Error

La decisión

Las cartas entre Soyeon y Jiho habían fluido con una naturalidad creciente. Semana tras semana, cada una revelaba más: sueños guardados, pequeñas risas, confidencias que ninguno de los dos había compartido con nadie más. Tras varias semanas de esa correspondencia íntima, decidieron dar el paso. En su última carta, Soyeon, con el pulso acelerado por la emoción y los nervios, escribió:

Querido Jiho,

He pensado mucho en nuestras cartas y en todo lo que hemos compartido. Me gustaría conocerte en persona. ¿Qué te parecería encontrarnos este sábado en el parque? Sería una oportunidad perfecta para charlar, reír y conocernos sin la barrera del papel.

Espero tu respuesta con el corazón en la mano.

Con cariño,

Soyeon.

Jiho leyó aquellas líneas y sintió que el mundo se detenía un segundo. Emocionado, respondió casi de inmediato:

Querida Soyeon,

¡Es una idea maravillosa! Me encantaría verte en el parque este sábado. Estoy impaciente por esa conversación cara a cara. ¿Te parece bien a las tres de la tarde?

Con afecto,

Kang Jiho.

Acordaron encontrarse bajo un gran roble, en un banco que ambos conocían de sus paseos. A medida que el sábado se acercaba, Soyeon se preparó con esmero.

Eligió un vestido floral que le daba un aire fresco y natural, algo que reflejara su personalidad vibrante y, al mismo tiempo, la hiciera sentir segura.

Con el corazón latiéndole fuerte, se dirigió a la estación. El aroma del café y el murmullo de la gente la envolvían, pero ella estaba en su propia burbuja de anticipación.

En el tren, se sentó y dejó que su mente vagara, imaginando cómo sería Jiho en persona.

Entonces, un hombre de cabello oscuro y sonrisa amigable ocupó el asiento de al lado.

—¿Soyeon? ¡No puede ser!

—Jiho… ¡qué sorpresa! —respondió ella, reconociendo al instante a su amigo de la infancia, aquel con quien había perdido contacto hacía años.

La conversación brotó sola: risas, anécdotas, recuerdos de juegos en el parque y travesuras compartidas. El tiempo voló entre nostalgias y sonrisas. Hasta que Soyeon miró su reloj y sintió que el estómago se le caía.

—Lo siento, tengo que bajar ya… llego tarde —dijo, despidiéndose con prisa.

Corrió hacia el parque, el pensamiento fijo en el Jiho de las cartas. Al llegar, buscó ansiosamente el banco bajo el roble. Nadie. Solo hojas otoñales girando en el viento.

Se sentó, y la desilusión la envolvió como una niebla fría. Había imaginado ese momento tantas veces: la primera mirada, la sonrisa, la conexión inmediata. Ahora solo quedaba vacío. Se sintió sola, perdida, como si hubiera dejado escapar algo irrecuperable.

Sacó su pequeño cuaderno y, con mano temblorosa, escribió:

Querido Jiho,

Lamento profundamente no haber llegado a tiempo. Me encontré con un viejo amigo en el tren y perdí la noción del tiempo. Me habría encantado verte hoy. Me duele haber fallado. Por favor, perdóname.

Con cariño,

Soyeon.

Los días siguientes fueron un silencio doloroso. Soyeon envió varias cartas más, pero no llegó respuesta. La incertidumbre creció, devorándola poco a poco.

Empezó a dudar de sí misma, a preguntarse si Jiho había decidido desaparecer.

Finalmente, con el corazón roto, escribió lo que creyó sería la despedida:

Querido Jiho,

Esta será mi última carta. Lamento tanto no haber llegado a nuestra cita. Entiendo si prefieres no seguir en contacto. Gracias por todas las palabras que compartimos, por abrirte de una forma tan sincera.

Creímos algo especial, aunque solo fuera sobre papel.
Si este es el final, lo acepto con resignación. Te deseo lo mejor.

Adiós,

Soyeon.

Cuando Jiho recibió aquella carta, sintió que el aire se le escapaba. Había pasado días reflexionando, paralizado por el miedo a que el encuentro rompiera la magia que habían construido. Pero leer “adiós” fue como un golpe.

No podía permitir que terminara así. La conexión que habían creado era demasiado valiosa, demasiado real.
Tomó papel y bolígrafo, y escribió con el corazón en la mano:

Querida Soyeon,

No puedo creer que estés pensando en despedirte. Me duele saber que crees que esto es el final. La verdad es que he estado pensando en nosotros sin parar, y la idea de perderte me aterra más de lo que imaginas.
No quiero que esto termine.

Lo que hemos creado con nuestras cartas es único, algo que no estoy dispuesto a dejar ir. Por favor, no pienses que no me importa; me importa más de lo que las palabras pueden expresar. Quiero conocerte de verdad, explorar lo que tenemos, sin miedo.

Por favor, no digas adiós.

Con todo mi afecto,

Kang Jiho.

Selló la carta con cuidado y la envió esa misma tarde, lleno de una esperanza frágil pero intensa. Solo deseaba que Soyeon sintiera lo mismo, que aún hubiera una oportunidad para ellos.




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