un revoltijo de “no quiero estar aquí”, “ojalá me despidieran con indemnización”, “quisiera ya independizarme y viajar por todo el mundo” y “no quiero ver a Renata”.
Respiré hondo. No porque intentara calmarme, sino porque necesitaba no rodar los ojos otra vez. Ni siquiera me había alcanzado el tiempo para maquillarme. Estaba segura de que mi delineador estaba en algún rincón de mi bolso agarrado de la mano junto con mi autoestima.
—¿Esperas que eso te dé una promoción o un abrazo caliente? —dijo una voz conocida detrás de mí.
Lucas, junto con Valentina, eran de las pocas personas que me habían tratado bien desde el primer día. Gracias a ellos, estar en la empresa no se sentía tan pesado.
Me giré lo justo para dedicarle una sonrisa.
—Espero que al menos me dé cafeína. El resto lo dejo para mi terapeuta.
Él me alcanzó una cápsula nueva y, milagrosamente, esta vez la máquina cooperó. Café caliente. Lo llevé a mis labios como si fuera oro líquido. Empezar un día sin una taza de café, para mí, era sinónimo de despertar con el pie izquierdo.
—¿Supiste lo de la nueva app? —preguntó mientras se recostaba contra la encimera como si no tuviéramos ambos veinte correos sin responder.
—¿La de Inkognito? —bufé— Sí, la instalé anoche porque Recursos Humanos mandó ese correo con ese tono pasivo-agresivo que te hace sentir que te van a despedir si no colaboras. Pero no entendí mucho… ¿Es como un Tinder sin fotos?
— Más bien como una ruleta emocional con seudónimos cliché —aclaró Lucas, encogiéndose de hombros—. Según dijeron, Inkognito es una app que la misma empresa está desarrollando para “romper prejuicios y barreras jerárquicas”. La idea es emparejar a las personas al azar, sin revelar quiénes son realmente: nada de cargos, fotos ni datos personales. Solo un alias, tipo nombre clave… y chat puro. Sin filtros, sin contexto, solo conversación.
—¿Y por qué a nosotros?
—Porque somos sus ratones de laboratorio, claramente —dijo Lucas con una risa sarcástica—. Quieren probar cómo funciona en un entorno real antes de lanzarla al público. Evaluar si la gente realmente conecta sin saber quién está del otro lado. Lo ven como “revolucionar la forma en que las personas se conocen y se relacionan.”. O algo así de pretencioso decía el correo.
Rodé los ojos.
—Claro, porque el problema de esta empresa son las jerarquías, no los jefes que creen que decir por favor es una palabra ofensiva.
Y justo en ese instante, como si pudieras invocar a una persona con solo mencionar su nombre, la puerta de la oficina de Renata se abrió con un golpe seco, como si el mismísimo infierno se hubiera filtrado en el aire acondicionado corporativo.
—Ríos — escupió sin siquiera mirarme — Mi café está frío. Otra vez.
Le extendí el que acababa de preparar y al cual apenas había dado un sorbo pero ella no tenía porqué saberlo acompañándolo con una sonrisa que parecía profesional, pero que en realidad era puro autocontrol en forma de gesto de amabilidad.
—Con almendra y sin azúcar, como le gusta.
—Cómo debería ser siempre, no como me gusta —murmuró antes de desaparecer en su oficina con su característico taconeo de villana de telenovela. Conté hasta cinco, no funcionó. Conté hasta diez, Tampoco. La sangre poco a poco se me estaba calentando por las venas pero necesitaba este trabajo y ser despedida no era lo mejor.
——Respira, Lily, que en cualquier momento el suelo se va a derretir si no te calmas —intervino Lucas, dándome una suave palmada en el hombro antes de dirigirse a su puesto de trabajo. Solté el aire lentamente. Decidí prepararme otro café antes de enfrentar la montaña de pendientes del día. Este iba a ser largo… como todos los anteriores.
La mañana transcurrió casi con normalidad, al menos después del primer encuentro del día con Renata, quien estaba más silenciosa de lo habitual. Y eso, viniendo de ella, era raro. Daba miedo, incluso. Estaba respondiendo algunos correos cuando una notificación llamó mi atención: un mensaje masivo con el asunto en mayúsculas — “CAMBIOS EN LA ESTRUCTURA EJECUTIVA – CONFIDENCIAL”— apareció en mi bandeja de entrada.
Curiosa, lo abrí sin pensarlo. Y ahí estaba. En blanco y negro, en negrilla, casi como una burla del destino… mi nombre.
Se informa que, por decisión del Consejo Directivo, la Sra. Renata Gómez deja de pertenecer a la empresa por motivos disciplinarios. A partir de ahora, el nuevo CEO de Tec innovation, en su fase de reestructuración, trabajará con un equipo reducido y rotativo. La Srta. Emily Ríos asumirá temporalmente el rol de asistente ejecutiva directa del CEO.