12 años antes
En el apartamento 67 del edificio Dos Ramos se estaba celebrando una fiesta de aniversario de bodas. Entre los invitados estaba Joselyn disfrutando de la comida y la bebida. A eso de las 12:00 am, ella decidió irse para poder ir a trabajar al día siguiente. Salió por el pasillo buscando el ascensor, caminaba tranquilamente cuando el llanto de un bebé la atormentó, no era un llanto normal, era el de un bebé asustado. Comenzó a caminar rápidamente y el llanto se hacía cada vez más fuerte. Llegó hasta un apartamento con la puerta entreabierta, donde desde dentro se podía escuchar los gritos y el llanto del bebé.
Entró sigilosamente buscando el bebé y lo encontró en el piso, todo sucio, rodeado de comida descompuesta, botellas vacías y lo que parecía rastros de droga. Joselyn lo tomó en sus brazos y comenzó a mecerlo para tranquilizarlo. Cuando lo logró, empezó a llamar en voz alta:
—¿Hay alguien aquí? ¿Necesitan ayuda?
Al no escuchar respuesta, se acercó a la recámara y no encontró a nadie, luego fue al baño donde tampoco encontró a alguien. Era demasiado tarde para llevarlo a la estación de policía, así que decidió llevarlo a su casa para darle algo de comer, bañarlo y dormirlo junto a Eduardo, la policía podía esperar a la mañana siguiente para encontrar a sus padres.
Al entrar a la casa, buscó a la niñera que estaba durmiendo en el sofá de la sala, y tenía un libro de matemáticas sobre su cara. La despertó, le dio las gracias, le entregó su dinero y la acompañó a la puerta. Tal como lo había pensado, baño rápidamente al niño, le colocó un pañal y una ropa de Eduardo, y lo llevó a la cocina para darle de comer un tetero. El niño se durmió mientras comía y Joselyn lo acostó en la cuna al lado de su hijo.
Temprano en la mañana, después de cambiar y vestir a los bebés, llevó a Eduardo a la guardería del edificio Guamo, que estaba cerca de donde ella trabajaba. Le dio un beso a su bebé, habló un rato con una de las muchachas de la guardería, y salió en dirección a la estación de policía, para entregar al niño que había encontrado en el apartamento 61 del edificio Dos Ramos.
Apenas había cruzado la esquina cuando la bomba en el edificio Guamo estalló. Joselyn abrazó fuertemente al niño al oír el estruendo, y salió volando por los aires casi dos metros, cayendo en el suelo, y deslizándose casi un metro más. Sin poder evitarlo, el niño se golpeó la cara, luego que Joselyn quedó desmayada al caer con fuerza en el piso. Tanto la mujer como el niño estaban sin sentido en el suelo.
Cuando el polvo por la explosión bajo un poco, los bomberos vieron a Joselyn y el bebé inconscientes en el suelo. Llamaron a los paramédicos, tomaron al bebé y lo llevaron a la ambulancia. Otro par de paramédicos comenzaron a revisar a Joselyn, le pusieron una mascarilla de oxígeno, y ella no tardó mucho en despertar.
—¿Dónde estoy?
—Está en la calle 60 cruce con la avenida 12.
—¿Qué pasó?
—Estalló una bomba en el edificio Guamo.
—¡Mi hijo! ¡¿Dónde está mi hijo?! –comenzó a gritar.
—Tranquila señora, su hijo estaba aquí con usted y lo llevaron a la ambulancia para chequearlo mejor.
—¡No, él no! ¡Busquen a mi hijo, él estaba en la guardería!
—Tranquila señora, usted no había llegado a la guardería, su hijo estaba a su lado.
Joselyn siguió gritando y forcejeaba con los paramédicos para ir a buscar a Eduardo, sin saber que había muerto en la explosión. Uno de los paramédicos le inyectó un sedante que la durmió, la colocaron en una camilla y la llevaron a la ambulancia, donde la trasladaron junto con el niño al hospital.
Abrió los ojos en una de las camas de la emergencia del policlínico La Piedad, y escuchó a unas personas conversando sobre una explosión.
—Es horrible, todos esos niños muertos, no puedo creerlo.
Se escucharon unos pasos que se acercaron a las personas que estaban conversando y preguntó:
—¿Qué fue lo que pasó?
—Una bomba explotó en el edificio Guamo, justo al lado de la guardería, y mató a todos los niños que estaban adentro, es horrible amiga.
Los recuerdos de la explosión vinieron a su mente, así como que momentos antes había dejado a Eduardo en esa guardería. Se levantó desesperada de la camilla gritando por su hijo, y dos guardias la sometieron mientras uno de los médicos le inyectó un fuerte sedante.
Volvió a abrir los ojos y se sentía cansada, como si el cuerpo pesara más que su voluntad. Quiso levantarse, pero sintió como las correas en pies y manos se lo impedían. Empezó a forcejear para librarse de las correas sin éxito, y al escucharla la enfermera, avisó al psiquiatra.
—Tranquila Joselyn, todo está bien, la policía está llamando a Juan Carlos para que venga.