Error

La respuesta inesperada

Soyeon observaba la lluvia caer suavemente contra la ventana de su apartamento, con la taza de té caliente entre las manos. El frío de octubre ya se sentía en Seúl, y el sonido del agua golpeando los cristales siempre la había tranquilizado. Sin embargo, esa tarde su mente estaba lejos de estar en calma.

Habían pasado varios días desde que envió la carta a Jiho, y cada minuto sin respuesta aumentaba su ansiedad. Tal vez había sido un error confesarse. Tal vez él no sentía lo mismo, o peor: tal vez solo la veía como una amiga más. Suspiró, llevando la taza a los labios.

Justo entonces, oyó el familiar sonido del cartero deslizando el correo bajo la puerta. Su corazón dio un pequeño salto. Sin muchas expectativas, se levantó y caminó hacia la entrada. Recogió los sobres del suelo: facturas, un folleto publicitario... y, al final de la pila, algo inesperado. Un sobre con su nombre escrito a mano.

El pulso se le aceleró al ver el remitente: "Kang Jiho". Él había respondido.

Con dedos ligeramente temblorosos, rompió el sobre y desplegó la carta. Sus ojos recorrieron las líneas con una mezcla de nervios y esperanza.

"Querida Soyeon,

No te imaginas lo sorprendido que estoy por recibir tu carta. Las palabras que has escrito son hermosas y sinceras, y aunque sé que no soy la persona a la que iban dirigidas, no pude evitar sentirme conmovido por ellas...

...Sé que no soy el Jiho que esperas, pero si te parece bien, me gustaría responderte. Quizás podamos conocernos, aunque sea de forma anónima al principio. No quiero romper la magia de tu carta, pero algo me ha impulsado a escribirte de vuelta.

Con afecto,
Jiho."

Soyeon frunció el ceño. ¿"No soy la persona a la que iban dirigidas"? Releyó la carta una y otra vez, buscando sentido a aquellas palabras. El silencio llenó la habitación mientras intentaba asimilarlo.

Poco a poco, todo encajó. Este Jiho no era el hombre que había conocido en el parque, el que la había mirado con aquella sonrisa cálida y amable. Su carta había llegado a otro Kang Jiho por error. La idea la hizo sonreír brevemente: una coincidencia tan extraña que parecía sacada de una novela romántica.

Pero más allá de la confusión, algo en la respuesta la tocó profundamente. Había honestidad, respeto, incluso una vulnerabilidad sutil. No parecía burla ni juego; al contrario, transmitía una curiosidad genuina. A pesar del malentendido, Soyeon sintió una chispa de intriga por este "Jiho equivocado".

Se sentó en el sofá y se quedó mirando la carta durante varios minutos. Lo lógico sería ignorarla o aclarar el error. Sin embargo, una parte impulsiva de ella —esa que rara vez escuchaba— se preguntaba: ¿y si respondía?

Se levantó, fue a buscar su libreta y un bolígrafo. Tal vez lo correcto fuera poner fin al malentendido, pero sentía una conexión extraña, nacida de aquel accidente. La curiosidad venció a la razón y, antes de darse cuenta, ya estaba escribiendo.

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Querido Jiho,

Primero, déjame decirte que no esperaba una respuesta tan pronto, y mucho menos de alguien que no fuera el Jiho que conocí. Me ha tomado por sorpresa, pero en el buen sentido. Aunque la carta no era para ti, me ha conmovido que hayas decidido escribirme.

Debo admitir que la idea de intercambiar cartas contigo —un completo desconocido— es emocionante y un poco aterradora. Pero hay algo en tus palabras que me ha animado a responder. Quizás sea la curiosidad, o simplemente el deseo de probar algo diferente en mi vida.

No sé adónde nos llevará este intercambio, pero estoy dispuesta a descubrirlo. Cuéntame más sobre ti, Jiho. ¿Quién eres? ¿Cómo es tu día a día? Quiero saber más sobre el hombre que tuvo la amabilidad de responder una carta que no era para él.

Con afecto,
Soyeon.

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Al terminar, Soyeon contempló la hoja con el corazón latiéndole fuerte. Sabía que esto era un desvío inesperado. El Jiho del parque seguía siendo el que ocupaba sus pensamientos originales, pero este otro... despertaba un interés nuevo, fresco.

Finalmente decidió enviarla. Después de todo, ¿qué podía perder? Tal vez solo fueran unas pocas cartas entre desconocidos. O tal vez algo más surgiera de aquel error.

Dobló cuidadosamente la hoja, la metió en un sobre nuevo y escribió la dirección del remitente. No estaba segura de cómo terminaría todo, pero una extraña emoción la recorrió. A veces, los errores abrían caminos inesperados. Y ella, en el fondo, comenzaba a querer explorarlos.

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Al día siguiente, se levantó temprano y, con el sobre en la mano, salió hacia el buzón más cercano. Al dejar caer la carta, una mezcla de nervios y excitación la invadió.

El destino ya había jugado su primera carta con una confusión. Ahora, ella estaba dispuesta a seguir el juego.




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