Error perfecto

01 | Tulipanes

Capítulo 1.
Tulipanes

—¿Por qué siento qué este día es tan especial y no lo recuerdo?

Las tres giramos la cabeza al mismo tiempo para ver a Celine, pintándose las uñas de los pies de color rosa pastel. Evangeline deja de ondularme el cabello para mirarla, haciendo que más de seis pares de ojos observen la cabeza de la rubia y levante su mirada para vernos con confusión al no oirnos contestar.

—¿Qué? ¿Mi cabello tiene algún bicho? ¿Mi cara tiene un grano enorme? —se espanta.

—Celine, es catorce —cuchichea Alora, con una gran sonrisa.

—Todos los meses tienen la fecha catorce —se encoge de hombros, para luego mirarnos con expresión de felicidad—. ¿Me olvidé del cumpleaños de alguna de ustedes? ¿Quién cumple diecisiete hermosos años en este mundo? ¡Tú! —señala a Ina.

La pelinegra sonríe.

—Me alegra que sepas que mi cumpleaños es un catorce, Celine, pero los cumplí hace dos meses.

La nombrada se exaspera.

—¿Y entonces quién cumple años?

—Nadie —respondo, riéndome—. Es catorce de febrero, rubia.

—¿Y eso a mí me importa... —entra en un estado de shock al recordar, quedando con la boca abierta y mirando un punto fijo.

Cada una de nosotras volvemos a lo que estábamos haciendo, ya que Celine cada vez que se quedaba así, no volvía a la normalidad hasta después de unos cuantos minutos.

Casi siempre era una olvidadiza: exámenes, maquillajes perdidos, dinero e incluso una vez olvidó dónde había dejado estacionado su coche cuando estábamos en el centro comercial.

¿Lo peor? Es que se había olvidado de que ese mismo día habíamos ido con el mío y el suyo estaba aparcado en mi casa.

Pero jamás de los jamases, se había olvidado de una fecha importante para ella. Y eso incluía el día de los enamorados. Porque soñaba que su amor verdadero se le declararía en este día tan especial.

Pasados unos cinco minutos la observé y seguía igual. Temía de que le entrara algún bicho volador a la boca, pero seguí maquillándome mientras Evangeline finalizaba mi peinado del día de hoy.

Tenía ondas en las puntas y una pequeña trenza al costado, con una hebilla en forma de flores y de un color rojo que me maravilló.

Le agradecí a mi amiga y procedí a delinearme los ojos muy finamente. Justo cuando terminé, se desató el caos en la habitación.

—¡No puede ser que me haya olvidado de este día tan importante para mí! —lloriquea Celine—. ¡Miren como estoy! ¡¿Por qué no me avisaron antes y traía ropa más linda?!

Cyra agarra sus hombros, y con delicadeza hace que se siente nuevamente en la cama.

—Celine, no sé si recuerdas que usamos uniforme en el instituto. No hacía falta traer prendas de más.

—¡Pero yo...!

—Si, sabemos que siempre quieres destacar para encontrar a un novio super guapo y millonario —sonríe—. Todavía falta para que tengamos que irnos, tienes tiempo de arreglarte y verte más bonita que ahora.

—Mi cabello está... —se lo toca, notando que está mojado por la reciente ducha que tomó y lloriquea peor.

—Yo me encargo de eso —habla Evangeline.

—Yo te termino de pintar las uñas de las manos —habla Ina.

—Y yo te maquillo —levanto mi mano.

—Y yo tomaré una siesta —interviene Cyra, acostándose en el sillón-cama que tengo en la habitación y dándonos la espalda.

No sabía su secreto para dormir unos minutos y que su cabello siguiera intacto. Incluso su maquillaje nunca se dañaba. Cuando despertaba seguía igual y no se tenía que retocar nada.

Estuvimos media hora mimando a Celine, y el resultado le gustó tanto que casi se larga a llorar.

Tuve un mini infarto al notar que si hacía eso todo mi trabajo estaría estropeado. Así que la tuve que amenazar tres veces para que no se le saliera ni una lágrima.

A las siete en punto ya estábamos las seis arriba de la limusina, de camino al colegio y cuchicheando sobre quién se nos declararía esta vez.

—Byron te mandará un ramo de rosas otra vez —asegura Cyra, mirándome.

Hago una mueca de incomodidad.

—La vez pasada le pedí que por favor no me enviara nada más. Sus cartas son muy empalagosas y no soy tan mala para tirarlas —agrego lo último al ver la intención de Ina de hablar.

En Lord School era una tradición mandarle flores y cartas a la persona que te gustaba para declararte en este día tan bonito. Los directivos se emocionaban al ver las cantidades de rosas que siempre habían y más aún cuando los ricos olores inundaban toda la institución.

Podías recibir tus flores anónimamente o con nombre, en tu casillero o te lo entregaban en clases. Era muy romántico ver cómo los novios le regalaban ramos enormes a sus parejas.

Y muy empalagoso cuando dos segundos después están besándose contra una pared o casillero.

No me veía jamás de esa forma.

—Espero que Luke me dé flores o le terminaré —declara Evangeline.

Celine se indigna.

—Puedes ser mi mejor amiga de toda la vida, pero nunca amenaces con terminar con Luke. Él es mi padre y tu mi madre, Eva. ¡No quiero papás divorciados! —se escandaliza.

Eso nos hace reír a todas, menos a la rubia que sigue mirando a Eva con ojos amenazantes.

—Reza para que tu padre me envíe flores.

En ese momento llegamos a la escuela, y nuestro chófer, Richard, en un segundo ya nos está abriendo la puerta para que podamos bajar.

Cada una le agradecemos por traernos y él sonríe amablemente.

Me acomodo los tirantes de la mochila sobre mis hombros y me encamino a la entrada con las chicas susurrando detrás mío.

—Helena ya ha recibido flores, mírala. ¿Quién se las habrá dado?

—Su padre, seguramente. Ella solo quiere presumir.

—Seguro que se las ha comprado ella misma.

—Yo pienso que obligó a una de sus amigas a que se las obsequie anónimamente y fingir un enamorado.

Las miro sobre mi hombro y las cinco dejan de mirar a las demás para sonreírme con inocencia.




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