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PRÓLOGO

PRÓLOGO -.                                  

Con pasos contentos y grandes camino por el parque de mi cuadra, mi hermano mayor Noah me tiene de la mano, ambos caminamos en busca de algún bocadillo. Es, como dice mi madre, nuestra costumbre. Salir en busca de nuevos alimentos que probar mientras vemos comedias. 

Mi vestido de princesas se mueve con el viento, mi coleta sube y baja por los cortos brincos que doy, mi hermano me observa burlón.

- Aria, tienes 8 años, ya estas grande para ir así por la calle- ruedo los ojos por las bobas palabras de mi hermano, no estoy grade, pero tampoco es que sea muy chica, solo tengo 8 años como bien dijo mi hermano.

- Mira Noah tu no digas nada que tienes 10 años y vas con una camisa de caricaturas- le saco la lengua riendo feliz, amo a mi bobo hermano, es la típica relación de hermanos, un día nos amamos al otro nos queremos matar a mano.

- mira, ahí venden algodón de azúcar- grita mi hermano apuntando un carro con muchos algodones de todos los colores. Hay varias personas formadas con algo de dinero en mano. 

Asentí frenéticamente, el algodón de azúcar siempre fue uno de mis bocadillos favoritos, claro, ante que las hamburguesas de mi hermano. Ambos corrimos hasta llegar al pequeño carro rosado. Tiene un tipo de tejado de lona con tonos rosa pastel y blanco en franjas. Ahí en un cartel dice "Señor Algodón de Azúcar" con colores pastel y varios dibujos de soles y nubes. Mi mirada se fija rápidamente en el color negro de un algodón de azúcar. Observo la bolsa en donde se encuentra ese alimento como si fuera de otro planeta.

- hola ¿que quieren llevar? - una voz varonil captó mi atención a la velocidad de un rayo, eleve la mirada encontrándome con unos ojos cafés profundos, su sonrisa es perfecta. Tenía un gorrito que cubre su cabello, en esa gorra hay un algodón rosado con cara sonriente. Su camisa negra se pega a su cuerpo. 

Siento un raro cosquilleo en mi estomago. Que sensación más extraña.

- si, dos algodones de azúcar yo uno rosa y... ¿Tu Aria? - la voz de Noah se oye lejos, como si fuera posible que el desapareciera.

- quiero el negro- murmuró sin despegar la vista de los ojos marrones que me empezaron a acelerar el corazón, ¿Que estoy sintiendo?

El chico saco los dos algodones y extendió la mano, le entrego el rosa a Noah y a mí el negro. Mi mano temblorosa agarra el algodón. Solo pude observar como sus ojos me miraban con una pequeña sonrisa. Esa simple sonrisa acelero mi pulso, mis manos se llenaron de sudor y mis mejillas se calentaron.

Al pagar salimos a la casa, corro escaleras arriba hasta llegar a mi recámara. Abro la ventana emocionada. Cuando veníamos de regreso pude observar que tal vez ese puesto se ve desde mi ventana. Abro las cortinas y asomo mi cabeza observando en los alrededores hasta que doy con ese puesto llamativo.

Se ve desde mi cuarto. Esa persona se ve desde mi cuarto. 




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