Error

Encuentros y desencuentros

Soyeon había empezado a esperar las cartas con una mezcla irresistible de emoción y nerviosismo. Cada vez que abría el buzón y veía un sobre con la caligrafía de Kang Jiho, su corazón latía más rápido. Nunca imaginó que disfrutaría tanto escribiendo a alguien a quien no conocía en persona, pero aquellos intercambios se habían convertido en el momento más brillante de sus días.

Después de un largo día de trabajo, regresó a su apartamento y preparó una taza de té humeante. Se sentó frente al pequeño escritorio donde guardaba las cartas de Jiho, ordenadas con cuidado casi reverencial. Aún eran pocas, pero las releía una y otra vez, buscando entre líneas pistas sobre el hombre que las escribía. Su mundo, tan aparentemente tranquilo, se había entrelazado con el de él de formas que no esperaba.

Abrió el último sobre, llegado esa misma mañana, y sonrió al reconocer la letra familiar.

Querida Soyeon,
Hoy ha sido uno de esos días largos, pero saber que esta carta llegará a tus manos hace que todo parezca más ligero. A veces pienso en lo extraño y maravilloso que es esto: sin habernos visto nunca, compartimos cosas que quizá no diríamos cara a cara. No sé si a ti te pasa lo mismo, pero escribirte se ha convertido en algo que espero con verdadera ilusión.

Hoy, mientras estaba en la librería, recordé lo que mencionaste del parque. Hay uno cerca de mi apartamento, así que después del trabajo di un paseo por allí. Las hojas están cambiando de color; siempre me ha parecido una melancolía hermosa. El otoño transforma todo, como si la naturaleza nos recordara que incluso en los cambios hay belleza.

No sé si estas reflexiones te interesan, pero quería compartirlas contigo. Nuestras cartas me recuerdan un poco a esta estación: lentas, llenas de pequeñas sorpresas. Me pregunto si alguna vez te sentirías cómoda hablando de algo más personal. No es que lo que ya compartimos no lo sea, pero… ¿qué más hay en ti que aún no conozco?

Con afecto,

Kang Jiho.

Soyeon dejó la carta sobre la mesa y sintió una calidez extenderse por su pecho. Había sido un día agotador en la oficina —reuniones interminables, plazos apretados—, pero aquellas palabras hicieron que el mundo se detuviera un instante.

Tomó su bolígrafo y empezó a responder, dejando que los pensamientos fluyeran con naturalidad.

Querido Jiho,

Tus palabras sobre el otoño me arrancaron una sonrisa. A mí también me gusta esta estación, aunque a veces me vuelve nostálgica. Supongo que tiene que ver con los recuerdos. De pequeña pasaba los otoños con mi abuela en el campo. Ella tenía un jardincito que cuidaba con devoción, y me fascinaba verla preparar las flores para el invierno. Ahora, cada vez que veo las hojas caer, pienso en ella.

Es curioso cómo estas cartas me han hecho recordar cosas que tenía guardadas. Tal vez sea eso lo que las hace tan especiales: escribir nos permite abrir puertas que a veces mantenemos cerradas en voz alta.
Sobre tu pregunta… sí, me siento cómoda compartiendo más. Aunque no nos conozcamos en persona, has llegado a ser alguien en quien confío. Es extraño, pero muy agradable. ¿Te pasa lo mismo?

Espero tu próxima carta con ilusión. Cuéntame más de tus paseos, de lo que ves, de lo que sientes. Cada vez parece que estas palabras son pequeños pedazos de nuestras vidas, y con cada una me acerco un poco más a quien realmente eres.

Con cariño,

Soyeon.

Releyó la carta antes de sellarla y sonrió. Con cada intercambio sentía que algo profundo, casi intangible, se estaba tejiendo entre ellos. Tal vez fuera la magia de lo desconocido, o simplemente la libertad de compartir sin expectativas. Fuera lo que fuera, quería seguir descubriendo los pequeños detalles de la vida de Jiho.

Por un momento estuvo tentada de añadir una pregunta más directa: ¿deberían conocerse en persona? La idea la emocionaba y la aterraba a partes iguales. Pero decidió dejarla para otro día. Aún había algo mágico en lo que estaban construyendo, y no quería apresurarlo.

Mientras tanto, al otro lado de la ciudad, Kang Jiho vivía una sensación parecida. Las cartas de Soyeon se habían convertido en parte esencial de su rutina, y aunque nunca lo habría previsto, aquella conexión con una desconocida era algo que ahora valoraba profundamente.

Unas semanas atrás no habría imaginado que unas simples hojas de papel pudieran despertar tantas emociones. No sabía mucho de ella todavía, pero lo poco que compartía bastaba para mantenerlo intrigado. Había una sinceridad en sus palabras que lo atraía como un imán.

Y, como Soyeon, una pregunta empezaba a rondarle la cabeza: ¿debería proponerle verse? La idea era emocionante, pero también le provocaba cierto temor.
¿Y si al conocerse la magia se rompía?

Apartó el pensamiento mientras terminaba su siguiente respuesta. Por ahora prefería seguir disfrutando de lo que tenían: lento, genuino, sin prisas.

Los días transcurrían y el otoño desplegaba sus colores sobre Seúl. Las cartas seguían viajando de un buzón a otro, cargadas de significados y emociones que ninguno de los dos se atrevía aún a nombrar. A medida que la correspondencia avanzaba, Jiho y Soyeon comprendían que, aunque sus vidas fueran tan distintas, algo invisible las unía. Algo que iba más allá de las palabras escritas.

¿Qué harían con ese sentimiento que crecía en silencio? Ninguno lo sabía con certeza. Solo sabían que, por primera vez en mucho tiempo, las cartas estaban cambiando sus vidas.




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