En el divorcio, él le permitió adquirir su parte de la casa y allí vivía ella con su hijo Eduardo. La misma noche del incidente de la bomba, Juan Carlos llevó al niño a esa casa, y ayudado por los vecinos logró entrar a ella. Todos se asustaron al ver la cara hinchada del bebé, pero él dormía plácidamente en los brazos de Juan Carlos. Él vio a Eduardo luego de nacer, y en algunas ocasiones en el proceso de divorcio, y era la primera vez que lo veía desde entonces. Cómo si supiera quién fue Juan Carlos para su madre, al estar en brazos de él, se tranquilizó, se sintió protegido y se durmió. Él intentó acostarlo en su cuna, o entregárselo a alguien y no fue posible, el niño no quería soltar al hombre que lo sostenía en sus brazos.
Se sentó un buen rato en el mecedor de la habitación de Eduardo, mientras la vecina le preparaba algo de cenar. Cuando el niño cayó rendido de sueño, Juan Carlos lo puso con cuidado en la cuna y lo arropó. Dejó entreabierta la puerta y fue a la cocina a encontrarse con la vecina.
—Al fin se durmió en su cuna.
—¿Qué vas a hacer ahora? –preguntó Gladys.
—Lo mejor es que llamé a Teresa para que se haga cargo de su nieto.
—No lo sé, ella nunca quiso conocerlo, se puso de tu lado en el divorcio.
—Tendrá que hacerlo, su hija necesita que alguien se haga cargo legalmente de ella y el niño, yo ni siquiera soy el padre.
—Ojalá que ella venga, aunque sea para ayudarte. Además, Eduardo se lleva muy bien contigo.
—Es raro ¿no? Él chiquillo jamás me había visto, incluso no estuve en el embarazo de su madre.
—Pareciera que reconoce quién ama de verdad a su madre.
—No juegues con eso, tú sabes bien que hace mucho tiempo que nos separamos.
—Me dirás que ya no la amas, a ver dímelo viéndome a los ojos.
—¡Está bien! Todavía la amo, pero no puedo perdonar lo que hizo. Sabía que yo era infértil y se embarazó de otro hombre, un hombre que vino del extranjero y que estuvo trabajando un tiempo con ella, y luego regresó a su país.
—Pero aquí estás tú, podías haberlo entregado a la policía y listo.
—Yo no sería capaz de hacerle daño a Joselyn, tú lo sabes, te imaginas que le pasara algo al niño mientras ella se recupera, ni yo me lo perdonaría.
—Es tarde, ya se deben preguntar porque tardó tanto. Mañana es sábado, así que vendré después del desayuno para que puedas irte a tu apartamento un rato.
Gloria se despidió y Juan Carlos recogió todo y fue hasta el sofá a dormir un poco. Recordó que debía llamar a su exsuegra, y habló con ella. A más tardar mañana en la tarde estaría llegando a la casa. A las 2:30 am Eduardo comenzó a llorar, despertándolo. Fue rápidamente donde él, lo revisó y dio gracias a su propia madre, por haberlo obligado a cambiar los pañales al menor de sus hermanos. Siguió llorando luego de ponerlo en la cuna, así que lo tomó en brazos, y fue a la cocina para calentar un tetero que Gloria había dejado preparado. Volvió a darle las gracias a su madre por obligarlo a alimentar a su hermano, le dio el tetero en la mecedora, y espero a que lo terminara y se durmiera. Lo acostó en la cuna y regresó a dormir al sofá.
Eran las 8:00 am cuando Eduardo volvió a llorar, y frotándose los ojos, Juan Carlos se levantó y fue a la habitación a cambiarlo. Gloria entró a la cocina con el desayuno, y al oír la voz de su vecino en la habitación de Eduardo, se acercó a ellos para saludarlos, y cuando fue a ayudar a cambiar los pañales, el niño comenzó a llorar buscando a Juan Carlos.
—Por lo visto sólo te quiere a ti.
—Espero que se le quite porque tengo que ir a mi apartamento a ducharme y descansar, fue una noche agitada.
—Tampoco exageres, como máximo te despertó dos veces.
—En realidad lo hizo una sola vez, pero fue agotador, siento que un camión me pasó por encima.
—Pues imagínate cuando nació, lloraba cada ½ hora.
—Yo estaría muerto hoy.
—Siempre tan exagerado. Por cierto, ¿hablaste con Teresa?
—Sí, me dijo que llegaba esta tarde.
—Me alegro. Espero que Eduardo se lleve tan bien con ella como se lleva contigo.
—Tiene que.
—No me hagas reír, y no lo repitas mucho no vaya a ser que el niño no se separe de ti.
Gloria intentó tomar al niño en brazos, y volvió a llorar buscando a Juan Carlos. Él giró los ojos, lo tomó en brazos y lo llevó a la cocina para desayunar. Juan Carlos aprovechó un descuido de Eduardo y salió de la casa para ir al apartamento. No había recorrido muchos kilómetros, cuando su teléfono móvil sonó, y al contestar Gloria le rogó que regresara, pues el niño no había dejado de llorar. Orilló el auto, puso la cabeza en el volante y comenzó a insultar a todos los que venían a su mente. Tomó aire, y regresó a la casa. Cuando Eduardo lo vio, le estiró los brazos y dejó de llorar. Juan Carlos suspiró y lo cargó un momento.