Error

Un juego entre líneas

Kang Jiho no solía revisar el buzón con demasiada frecuencia. Vivía solo y el correo que llegaba era casi siempre facturas o publicidad. Pero ese día, al regresar de la librería, algo lo impulsó a detenerse frente a la pequeña caja metálica del edificio. Al abrirla y ver un sobre con su nombre, su corazón dio un pequeño vuelco.

Era la primera respuesta que recibía de verdad. La caligrafía y el papel le resultaron inmediatamente familiares: era de Soyeon. Una sonrisa involuntaria se dibujó en su rostro mientras subía las escaleras hacia su apartamento.

Al entrar, se dejó caer en el sillón junto a la ventana y abrió el sobre con cuidado. La carta estaba escrita con una letra ordenada y delicada, el tipo de escritura que transmitía paciencia y atención. Comenzó a leer con una mezcla de anticipación y curiosidad.

Querido Jiho,
Primero, déjame decirte que no esperaba recibir una respuesta tan pronto, y mucho menos una de alguien que no fuera el Jiho que conocí. Me ha tomado por sorpresa, pero en el buen sentido...
Las palabras de Soyeon fluían con una sinceridad y calidez que lo desarmaron por completo. Aunque su primera carta no había sido para él, Jiho se había sentido tocado. Y ahora, esta segunda —escrita expresamente para él— lo intrigaba aún más.
...Aunque la carta no era para ti, me ha conmovido que hayas decidido escribirme.

Se detuvo un instante en esa frase. Responder había sido un impulso puro, como si aquellas palabras iniciales le hubieran hablado directamente al corazón. La mayoría habría ignorado el error o devuelto la carta sin más, pero él no pudo. Había algo especial en esa vulnerabilidad ajena, algo que él mismo llevaba tiempo sin experimentar.

No sé adónde nos llevará este intercambio, pero estoy dispuesta a descubrirlo. Cuéntame más sobre ti, Jiho. ¿Quién eres? ¿Cómo es tu día a día?

Jiho sonrió. Era una invitación abierta, una puerta entreabierta hacia el otro. Se reclinó en el sillón, pensando en cómo contestar. ¿Quién era él, en realidad? Su vida era sencilla, casi monótona: trabajaba en una pequeña librería del centro, le apasionaban los libros y pasaba los fines de semana con amigos, aunque últimamente se sentía algo distante. No tenía una historia extraordinaria que contar, pero la pregunta de Soyeon lo hacía querer compartir más de lo habitual.
Encendió la lámpara del escritorio, tomó una hoja de papel y un bolígrafo, y empezó a escribir.

Querida Soyeon,
Gracias por tu respuesta. Debo admitir que me alegró recibirla mucho más de lo que imaginaba. Nunca pensé que un simple error postal pudiera dar pie a algo tan interesante, y, como tú, siento curiosidad por ver adónde nos llevará.
En cuanto a quién soy… no creo ser una persona especialmente fascinante, pero intentaré contarte lo esencial. Trabajo en una librería en el centro de Seúl. Paso mis días rodeado de libros, lo cual me encanta. La gente que entra no siempre busca solo un título; a veces busca un escape, una respuesta, o simplemente alguien que escuche. Me gusta ayudarlos a encontrar lo que necesitan, aunque sea solo recomendando una novela que los haga olvidar el mundo por unas horas.

En mi tiempo libre, suelo caminar por la ciudad. Seúl es caótica, pero si sabes mirar, encuentras rincones de tranquilidad. Me gusta observar a la gente, imaginar sus historias. ¿A ti te gusta caminar? ¿Tienes algún lugar favorito?

Supongo que soy alguien que prefiere la calma al bullicio. Disfruto las pequeñas cosas: el aroma del café recién hecho, el sonido de las páginas al pasar, una buena conversación… como esta, aunque sea por escrito y con alguien a quien aún no conozco en persona.

Me gustaría saber más de ti, Soyeon. ¿Qué te llevó a escribir aquella primera carta? ¿Qué esperabas que pasara?

Con curiosidad, Kang Jiho.

Jiho releyó varias veces su carta, asegurándose de que sonara sincera sin revelar demasiado. No era hombre de grandes declaraciones, pero con Soyeon las palabras salían con una facilidad inesperada. Tal vez porque no había presión, ni expectativas cara a cara. Todo surgía de un error, y eso le daba una extraña libertad.

Cerró el sobre, lo guardó en su maletín para enviarlo al día siguiente y se quedó un rato mirando por la ventana. Se preguntaba cuánto duraría esta correspondencia, si Soyeon seguiría respondiendo, si algún día querrían conocerse de verdad. Lo único cierto era que, por primera vez en mucho tiempo, su rutina se había sacudido, y esa sensación le gustaba.

Al otro lado de la ciudad, Soyeon caminaba por el parque donde todo había empezado. Las hojas de los árboles ya se teñían de tonos rojizos y dorados. Su mente seguía dando vueltas a la carta que había enviado esa mañana.

¿Habría hecho bien en responder? ¿No era todo esto una tontería? Sacudió la cabeza, intentando alejar las dudas. Al fin y al cabo, solo eran cartas. Nada más.

Sin embargo, mientras el aire fresco de octubre la envolvía y las hojas crujían bajo sus pies, no podía evitarlo: pensaba en Jiho. No en el del parque, sino en este otro, el desconocido que, por un capricho del destino, había entrado en su vida.

Semanas atrás jamás habría imaginado intercambiar cartas con un completo extraño. Pero ahora, a pesar de la confusión inicial, algo la impulsaba a continuar. Tal vez fuera la emoción de lo inesperado, o simplemente la necesidad de conectar de una forma distinta, más lenta, más profunda.

Fuera lo que fuera, Soyeon se dio cuenta de que ya estaba deseando recibir la próxima carta.




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