Manual para sobrevivir a una cena con tu jefe (o al menos intentarlo sin enamorarte en el proceso)
Emily Rios
Regla número uno: No entrar en pánico.
Sí, suena sencillo... cuando no estás parada frente al espejo con dos vestidos colgando de tus manos como si de esa elección dependiera el destino de tu carrera (y, seamos honestas, también el de tu dignidad emocional). Pero ahí estaba yo: Emily Ríos, respirando como si acabara de correr una maratón emocional, debatiéndome entre un vestido negro de “sofisticada pero misteriosa” y uno azul que gritaba “profesional, pero wow, ¿viste esas pestañas?”.
En la pantalla de mi laptop, Valentina seguía en videollamada, con la cara cubierta de una mascarilla verde que la hacía parecer una versión milenial y zen de Fiona en Shrek.
—No puedo creer que esté nerviosa por esto —murmuré, alzando los vestidos frente al espejo por décima vez.
—Porque lo estás. Y con razón —dijo Valentina desde su cama, como si el asunto fuera evidente— Te va a recoger Cassian Zalewski, Emily. El CEO. Esto ya no es una simulación de “cita corporativa”.
—¡No es una cita! —repliqué, quizás un poco más fuerte de lo necesario— Es una cena de negocios.
—Ajá, claro —canturreó, ladeando la cabeza como quien está a punto de soltar una bomba — Y yo uso esta mascarilla para bloquear señales alienígenas.
Rodó los ojos con esa calma suya, la que solo tiene alguien que ha sobrevivido a todas tus crisis existenciales… incluyendo la vez que me vio chocar contra una puerta giratoria el primer día de trabajo. Sí, desde entonces, nada la sorprende.
— Llevas media hora debatiendo entre el vestido que dice “soy un misterio con un máster” y el que grita “mi currículum es impecable pero mis pestañas también”.
Solté una carcajada y me dejé caer dramáticamente sobre la cama, lanzando los vestidos al pie del colchón.
—¡Es que no quiero parecer demasiado… ni demasiado poco! ¿Y si hay gente importante? ¿Y si…?
—¿Y si respiras? —dijo ella, limpiándose la mascarilla con una toalla — Vas a estar increíble con cualquiera de los dos. Pero si me haces elegir… el negro. Clásico, elegante, y honestamente, te marca la cintura de una forma casi ofensiva.
Regla número dos: Tener un buen sistema de apoyo.
En mi caso, eso incluía a Valentina y a Lucas, este último se unió a la videollamada justo en ese momento con una empanada en una mano y una sonrisa de complicidad.
—¿Qué me perdí? ¿Alguien ya lloró o sigo a tiempo?
—Lucas — dijimos al mismo tiempo Valentina y yo.
—Solo estamos ayudando a nuestra Emily a decidir qué ponerse esta noche —explicó Valentina.
Lucas le dio una mordida a la empanada y levantó las cejas como si estuviera ante una decisión crítica.
—¿Cena de negocios o cena de negocios? —preguntó con tono malicioso, exagerando la segunda palabra.
—¡De negocios, negocios! — me quejé, rodando los ojos— ¿Por qué todo tiene que sonar a romance con ustedes?
—Porque no es todos los días que tu jefe millonario, serio, guapo y que huele a pecado, decide recogerte personalmente para ir a una cena privada —respondió Valentina sin pestañear.
Lucas levantó su empanada como brindis.
—Yo solo digo que si el vestido es apretado, te vas a ganar un ascenso espiritual, mínimo.
—Lucas, ¡por favor! —dije entre risas.
—¿Qué? Así es como mantengo esta belleza —respondió mientras masticaba— Buen humor, buena comida y un poquito de gimnasio. ¿De dónde crees que salen estos músculos? ¿Del aire?
—Del sarcasmo, probablemente —añadió Valentina.
Regla número tres: Nunca subestimes el poder de una buena entrada dramática.
Me levanté de la cama con los vestidos aún a los pies y me acerqué al tocador. Encendí la luz del espejo y comencé a aplicar la base con movimientos suaves, tratando de ignorar el temblor leve en mis manos. Por fuera: calma. Por dentro: caos con falda y delineador.
—Entonces, el negro, ¿verdad? — pregunté mientras empezaba con el corrector.
—El negro —confirmó Valentina— Con ese, si te tropiezas y caes encima del jefe, parecerá parte del plan.
Lucas se atragantó con un trozo de empanada y comenzó a toser.
—¿Caer encima de Cassian Zalewski ? Ascenso directo — dijo cuando recuperó el aliento— Pero tiene que ser con dramatismo, Em. Nada de tropiezos sutiles. Necesitamos una caída nivel telenovela turca, con grito incluido.
Me reí tanto que casi me delineo la ceja como una loca.
—¡Imagínate! Me resbalo en la entrada, aterrizó sobre él, y desde el suelo gritó: “¡¿ASCENSO?!” y todo el restaurante aplaude.
—Ascenso y pensión, mínimo —añadió Lucas, aún riéndose—. El tipo ni va a necesitar revisar tu hoja de vida.
—Dejen de decir locuras, por favor —pedí, aunque ya tenía lágrimas en los ojos de tanto reír—. Esta es una cena seria. Con un socio italiano. Probablemente alguien con un nombre tipo Luca Lombardo o algo igual de amenazantemente sofisticado.